La actualización de espacios o las presentaciones corporativas se presentan como una gran oportunidad para aprovechar e impulsar el sector del mueble
VALÈNCIA. Era un término heredado del francés para referirse al teatro, saltó de las artes escénicas al cine y a la televisión para, casi sin darnos cuenta, tener una gran relevancia en el mundo corporativo. Las puestas en escena, mise en scène, es donde las empresas han sido conscientes de que cualquier acto público es mucho más que el momento de una fotografía, es un escaparate en movimiento transmitido a todo el mundo, que puede documentarse y venderse a posteriori o bien en directo, viralizarlo en redes sociales o por streaming, y en ese escenario cada elemento visual es un detalle coreografiado para enfatizar un momento, una historia y un relato de marca.
En su origen, la composición del escenario, trasladada al encuadre de cada plano en cine y televisión, era la cocina en la que varios ingredientes debían estar en armonía, desde el espacio general a cada objeto pasando por el decorado, la iluminación, el vestuario y el producto a mostrar o los actores que interactuaban. Y así es como todo lo que vemos está pensado, colocado actualmente a voluntad de un equipo de marketing que antes era el realizador de una película o el director de una obra de teatro.
Las presentaciones o keynotes de Apple son un gran ejemplo de esta nueva concepción de las puestas en escena, con un maniático visionario detrás como fue Steve Jobs, consciente del potencial de estos momentos que explotó a veces de forma tan sutil como en la presentación del primer iPad en 2010, con un sobrio escenario en el que nada, por poco que hubiese, estaba escogido al azar, con aquél sillón LC3 de 1928 del arquitecto y diseñador suizo Le Corbusier (el fundador de la marca de la manzana fue siempre un admirador y prescriptor del diseño industrial europeo) o la mesa diseñada por Eero Saarinen en 1957 para la firma norteamericana Knoll. Cuentan de hecho que entre bambalinas había decenas de tipos de sillones que fueron probados uno a uno por Jobs en el escenario para comprobar materiales, iluminación y ergonomía para la gran presentación de ese revolucionario producto que venía a encajar en un nuevo ámbito, entre el escritorio del trabajo y el teléfono móvil que usábamos de pie.
Son también actos históricos institucionales, una comparecencia de prensa o la firma de un importante documento, donde el atrezzo está vivo, son las sillas o la procedencia del mobiliario escogido, la pluma con la que se firma o el color de las cortinas y todo cuenta. Es el encuentro del mes pasado entre Donald Trump y Kim Jong-un en Singapur que parecía sacado de una promo de Wes Anderson (y donde la ausencia de mobiliario restaba humanidad) o la meticulosidad oriental de la reciente firma en China del acuerdo entre la ciudad de Shanghai y la compañía norteamericana Tesla para establecer su primera Gigafactory fuera de Estados Unidos. ¿Hay muebles? ¿Hay flores? ¿De qué color? Cada detalle cuenta, y por eso esta nueva concepción de las puestas en escena pasan por cómo el diseño moldea la forma en la que percebimos un encuentro o una presentación, y el enfoque del marketing o el postureo emocional nos vale actualmente tanto para un lanzamiento de producto como para la firma de un acuerdo internacional.
El 27 de septiembre de 2014, Artur Mas firmaba la Ley de Consultas que permitiría convocar una consulta soberanista. Más allá del evidente fin político del momento, la puesta en escena de la firma era toda una declaración nacionalista de intenciones y dejó ver que no había ningún detalle sin atar. Y es que Mas se sentó en una silla modelo Gaulino de la firma catalana BD Barcelona diseñada por el catalán Óscar Tusquets a partir de la inspiración de obras del icono catalán Gaudí, para firmar con una pluma de la empresa catalana Inoxcrom.
Aquella escenografía con su atrezzo y producto tan cuidadosamente escogidos desde el punto de vista de la procedencia y autoría del diseño contemporáneo chocaba frontalmente con la visión clásica que se tiene de todo el mobiliario que aparece en España en los encuentros políticos, donde históricamente primaba una decoración neoclásica y rara vez hemos visto pinceladas de diseño nacional en, por ejemplo, el palacio de La Moncloa donde cada comparecencia podría haber sido un escaparate para impulsar y apoyar sectores españoles como el mueble, la iluminación o el textil.
De hecho, si repasamos imágenes de prensa de momentos relevantes y mediáticos de las últimas cuatro décadas del despacho oficial de los sucesivos Presidentes del Gobierno, apenas se percibe una intención en diseñar un proyecto de espacio más allá de la mera decoración al gusto (o ausencia del mismo) del mandatario de turno, y vemos cómo se encadenan estilos neoclásicos, cesiones y regalos de Patrimonio o la Casa Real desde los años setenta con Adolfo Suárez hasta Felipe González y la irrupción de Aznar que introdujo los sofás tapizados de salón de casa pudiente que aguantaron hasta la llegada de Zapatero que aportó frescura al despacho presidencial con una línea al menos más contemporánea en mobiliario y alfombras o el cambio de tapices por pinturas de Dalí y Miró. Mariano Rajoy hizo un mix a lo largo de los años con varias de estas piezas (mesa de la Casa Real, sofás modernos de Zapatero y butacas Barcelona de Mies van Der Rohe) y está por ver si Pedro Sánchez da al menos un sentido y un proyecto a su despacho.
Este caso del despacho oficial del Presidente del Gobierno es muy ilustrativo y representativo de la cultura del diseño de todo un país, si bien la Sala de Recepciones (también mediática) ha ido por delante y luce desde hace años un estilo más minimalista, es en las dependencias presidenciales en las que entendemos la importancia que puede o no tener el diseño en los planes de un presidente. Similar a las oportunidades perdidas con las salas de prensa institucionales o presentaciones corporativas que tampoco apuestan por la cultura del proyecto y el diseño, que podrían actualizarse no por cuestiones estéticas sino de verdadera funcionalidad (atendiendo a criterios de obtención de buenas imágenes de prensa, ubicación de elementos, alturas, luces, reflejos…) teniendo siempre en cuenta que son el escaparate, como decíamos antes, perfecto para poder aprovechar, apoyar e impulsar sectores estratégicos para la economía valenciana como el mueble, la iluminación o el textil. Y no será por nombres, con empresas punteras en la Comunitat Valenciana que han sido escogidas en proyectos internacionales como las oficinas de Google, Netflix o Facebook. Firmas como Actiu, Point, Gandia Blasco, Viccarbe, Sancal, Expormim, Andreu World, Moblibérica, Punt, Capdell, Vondom, Enea, LZF Lamps o Almerich, sólo algunos nombres de tantas otras que, además, en septiembre desfilarán por la Feria Hábitat Valencia 2018 demostrando que, en diseño aplicado a mobiliario y espacios, la Comunitat es puntera internacionalmente, siendo así uno de los elementos esenciales para lograr una puesta en escena de éxito.