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'EL CABECICUBO'

La vida es lo que hay entre dos partidos de fútbol

La2 cumple a la perfección su papel de televisión pública que debe dar una oferta cultural de calidad programando durante la Eurocopa el documental 'O futebol'

18/06/2016 - 

MADRID.  Gracias al fútbol se puede recordar hasta el sabor de los helados. Ves una imagen del Inglaterra - Camerún del verano del 90 y lo que te viene a la mente igual es la punta de chocolate y el culo de coca-cola del Colajet. Te ponen el cabezazo de Zidane a Materazzi en Alemania 2006 y lo mismo lo que te viene a la mente el mango y la vainilla de un Solero. 

Rige lo mismo para la vida sentimental. Con el gol de Goicoechea a Alemania puedes recordar un intercambio de masturbaciones en un parque público. Con el penalti que falló Hierro en Wembley contra Inglaterra, te pudiste enamorar de la persona de la que te divorciaste cuando la clavó Iniesta en Sudáfrica. 

Cuando Dinamarca fue campeona de la Eurocopa quizá recuerdes aquel campeonato porque ibas y venías de ver los partidos en una lustrosa mountain bike, una bici de cross con cambios ¡lo nunca visto! que te regalaron por sacar varios sobresalientes. Cuando Alfonso le marcó el cuarto a Yugoslavia en Brujas pudiste gritar desaforadamente para luego quedarte triste porque la habías cagado en selectividad y tus padres ni te miraban a la cara. 

Es lo que tiene vivir obsesionados con millonarios en calzoncillos golpeando las últimas versiones de lo que en un principio fue la vejiga de un cerdo, que no recuerdas tu vida por años, sino por Mundiales y Eurocopas. Sabes con quién viste cada cosa. Recuerdas que en algunas ocasiones te lo pasaste bien a pesar de la compañía gracias a Ronaldo Nazario Da Lima, pero que lo que iba a ser una cena maravillosa os la amargó Predrag Mijatovic. 

Conscientes de esta enfermedad, en el excelente programa de La2 'El documental', programaron el documental de ficción 'O futebol', que estará colgado en su web hasta el 27 de junio. La noticia televisiva de la semana para quien esto escribe. 

No es un documental al uso, aunque venga en cofre de ese género. Es más bien un mediometraje hiperrealista que tiene más que ver con el cine que no le gusta al público convencional,  "en el que nunca pasa nada", o el de "pues te paso el VHS de la boda de mi cuñado y es lo mismo"; cine que si es usted capaz de tragárselo aquí tiene una obra muy curiosa, tierna y emocionante, sobre las relaciones paternofiliales con el dichoso fútbol de fondo. 

Durante la celebración del pasado Mundial de Brasil, un padre y un hijo conviven juntos. Trabajan juntos, van juntos en coche y están de médicos y en el hospital... juntos. Durante todo ese tiempo no hablan mucho más que de fútbol. 

Bromean sobre que no hay ambiente de fútbol para lo que debería ser un Mundial en Brasil. El padre es capaz de recordar alineaciones enteras. Habla de los tiempos de Puskas, en el bar se le ve solo tomándose algo diciéndole al camarero que si conoce a alguien que sepa más de fútbol que él que lo traiga, que se lo ponga al lado, que le reta. Ya ven, ser el que más sabe de fútbol, no le arriendo las ganancias a esa persona dondequiera que esté. 

El balompié da lugar a muchas horas tirado delante de la tele, desengañémosnos, bastante aburridas, lo que genera conversaciones igual de banales que lo que se ve en la pantalla. Aquí, por ejemplo, el padre comenta que nunca ha entendido por qué Italia va de azul si su bandera es roja, blanca y verde. Dudas existenciales. 

Como todos, el padre también recuerda la tres cuartas partes de su vida según el calendario futbolístico. Es entrañable una escena en la que, como no tienen radio, aparcan el coche cerca del estadio donde se disputa un encuentro para ver si interpretando los cánticos del público logran averiguar cómo va el partido. 

También van cayendo enseñanzas importantes, el padre no puede dejar de trabajar para ir a ver un solo partido con su hijo. Dice que el Mundial no le paga las cuentas. Lo mismo debieron pensar muchos de sus compatriotas cuando vieron lo que su país se había gastado en estadios para albergar el campeonato, un dinero que muy podría haberse invertido en educación y seguir su senda de progreso con media docena menos de estadios supermodernos que ahora mismo no valen para absolutamente nada productivo. 

En 'O futebol' se supone que hacía veinte años que el padre y el hijo no se veían y lo que más tienen en común, de lo que más hablan, sigue siendo el fútbol. Es la cruda realidad, muchas veces, que conversaciones balompédicas, de política, o de lo que sea, se entierran las relaciones entre padre e hijos. Se deja de hablar de lo importante. O muy al contrario, se establecen nuevos códigos de comunicación, totalmente privados, en los que se intercambia la información necesaria y toda una filosofía vital comentando lugares comunes o no tanto como el que el fútbol ya no es lo que era. 

Este documental recuerda a su manera a 'Al doilea joc', del brillante director rumano Corneliu Porumboiu.  Allí un hijo se encontraba con su padre para volver a ver un partido entre el Dinamo de Bucarest y el Steaua de Bucarest que su progenitor había arbitrado años atrás. Juntos recordaban la época comunista, las peleas que no salían en el vídeo porque los realizadores estaban forzados a ocultarlas y sobre todo las amenazas que recibió el padre durante aquellas semanas previas al encuentro, que aterrorizaron a toda su familia. El Dinamo era el equipo de la policía y el Steaua, del ejército. Ambos se disputaban el control del estado y la rivalidad en el fútbol era absurdamente semejante. 

La prueba de la fuerza que tiene el fútbol es que cuando este documental se estrenó en Rumanía, los jugadores que disputaron el encuentro acudieron invitados, casi treinta años después, y en lugar de filosofar sobre las relaciones paternofiliales lo que hicieron fue ponerse a discutir por lances del juego "¡eso fue falta!", "¡cómo que eso no fue fuera de juego!"

Es evidente que a los aficionados, por muy alejados momentáneamente que se encuentren de su pasión, al final esta siempre termina aflorando. Ya sea en recuerdos como los anteriormente citados, en alguna discusión o en un partido que se vuelve a ver y de repente saca al hooligan que todos tenemos dentro. Es un hecho que forma parte de la vida de mucha gente y eso, hay que decirlo, del todo malo no es. Es incluso bonito, sobre todo como en este caso, cuando una televisión privada se gasta una cantidad aberrante de dinero en los derechos de la Eurocopa para emitir los partidos y, mientras tanto, la televisión pública, la de todos, contraprograma también con el fútbol, pero con una excelente película, sensible y singular, como esta, impensable en los circuitos comerciales. Gracias. 


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