Más allá del imponente edificio (símbolo de tantas cosas) de David Chipperfield, más allá del enorme proyecto gastronómico de la familia Andrés Salvador y el grupo La Sucursal y más allá de todas las expectativas creadas sobre esta nueva Marina Real: el fondo, es tan sencillo como un cocinero, un comensal y una mesa donde ser feliz.

La última comida, esta misma semana, fue el perfecto ejemplo de Mediterráneo, producto e historia. Pepito de brandada de bacalao, fritura de pescado de subasta, tomate Vitelo, tajín de calamar, titaina con sardina braseada (quizá mi plato favorito), sepionet con blanquet y lubina al horno de leña. El horno, por cierto, es una de las estrellas de la función: un horno único que permite jugar con cociones a la brasa de encina, un horno de estilo moruno que permite trabajar con fuego indirecto y difundir el calor de forma homogénea. Y la mano de Jorge, claro. Y el André Clouet Millésime, también.