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TIEMPOS POSTMODERNOS / OPINIÓN

Los costes económicos del nacional-populismo

Que no nos líen. Sólo juntos podemos ocupar la posición que nos corresponde en Europa

15/10/2017 - 

Durante la actual ronda de negociaciones de la Unión Europea con Gran Bretaña sobre el Brexit, se ha podido percibir la confusión que reina en este último país. Ha pasado ya más de un año del referéndum que dio lugar al Brexit y nadie sabe con exactitud cuál va a ser la postura británica, que no conoce ni la propia Theresa May. Es ahora cuando gran parte de la población que se dejó llevar por todo tipo de exageraciones (e incluso mentiras) vertidas sobre los beneficios económicos que les reportaría el Brexit empieza a darse cuenta de que les han tomado el pelo. Cayeron en la explicación fácil y populista de que los problemas generados por la crisis eran consecuencia de la pertenencia a la UE y que bastaría con salir de ella para que el Reino Unido volviera a tomar sus propias decisiones (como diría Theresa May en su célebre declaración en la Cámara de los Comunes anunciando el Brexit). Al final, el propio partido conservador acabó adoptando los postulados (por llamarlos de alguna forma) que habían esgrimido los populistas encabezados por Nicolas Farage y el UKIP, argumentos que nadie, ni entre los Conservadores ni los Laboristas combatió con la necesaria convicción. Promesas de menores impuestos (al no tener que contribuir a Bruselas) sonaron como cantos de sirenas que arrastraron al Reino Unido hasta su situación actual.

Precisamente durante este mes de octubre están previstas una serie de marchas en el Reino Unido, una muy importante movilización ciudadana de los partidarios del “Remain”, los que habían confiado en que su país no abandonaría la UE y que, para su desgracia, se mantuvieron demasiado en silencio durante las semanas previas al referéndum de 2016. Ironías del destino, dicha movilización coincidió con otra, mucho más cercana a nosotros, formada por ciudadanos procedentes de Cataluña y del resto de España que, a semejanza de los británicos, no son partidarios de la secesión, y que por lo general, se denomina mayoría silenciosa. De modo similar al del Reino Unido, esos centenares de miles de españoles eran aquéllos que hasta ese momento habían confiado en que sus gobernantes no cometerían la temeridad de dividir la nación española.

La primera ministra británica, Theresa May.

Por desgracia, la analogía entre ambos casos es sorprendente. Ambos se han visto abocados a una situación económica real que supone, en el caso británico y puede suponer, en el catalán, un empobrecimiento de sus ciudadanos y límites a su crecimiento a largo plazo, desmintiendo por la fuerza de los hechos las halagüeñas promesas de sus instigadores. Paul de Grauwe, catedrático de la London School, ha señalado ya la paradoja que ha supuesto el Brexit para Gran Bretaña y que también podría afectar a Cataluña: en un mundo globalizado, cuando los nacionalistas creen buscar una soberanía mayor y formal, lo que logran es una soberanía inferior para el pueblo. En lugar de recuperar el control, terminan con menos. En ambos casos los ciudadanos han sido víctimas de esa clase de políticos, los nacional-populistas, que han florecido durante esta última década y que están socavando el funcionamiento de economías avanzadas y democráticas, a las que creíamos inmunes ante proyectos propios de repúblicas bananeras.

A lo largo de los últimos cuarenta años, Gran Bretaña y España han mostrado, de forma sistemática, tasas de crecimiento del PIB muy semejantes. Como puede verse en el gráfico (que incluye también las previsiones para 2018-2020), y con un pequeño retardo cíclico, tanto las fases de expansión como de recesión han tenido muy similar duración y alcance en ambos países. Sin embargo, la mayor diferencia se aprecia en la crisis reciente, de la que Gran Bretaña salió bastante antes que España y con menor deterioro, gracias a que el Banco de Inglaterra realizó las medidas de expansión cuantitativa antes que el BCE. Esto muestra que los británicos habrían podido continuar manteniendo sus peculiaridades y su independencia dentro de la eurozona y que, durante los años del euro han crecido a buen ritmo, al beneficiarse también de las ventajas de la moneda común a través de su sistema financiero. Sin embargo, el Reino Unido ha experimentado un descenso en su crecimiento desde el anuncio del Brexit, mientras España continuaba la recuperación. Incluso tras la moderación esperada el año próximo, se está creando una brecha entre ambos países.

Manifestantes contra el Brexit, en Londres.

El pasado 6 de octubre, en mitad de la actual crisis separatista en España, el Fondo Monetario Internacional publicó las perspectivas económicas para nuestro país, donde aumentaba la cifra prevista de crecimiento hasta un 3.1% este año (0,5 puntos porcentuales más que uss previsiones del pasado abril), aunque el economista jefe del FMI, Maurice Obstfeld hacía la salvedad de que la recuperación se podría ver comprometida si la inestabilidad política española no se resolvía con celeridad. Respecto a las cifras para la economía mundial, mejoran también las perspectivas económicas de la mayoría de países avanzados, con la excepción del Reino Unido.

Recordemos que en 2017 se va a cumplir con el objetivo de déficit público previsto dentro del Procedimiento de Déficit Excesivo del que saldríamos en 2018, donde la propia Comisión Europea admitía que nuestro país reduciría el déficit por debajo del 3% (un 2.5%). La recuperación española está siendo, hasta la fecha, fuerte y equilibrada (en palabras del FMI) gracias a las reformas estructurales que la han hecho más competitiva, flexible y con capacidad de recuperación. Pero, como bien sabemos, tanto el desempleo como el endeudamiento (interno y externo) continúan siendo demasiado elevados y sólo con la reducción de ambos España podrá retornar a un crecimiento sano y equilibrado.

Da la impresión de que los españoles no confiamos en nuestra propia capacidad para superar dificultades y que, en cuanto las situación empieza mejorar, encontramos la forma de torpedearla. En este caso, podemos perder la oportunidad, que se nos abría con el Brexit, de unirnos a Francia y Alemania (también a Italia) para liderar las reformas económicas e instituciones que debe acometer la UE para asegurar su futuro. En lugar de ello, volvemos a ser un foco de inestabilidad y preocupación para nuestros socios, como ya advierte Daniel Gros en Project Syndicate. Que no nos confundan, que no nos líen los nacional-populistas. Sólo juntos podemos ocupar la posición que nos corresponde en Europa, como país sólido y fiable que en realidad somos. Que los aventureros oportunistas calmen su sed de poder en otra parte: aquí no los queremos.

Tasa de crecimiento real del PIB. Tasa anual (1980-2020).

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