La actriz alicantina, maquilladora e influencer trans participa en la serie 'Veneno' en la que Los Javis narran para Atresplayer la vida de La Veneno, controvertido icono LGTBI
ALICANTE. Dicen que en el punto medio está la virtud, pero ¿cómo se llega a ese centro? ¿Se puede llegar haciendo una media de lo que nos computa en los dos extremos? Si es así, ahí está entonces la clave del éxito de Cristina Ortiz Rodríguez, La Veneno, que conquistó al público en su faceta de estrella televisiva de los noventa. Ni puta ni santa —como reza el título de sus memorias— o más bien las dos cosas.
No es ningún secreto que ejerciera la prostitución, ni tampoco era poco conocido su sufrimiento por la marginación y discriminación que vivía el colectivo transexual en aquella época. Una dramática experiencia que podría haberle hecho mártir de la causa, pero que acabó convirtiéndola en víctima de sí misma, porque nadie es perfecto.
Sin embargo, ese sufrimiento televisado —aunque caracterizado de diversión— sirvió para poner voz y rostro al colectivo, quizá sin saberlo ni pretenderlo. Quizá, incluso, sin que sucediera en aquel entonces, sino que es ahora cuando, quien quiere, puede apreciarlo. En la distancia y después de muchos pasos avanzados.
Ese debate se abrió en aquel momento con su aparición en la televisión y se reactivó después cuando salió de la cárcel y regresó a los platós, pero ahora se está reviviendo de nuevo con el estreno de la serie que cuenta su vida. Veneno, el proyecto de Atresplayer Premium —escrito y dirigido por Javier Ambrosi y Javier Calvo— se estrenó el pasado 29 de marzo, pero no ha podido seguir el curso habitual de emisión debido a la suspensión temporal del rodaje.
La plataforma decidió seguir adelante con el estreno pese a no poder continuar con los capítulos. Una situación que ha venido ocasionada por la crisis del cornavirus y que hará esperar a los espectadores para seguir conociendo los entresijos de una trama que ya ha conquistado tanto al público como a la crítica. Y es que Los Javis lo han vuelto a hacer.
Una legión de fieles seguidores espera ya las próximas entregas del nuevo proyecto de los creadores de la exitosa Paquita Salas. El estreno de Veneno ha sido con creces el más visto de la plataforma audiovisual Atresplayer, muy por encima de cualquier otra producción propia que hayan presentado. Falta por ver cómo sigue la historia, que no se retomará hasta que amaine la tormenta.
El primer capítulo es una introducción, con principio y fin, donde se presenta a los protagonistas. Obviamente, también se plantea el punto de partida, que es el encuentro entre La Veneno y Valeria Vegas, periodista que encontraría en ella la inspiración para iniciar su transición de hombre a mujer y que posteriormente escribiría la historia de quien ahora es un icono LGTBI. Relato novelado que sirve de inspiración para la serie, que cuenta con la aportación alicantina de Álex Saint.
Ella tiene 29 años, es de Orihuela, maquilladora y ahora también es actriz. Acudió por casualidad al casting de Veneno acompañando a su amiga Jedet, a quien había maquillado para la prueba. Un trabajo de caracterización muy logrado que le sirvió para llamar la atención de Los Javis, que poco tardaron en incluirla en el equipo. “La caractericé de La Veneno en su época del Misisipi y, cuando fue al casting, Ambrosi se emocionó al verla por su gran parecido”, recuerda. Sin embargo, pensaron que también podría encajar en uno de los papeles del reparto. Le animaron a presentarse y ahora está alternando el maquillaje con la interpretación. Iba por casualidad y acabó llevándose a casa dos trabajos.
La historia se narra a través de múltiples flashbacks y flashforwards, así que su personaje aparecerá en el siguiente capítulo, pero se ubicará en la época más contemporánea que narra la serie, la etapa final de La Veneno. Sin hacer spoiler, cuenta que “es un pequeño personaje de reparto que aparece en tres o cuatro capítulos, pero es cierto que marca un antes y un después para Valeria”, interpretada la actriz Lola Rodríguez.
Esta es su primera incursión en el mundo de la interpretación, aunque acumula cierta experiencia profesional muy sólida como maquilladora. Ha trabajado con Aitana, Ester Expósito o Dulceida, entre otras, y ha participado en campañas publicitarias de grandes marcas como Mac o Yves Saint Loran. Aun así, en esta faceta también confiesa que esto ha sido algo totalmente nuevo para ella. “Mi maquillaje es social, para celebrities y campañas; yo me dedico a hacer alfombras rojas y cosas así, pero nunca había hecho ficción”, explica. Mariló Osuna, que es la jefa de maquillaje en la serie, sí se dedica a esto desde hace más de treinta años. “Ella me ha enseñado tanto, tanto, tanto… que lo que he aprendido es impagable; yo maquillaba pues como podía maquillar para una alfombra roja, pero eso era demasiado perfecto", describe.
“El objetivo no era ese, porque aquí los maquillajes no son para estar guapa sino pensando en otras características”, explica. Las pieles tienen que ser más naturales y hay que adaptarse al personaje. En esas quince horas diarias de rodaje, cada miembro del equipo tiene unos personajes asignados. “Yo estaba encargada de maquillar a Mariona Terés y al principio Mariló me decía que no la dejara tan bien maquillada porque tenía que parecer que se había maquillado ella; ha sido como una deconstrucción, porque estar haciendo siempre las cosas de una forma y tener que hacerlo ahora de otra, pues ha costado, pero me ha servido para aprender un montón y lo he disfrutado muchísimo”, afirma.
Con Ester Expósito empezó a trabajar a la par, tanto dentro como fuera de la serie. Ella es imagen de Yves Saint Loran y empezaron juntas, al igual que en Veneno. “Es muy fácil trabajar con ella; estoy enamorada de ella”, afirma. Según cuenta, entiende mucho de maquillaje y eso le hace ponerse algo nerviosa. “Tiene veinte años y yo no he visto en la vida a una persona más profesional, siempre enfocada en el trabajo y siempre perfecta”, detalla.
Dulceida, Aitana o Ester Expósito son, para ella, buenos ejemplos de mujeres jóvenes y trabajadoras. “Son un diez, porque son fuertes, inteligentes y luchadoras, así que lo que ahora tienen se lo han ganado currando; yo las miro y me siento orgullosa de mujeres como ellas”, afirma. Como también lo es Jedet. “Es una artista y llevaba mucho tiempo preparándose el papel, pero además es que ella la adoraba; cuando la miro en el papel no veo a mi amiga, sino que parece que esté viendo a La Veneno”.
“Cuando me propusieron que me presentara, avisé de que yo esto no lo había hecho nunca”
Pero para que Jedet y Álex Saint aparezcan en la serie, habrá que esperar a los próximos capítulos. “Cuando me propusieron que me presentara, avisé de que yo esto no lo había hecho nunca, aunque es cierto que sí había tenido siempre la ilusión de hacerlo; me dijeron que esto había que descubrirlo”, explica. “Ha sido una experiencia increíble participar en el casting que han dirigido Eva Leira y Yolanda Serrano, que desde el principio me han hecho sentir muy cómoda”, afirma.
Le enviaron una separata para aprenderla antes de ir a la prueba y, con el texto memorizado, comenzó a actuar. En un primer momento hubo nervios, sí, pero la presión fue in crescendo. “El primer día estaba temblando, pero creo que conforme iban pasando los días me ponía cada vez más nerviosa porque iba tomando consciencia de lo que estaba haciendo; cada vez se iba haciendo todo más real y se ampliaban las posibilidades de que me dieran un papel”.
“No tengo palabras para dedicarle a Los Javis todo mi agradecimiento; son muy sensibles y están haciendo todo esto de verdad, honestamente, por todas las personas trans, por todo el colectivo”. “Ellos me han cambiado la vida porque ha sido una experiencia tanto a nivel profesional como a nivel personal; esto es para mí un antes y un después”.
Los Javis y Álex Saint comparten una buena amiga en común, Dulceida, a quien la alicantina suele maquillar a menudo para sus grandes citas. Nunca habían coincidido, pero los creadores quizá conocían parte de su trabajo a través de su amiga. “Supongo que me tenían vista y sabían que era maquilladora, pero nunca nos habíamos conocido en persona; yo creo que fue todo a raíz del trabajo que hice en la caracterización de Jedet”, explica. Lo cierto es que encajó a la perfección en sus dos facetas y cumplieron su sueño.
Todos estos detalles corresponden a una época de su vida, esta última, muy feliz. Sin embargo, no siempre ha sido así, aunque sí es cierto que todo aquello que ha vivido le ha hecho ser como ahora es. “Ni todo es súper malo ni todo es súper bueno nunca”, asegura. Ha pasado épocas muy difíciles por ser una persona diferente desde que era pequeña. “En el colegio me han hecho mucho bulling siempre y, en el instituto quizá no fue tan duro como en el colegio, pero también”, detalla.
Orihuela es una ciudad con casi ochenta mil habitantes, pero ella se ha sentido como en un pequeño pueblo donde destacaba demasiado. “Ser diferente siempre es más duro; yo siempre me he sentido como la apartada, la fracasada o el bicho raro… y creo todavía habrá mucha gente que hoy en día se siente así”, explica. Y, en su opinión, todavía queda mucho camino por recorrer en la igualdad del colectivo trans desde los colegios e institutos.
“He pasado tanto tiempo sola que ahora no lo estoy pasando tan mal”
“Seguramente yo hoy no sería como soy ahora sin haber vivido aquello; todo eso me ha dado recursos que estoy descubriendo ahora en el confinamiento”, comenta. Se refiere a la soledad. Un sentimiento que le ha endurecido. Para bien o para mal, sentirse muy sola durante mucho tiempo ha hecho que ahora esto no le resulta tan duro como debería. “He pasado tanto tiempo sola en mi adolescencia y juventud que ahora estoy acostumbrada; no lo estoy pasando tan mal”, asegura. Pero en estos momentos su soledad no es total. Está en casa de sus padres, en familia. Pero ha vuelto a la habitación en la que creció y está desempolvando recuerdos. “Veo cosas de mi adolescencia y estoy haciendo un remember positivo que me está sirviendo para ver dónde estaba y lo que he conseguido”, describe sobre ese balance.
No recuerda no ser diferente. “Desde que tengo uso de razón, sé que soy distinta; no sabía en qué, pero sí sabía desde pequeña que yo no encajaba”, explica. Era habitual que se sintiera incómoda con la ropa con la que le decían que se debía vestir. Le decían que los chicos no hacían las cosas que ella hacía, así que desde pequeña le iban descuadrando las cosas. Y entre tanto desasosiego, encontrar un oasis en el desierto fue para ella su salvación. Tuvo su primera pareja con catorce años. “En todo ese caos, encontrar a alguien que me quisiera como yo era fue decisivo”, recuerda. Una relación amorosa, con un chico, que se acabó convirtiendo en una duradera amistad. “Han pasado quince años ya, pero tenemos una relación muy bonita y hablamos a mendo”.
A veces es difícil poner fecha a una transición que se alarga en el tiempo. En su caso es así, y aunque recuerda que tras esa relación se dio cuenta de que él no era un chico gay, decidió tratar de encajar en un rol forzado, como si tuviese que obedecer a una fuerza mayor. Fue su proceso de negación al certificar que, efectivamente, era transgénero. “Durante ese periodo sentí que no estaba viviendo mi vida y que estaba en una cárcel”, explica.
Se había cortado el pelo y se había apuntado al gimnasio para tratar de masculinizarse, pero fue inútil. “Volví a dejarme el pelo largo con veinte años y así fue como me di cuenta de que algo nuevo me iba a pasar”, describe. Aun así, siguió bloqueando sus sentimientos hasta los 25 años, aproximadamente. “El punto de inflexión fue un trabajo como fotógrafa en el restaurante Heart Ibiza, de los hermanos Adriá y el Circo del Sol; fue un verano maravilloso”, recuerda. Formaba parte de un equipo artístico de 25 personas con las que compartía momentos extraordinarios. Incluso tuvo pareja durante esos seis o siete meses. Todo era maravilloso y sin embargo no lograba estar completa. “Me lo pasaba genial, tenía dinero y un chico maravilloso se había enamorado de mí… yo también estaba enamorada… pero aun así no era feliz”, recuerda.
“Si no lo vives en tu piel, es muy difícil explicar lo que se siente, pero es como si fueras un espectador en tu propia vida; es como si estuvieras viendo tu vida desde fuera”, describe. Por mucho que consiguiera en la vida, no se sentía más afortunada sino más desgraciada. “Es como si estuvieras en un videojuego manejando a personaje”, apunta. Ahora, sin embargo, es feliz con las cosas pequeñas. “Disfruto con irme a cenar con mis amigas, mientras que antes, para poder sentir algo, tenía que conseguir cosas muy grandes en mi vida laboral, por ejemplo”. Necesitaba más y más para poder llenar ese hueco en su vida personal, pero era algo que nunca podía llenar.
La transición desde la infancia es para ella uno de los caminos para la integración del colectivo. “Cuanto antes se identifique, antes se puede empezar a hacer cosas para mejorar la calidad de vida de esa persona”, explica y recuerda como una madre le escribió recientemente para contarse que su hija podía ser trans. “Le decía que ella era una niña y no entendía por que le decían que era un niño y a mí cuando me lo contó se me ponían los pelos de punta”.
Es por eso que proyectos como este ayudan a pelear por esa igualdad necesaria. “Los iconos o las personas que se convierten en referentes no tienen que ser perfectos”, sentencia Alex Saint. La Veneno no lo era, como no lo somos ninguno, pero es que además ella no quería serlo. “No intentaba ser una activista trans ni luchar por el colectivo, sino que peleaba por ella misma, porque su vida era una lucha constante desde que nació hasta que murió”, afirma. “Es un ejemplo de una persona que, sin saberlo, estaba visibilizando la realidad de muchas personas trans de aquella época”.
“He vuelto a ver sus entrevistas en las que ponían en duda todo lo que decía y se reían de ella cuando contaba que le habían metido en una cárcel de hombres, algo que hoy en día sería impensable”, explica. La Veneno se ha convertido en un icono ahora, pero en aquella época era un personaje más de la televisión porque tenía mucho carisma y te quedabas enganchado a la tele cuando la veías aparecer; era una persona muy auténtica y muy real”
La mayoría de las personas trans antes no tenían más oportunidades que ser prostitutas y ella contaba precisamente eso en la televisión, pero su trágica historia sonaba a risa. Resaltar lo ilógico de eso es, precisamente, imprescindible para seguir avanzando en la conquista de los derechos del colectivo. “Surgen contra nosotras ideas políticas radicales que nacen del miedo y la ignorancia, pero no podemos dar ni un paso atrás; no se puede dar por sentado lo que hay luchado hasta ahora, porque esto es una lucha constante y nos toca a todos seguir peleándolo”, sentencia. Ella ha tenido la oportunidad de demostrar todo su talento. Algo que todo el mundo merece y que nadie debería poder arrebatar.