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La nave de los locos / OPINIÓN

La verdad o lo otro 

En el mes más decisivo del año, los políticos españoles esconden la verdad a los ciudadanos. Los actores principales de los partidos eligen “lo otro” para calmar a la población. Ocultan la verdad a un país que ha entrado en barrena

29/02/2016 - 

Los seres humanos están acostumbrados a elegir el reverso de la verdad. Lo necesitan porque la verdad, a veces, es una carga insoportable para ellos. Así, cuando cada mañana se miran en el espejo optan por la prudente decisión de mentirse. El autoengaño nos pone a salvo de la depresión o de la locura.

Los políticos saben que los ciudadanos sólo pueden aceptar cantidades muy moderadas de franqueza. Es más: pese a las protestas de sinceridad que a veces se escuchan y leen, mucha gente aparta la vista cuando la realidad, con sus dientes de sierra, le roza en el hombro. Si tenemos margen para evadirnos, lo hacemos. Si podemos obviar el trabajo sucio que algunos hacen por nosotros, lo hacemos. Está escrito que quien añade conocimiento añade dolor. Por eso muchos escogen una vida de ignorancia controlada frente los desastres del mundo. 

Todo lo que escribo me recuerda a un autor teatral hoy olvidado pero de gran éxito comercial en el pasado. Alfonso Paso, amigo de Alfonso Sastre en su juventud, fue uno de los dramaturgos más queridos por el público en los años sesenta y setenta. En una de sus comedias salpicadas de líos amorosos, un personaje le preguntaba a otro si quería conocer la verdad o “lo otro”, entendiendo “lo otro” por las mentiras que necesitamos para sobrevivir. 

En el mes más decisivo del año, los políticos españoles esconden la verdad a los ciudadanos. Ocultan la verdad porque esta hiere en un país que ha entrado en barrena

En el mes más decisivo del año, los políticos españoles esconden la verdad a los ciudadanos. Los actores principales de los partidos eligen “lo otro” para calmar a la población desasosegada. Ocultan la verdad porque esta hiere en un país que ha entrado en barrena. 

¿Por qué no dicen, por ejemplo, que somos una nación endeudada para varias generaciones, lo que obligará a hacer más recortes, gobierne quien gobierne? Se calcula que Bruselas exigirá como mínimo otros 8.000 millones de euros de ahorro en las cuentas públicas. 

¿Por qué ocultan que este Estado mastodóntico es insostenible y no ha cumplido la función de integrar a los territorios de España? ¿No sería más razonable reducir las autonomías a la mitad y anular las Diputaciones y el Senado? Así se podrían liberar recursos para la gente más necesitada, aquella que siempre está en boca de los líderes que más preconizan el cambio y el progreso. 

¿Por qué algunos se empeñan en hablar de una reforma de la Constitución para contentar a quienes tienen como única razón de ser la ruptura de nuestro país? ¿Por qué no les aplican el Código Penal como a cualquier delincuente? ¿Qué sentido tiene un Estado federal que agravará más la desigualdad entre territorios ricos y pobres?

¿Por qué callan también que somos un país viejo, lo que equivale a decir un país sin futuro, un país sin pulso en una Europa en decadencia? ¿Por qué no aclaran que habrá más recortes en las pensiones públicas? ¿A qué esperan para decirles a los parados de más de 45 años que abandonen toda esperanza de encontrar un trabajo digno?

Placebos y recetas milagrosas para España

Ocultan la realidad que viene porque saben que al enfermo —España— hay que administrarle la verdad en dosis mínimas. Al paciente, mientras tanto, debemos entretenerlo con placebos, recetas milagrosas y palabrería revestida de buenas intenciones solidarias, a falta de soluciones más eficaces, porque la caja —no lo olvidemos— está cada vez más vacía. 

Es probable que sigamos así hasta que los mentirosos subidos a las tribunas hayan agotado todas las palabras del diccionario. Para entonces, el gran engaño al que aludimos será visto hasta por el último ciego. Pero ya será demasiado tarde para reclamar. No habrá a quien. Los responsables estarán en paradero desconocido y, como es costumbre en este país, habrán huido con las espaldas bien cubiertas. 

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