VALÈNCIA. Una de las bandas más referentes del rock hecho en València son Los de Marras con siete discos a sus espaldas y centenares de conciertos, han jalonado la historia del rock de la ciudad con álbumes de la talla de Surrealismo (2014) o Vulnerable (2007).
Los de Marras son un grupo que ha logrado traspasar fronteras, tocar en enormes festivales llenos de un público entregado y que siguen publicando elepés de alto nivel. Su último redondo, Peligro Esperanza (2021) está siendo todo un éxito. Este verano apenas han parado de tocar en directo, desde su concierto en Viveros hasta el concierto que ofrecerán en el Tomate Rock en Buñol el 2 de septiembre, han logrado recorrerse toda la geografía española.
Muchas de las noches de rock de mi juventud la viví en conciertos de Los de Marras. Grupo clave para entender el rock de la ciudad, y otra de las bandas que junto a Transfer o A Piko y Pala salieron de la efervescente escena rock de Benicalap de finales de los 90 y principios del 2000. Para hablar con Agustín Crespo, vocalista y letrista del combo, elegimos el emblemático local, El Volander (Navarro Cabanes, 25), uno de esos especio culturales que siguen siendo esenciales en la ciudad por su interesante programación. Toni, uno de sus dueños, subió la persiana del garito, con toda la magia que rezuma, para permitirnos pasar unas horas navegando por la historia de la banda, que también es historia de la música de València.
Dos cervezas fría y viajamos en el tiempo hasta mediado de los 90. “En el 95 estaba Iñaki (guitarra del grupo) y la banda hicieron una maquetilla muy casera, y en el 97 entré yo”, recuerda Crespo. “Fue por un amigo común que me dijo: tío, un grupo de Benicalap, que se llama Los de Marras se han quedado sin guitarrista, ¿te interesa o qué? Y él sabía que a mí me molaba mucho. Llamé a Iñaki, y ahí me fui con mi guitarra y mi ampli, y ya llevo 25 años”, apunta en cantante.
Cualquier banda antes de comenzar sacando un disco entero, se fogueaban con la grabación, habitualmente con mal sonido, de una maqueta. Una especie de adelanto para comprobar cómo sonaba la banda. “En el 98 es cuando sacamos la maqueta, por una cara era A Piko y Pala y por la otra Los de Marras. El casete fue lo primero que hicimos”, señala. “Cuando yo entré estábamos Iñaki y yo, y luego Julián y Dani, grabamos la maqueta y al poquito Julián y Dani se fueron, y luego nos quedamos Iñaki y yo solos en la banda y estaríamos durante un año o año y algo, y nos echaron un cable el Aris, el Cono y gente de A piko y Pala, uno tocaba un instrumento, íbamos sacando cositas, preparando lo que sería nuestro primero disco, Precede pero con la ayuda de ellos”, rememora.
Aunque el grupo no estaba completado, la ayuda de otros músicos y amigos fue esencial en aquellos primeros compases. “Y ahí se fue gestando. Y ahí conocimos a Fran que era un bajista, que su prima conocía a un chico que tocaba la batería, que era Pau y ahí ya montamos lo que fue el germen de Los de Marras, que fue donde salió el disco Precede”, comenta.
Precede fue el primero álbum del combo, sus inicios en la grabación y producción, pero antes de llegar ahí, el grupo quería ponerse a prueba. Y fue el tema, Diosa de la Noche la que les inoculó el ímpetu necesario para grabar su primer plástico. “Lo primero que hicimos fue grabar Diosa de la Noche para ver cómo sonábamos como banda, ¿somos una banda con capacidad para hacer un disco? La grabamos y de ahí nos fuimos al garito de Fran a escucharla. Buah, flipamos: hostia, tío, esto suena a rock and roll, podemos hacer un disco, y como críos que éramos, porque Iñaki y yo teníamos 24 o 25, pero estos dos tenían 17 o 18, había una diferencia generacional muy grande. A partir de ahí grabamos Diosa de la Noche y nos tiramos el rollo a grabar el Precede”
Como otras bandas de Benicalap de la época, Los de Marras también tenían una idea clara: ser dueños de su proyecto. La autogestión, algo que ahora parece más sencillo subiendo las canciones a Bandcamp o Spotify, a finales de los 90 y principios del 2000 seguía siendo un trabajo arduo y costoso. La autogestión también era un modo de entender la música. “Lo grabamos, pero todo autogestionado, pero hasta la autogestión máxima”, recalca Crespo. “Hacíamos copias en ordenador, le poníamos la pegatina, los que nos conozcan de aquella época lo tendrán todavía, le poníamos la pegatina y lo vendíamos a 500 pesetas en los conciertos”, explica.
El éxito les llegó rápido y la demanda por el álbum se disparó. Algo genial para el grupo porque con el dinero podían mejorar algunos aspectos del disco. “Había un momento que nos sobrepasó, vendimos un montón y no podíamos llevar las cuentas, y cuando ya tuvimos un poco de pasta hicimos un libreto chulo, en condiciones, y ya hicimos copias por nuestra cuenta y lo seguimos vendiendo con el libreto y todo, para mantener la ética a 3 euros, con un libreto currado”, señala el cantante.
Aquella primera gira, con un disco que se vendía como churros, debió ser inolvidable para esos cuatro chicos todos muy jóvenes. “Lo recuerdo muy chulo. Muchos conciertos con Transfer, con A Piko y Pala, recorriendo muchos sitios con mi furgoneta y con la de Iñaki. Todo era nuevo, todo bullendo, todo empezando”, señala emocionado.
El segundo elepé tiene uno de los títulos más curioso que he leído, con dos conceptos a priori antagonistas: Gritos de Mimo (2003) “Cosas que se me ocurren, me gustan los jueguecitos de palabras”, comenta. El título y la portada llaman poderosamente la atención algo necesario en una época donde la imagen tiene un enorme atractivo. Y encima la portada, algo que no sabía, tiene una historia muy particular. “Como quería venderles el nombre al grupo, me fui con un colega y me hice fotos, el de la portada soy yo, y el de la contraportada y el libreto soy yo de mino. Así que les conté la historia de que me fui a Altea, y me encontré un mimo, y le he hecho estas fotos y me ha venido gritos de mimo, ¿qué os parece? ¡De puta madre, cómo me mola el nombre y la historia!, dijeron. Y luego les dije, soy yo (risas) fue divertido porque les moló la historia. Me disfracé y encima no me reconocieron (risas)”, relata Crespo.
Los de Marras tienen muchos fuerte pero uno de sus mayores virtudes son las letras de las canciones, composiciones que te llegan y que te transmiten cercanía. Agustín es el autor de las letras. “La creación de las canciones es como me venga a mí”, apunta. “En este último disco, por ejemplo, había un momento en que no tenía nada y la primera canción que me surgió fue Me Arremango, que ahora hemos sacado un videoclip, y esa canción habla de la presión de un papel el blanco, de comenzar a escribir y a partir de ahí, que fluya”.
Cada disco refleja el momento por el que atraviesa el grupo. Las letras son cercanas porque Agustín es cercano, porque vive a pie de calle, porque se interesa por diversos asuntos, porque su periscopio siempre está oteando la vida. “En ningún disco hemos planteado nada, es lo que me va surgiendo a mí y van surgiendo canciones y a partir de ahí yo las llevo a la banda y, esta mola, esta no mola, esta vamos a mejorarla… y así funcionamos. No tenemos ninguna regla”, señala.
Los de Marras apuestan por letras con mensaje, que te hagan pensar y replantearte las cosas. Letras comprometidas. “Eso al final es una forma de vivir”, dice. “Nosotros tenemos un compromiso social en la vida, si tú tienes un compromiso social en la vida, respetarás a tu mujer, serás antirracista por naturaleza. Es un compromiso vital”. Al final, lo que eres, sientes y piensas lo transmites en tu música y en tus letras. Ellas son una extensión de ti. “Entonces tu compromiso vital lo llevas a la música, por eso te digo que soy un contador de emociones, de emociones que tenemos en el día a día. Si luego conseguimos que tenga algo de ironía, que te toque la patata, que te rasque, pues guay, ese es nuestro palo”, remata.
Con letras dotadas de profundidad, es normal que calen en muchas personas, que permeen en sus vidas y que en ocasiones les ayuden en estas. “Sí, nos cuentan muchas cosas, que incluso muchas cosas nos superan”, apunta Crespo. “Nos viene un chico que lo habían operado de un tumor cerebral y era músico, y a causa del tumor cerebral perdió el oído, y ya no podía ser músico, pero en el transcurso de la quimio vino con su madre al local a darnos las gracias por la canción de Hoy, porque fue la canción que les ayudó a pelear en la quimioterapia hasta que lo operaron. Tenemos cosas emocionantes a nivel de patata”, comenta.
Los de Marras han participado activamente con la Asociación Piel de Mariposa, que trabaja para lograr fondo para la investigación de dicha enfermedad. “Yo la conocía por mi mujer, y comenzó a contarme y yo empecé a buscar cosas”, comenta. Agustín utiliza esas emociones y vivencias para transformarlas en canciones. “De las emociones formo canciones, me empezó a emocionar y lo transformé en una canción, Piel de Mariposa. Creemos que hay gente que ha conocido la enfermedad gracias a nosotros. Y todo lo que se genere, ojalá algún día se generara, esa canción es para ellos, todo lo que genere de pasta es para ellos”, comenta. La asociación tiene una tienda solidaria en la calle Dolores Marques, 30.
Aunque todo el camino hay que disfrutarlo, los primeros momentos, esos primeros pasoso llenos de incerteza, será inolvidables. La huella de Transfer ha sido muy grande y valiosa para muchas bandas. Ellos abrieron camino. “Cuando conocí a Iñaki llegué y dije, hostia ensayan donde Transfer”, recuerda. “Para mí Transfer eran un referente, yo tenía su disco y recuerdo que tenía un seiscientos, yo tenía un seiscientos (risas). Recuerdo irme con un amigo, vivíamos en el Barrio del Cristo y nos poníamos en la puerta del cementerio con nuestras birras y nos poníamos la cinta de Años de Rock´n´Roll y de Malos Momentos (1994), el primer disco de Transfer (risas) y mi colega y yo flipando y tal, y cuando nos dijeron que ensayábamos donde ellos, flipamos. Cuando llegué allí y los conocimos como personas, y hubo momentos muy muy guapos, de algo mucho chulo que lo notabas”, recuerda.
Aquella época pasó. “A nivel de bandas, unos entran, otros salen, cada uno elige su camino. Al final Aris está con Sin Propina, y como banda de aquella época los únicos que continuamos somos nosotros, por circunstancias”, comenta.
Los de Marras cuentan en su discografía con siete discos, entre ellos el que les catapultó como un cohete al espacio exterior del rock, alcanzando mucho más público que en sus anteriores elepés, Surrealismo (2014) es un disco indispensable en la carrera de la banda. El combo también grabó un disco y dvd en directo, Sucede (2019), en dos noches mágica en la sala Repvblicca, algo al alcance de pocos. “Llevábamos muchos años y la gente nos lo pedía. Siempre éramos muy reticentes y en ese momento nos sentimos con fuerza y va, tío, toca, ahora sí que vamos a hacerlo guay”, comenta.
Si hubo algo en el confinamiento que nos mantenía a todos con el ánimo estable era la esperanza. Una esperanza que a veces menguaba y otras retornaba a su mayor valor. Peligro Esperanza es un título brillante para una etapa tan incierta y desoladora como la que hemos vivido. “Siempre para sacar el nombre del disco hacemos una lluvia de ideas en wasap, y cada uno va contando su movida, y al final a mí me salió Peligro Esperanza y lo lancé”, comenta sobre la creación del título.
“Y era un poco como Perdita Durango, me sonaba así como rollo Billy El Niño, como muy vaquero, como El Llanero Solitario, pero con toda la connotación de que llegó un momento dentro de la pandemia en que, ya salimos a tocar pero cuidado, cuidado, era hasta peligroso tener esperanza”, recuerda. “Y venga otra ola, otra hostia, y era hasta peligroso tener esperanza. Y por otro lado, le pegas una vuelta, y peligro esperanza era como si sales de esta o sales de algo complicado, pues te cargas mucho de esperanza. Cuidado que somos peligrosos porque estamos llenos de esperanza. Puedes jugar con las dos formas de verlo”
Las composiciones de álbumes durante pandemia daría para un libro, casi todo el mundo suele coincidir en las complicaciones de no estar presentes, de no ensayar, de hacer cada uno su parte, como si fuera una música frankenstein, a jirones. “En casa me iban saliendo las cosas. Contágiame fue la que hicimos por videoconferencia y luego la juntamos”, comenta. “Cuando nos dejaron salir la hicimos en el local, hicimos un videoclip y la hicimos por separado, y esa la hicimos en el local de ensayo, luego la masterizó Enrique Soriano. Y luego fuimos sacando el material que teníamos en los ensayos cuando podíamos y dependiendo de las restricciones, claro. Ya no nos acordamos, pero había un momento en que no nos podíamos juntar diez, no nos podíamos juntar ocho… La memoria se pierde rápido”.
La pandemia parecía no terminarse, de pronto estabas inmerso en una ola y en unas semanas la calma regresaba. Era difícil planificar. “De hecho cuando estábamos grabando llegó una ola, no me acuerdo cuál era, y ya no podíamos estar en el estudio todos, cuando normalmente hemos hecho los discos y todos escuchábamos todo. Fue muy complicado, muy chungo”, comenta.
Y llegó el momento de salir a tocar, de volver a coger los instrumentos. Era la nueva normalidad, concepto que ya hemos casi olvidado. “Cuando dejaron tocar con la gente sentada, como teníamos tantas ganas de tocar, tocamos dos fines de semanas seguidos. Tocamos sábado por la mañana, sábado por la tarde y domingo por la mañana y domingo por la tarde”. Hicieron un pequeño tour por la ciudad, apoyando, como siempre, a los locales que lo estaban pasando muy mal. “Y tocamos en el 16 Toneladas, y en todos los garitos de aquí de València para darle rollo. Con todo el miedo que tenía la peña, aun así vino gente, y la gente sentada. Y fuimos tocando por toda España con la gente sentada”
Este año han llenado en Viveros, ese lugar icónico para los valencianos donde alguna vez han visto un concierto que les ha maravillado. No era su primera vez, de hecho repetían por segundo año consecutivo, un hecho reseñable; sin embargo en esta ocasión, el público iba a estar de pie y saltando. Todo lo contrario de lo que sucedió el año pasado.
“Viveros fue duro, la verdad, el año pasado fue duro, tío”, admite Crespo. “Porque la gente estaba sentada y tenían ganas, el que vigilaba también se tenía que comer un marrón considerable y bromeaban con ello, pero al final era su trabajo. Estuvo chulo. Y este año Viveros ha sido apoteósico porque ha sido otro sueño cumplido de crío. Si para mí había sido un sueño tocar en El Asesino, imagínate Viveros. Viveros era como imposible. Hemos conseguido cosas que pienso que eran imposibles”, remata.