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7 y 8 de julio

Manual para fingir ser un experto en tipografía durante las sobremesas

La ADCV celebra en Las Naves unas jornadas y una exposición protagonizadas por la construcción de letras y sus periferias

5/07/2021 - 

VALÈNCIA. La carta del bar, las quejas vecinales pegadas en el ascensor, las tazas motivacionales, la etiqueta del bote de mostaza, los carteles de ese concierto al que tantas ganas tienes de ir o de esa película que no te quieres perder, las notificaciones de Hacienda, las vallas publicitarias... Nos pasamos el día absorbiendo fragmentos del mundo a través de las letras impresas y, sin embargo, a menudo no prestamos atención a sus esquinas, curvas o remates. 

Precisamente para subrayar el potencial de la tipografía en nuestra forma de leer la vida  que nos rodea, la Asociación de Diseñadores de la Comunitat Valenciana (ADCV) celebra en Las Naves un combo cultural que toma la forma de exposición y simposio. Así, por un lado, tenemos la muestra TDC 66, que recoge más de cien trabajos de ámbito internacional premiados en 2020 y que se podrá visitar hasta el 27 de agosto. En cuanto a las Jornadas de Tipografía, tendrán lugar el 7 y 8 de julio y reunirán a diferentes profesionales del noble arte de inventarse letras y juntarlas.

Casi cualquier hijo de vecino que tenga que mandar mails de trabajo de vez en cuando sabe que hay ciertas tipografías que no te hacen parecer el adulto más serio, funcional y equilibrado del planeta y otras con las que hasta te atreverías a pedir un aumento. Pero aventurarse más allá de las seguras y pacíficas praderas de la Times New Roman y la Arial  a menudo genera desazón entre los no iniciados en el mundillo del diseño gráfico. Como en Culturplaza no somos ningún hatajo de cobardes, hemos hablado con algunos de los participantes en este encuentro para descubrir qué periplos tipográficos se agazapan más allá del horizonte. (Aclaración: ningún elemento de la Comic Sans fue herido durante la realización de este reportaje).

Empecemos por el principio. María Navarro, gerente ADCV, explica que esta doble propuesta busca “contribuir a crear cultura sobre la tipografía, que se difunda lo mucho que influye en la interiorización del mensaje, que se vean sus diferencias, por qué se recurre a unas u otras y las ramificaciones que tiene con cuestiones históricas o locales. Es importante fijarnos tanto en el propio diseño como desde dónde se aplica y cómo se usa”. Lejos de caer en adanismos, recuerda que durante años València acogió el Congreso Internacional de Tipografía  “que nos situaba en el mapa como sector muy potente. Deseamos recuperar ese legado histórico y seguir trabajando”.

En esto de edificar letras, como en tantos otros ámbitos, existe una brecha de conocimiento entre los profesionales del diseño, plenamente conscientes de su valor y potencial, y el gran público que todavía ignora la magnitud de este campo. Sin embargo, aunque tú no la conozcas, la tipografía sí te conoce a ti y se te va colando entre las pestañas y bajo el cuero cabelludo. “La gente no es consciente de los atributos que tiene cada tipografía, pero sí saben captar lo que les está transmitiendo, saben interpretarla. Es una herramienta más, como los colores”, explica Ruben Chumillas, quien impartirá la ponencia Repetición y Singularidad.

En ese sentido,  Raül Vicent, 50% de Fase Estudio junto a Cristina Alonso, asegura que nos hallamos ante un momento dulce para este ecosistema: “la tipografía constituye un elemento diferenciador dentro del diseño, pero nunca se había usado tanto como ahora para comunicar ni se habían creado tantas tipografías nuevas”.  Igualmente, el diseñador Sebastián Alós asegura que “los clientes que quieren contar contigo cada vez tienen más clara la importancia de usar una u otra tipografía y lo valoran de una forma más correcta. Lo que quizás está menos claro es cómo una tipografía es capaz de ser el fundamento para una identidad visual”.

“Para una compañía, invertir en su imagen, en su identidad visual, es una decisión muy importante. Las multinacionales lo tienen clarísimo, especialmente en países como  Holanda o Estados Unidos. En el caso español, las grandes empresas sí lo han asimilado, pero las pequeñas y medianas no tanto”, resalta la diseñadora Marta Cerdà, quien considera que “todavía queda camino para que un sector del tejido empresarial entienda que apostar por el diseño gráfico no es un tema de gusto, sino de economía, y que no deberían menospreciar ese ámbito, ya que es una forma de conseguir sacar más rentabilidad a su negocio”.

Inventar un alfabeto

Las composiciones tipográficas llegan a nosotros en su formato final, pero son el resultado de incontables horas de investigación y prueba. Precisamente esos procesos invisibles centrarán algunas de las sesiones en el encuentro de Las Naves, que cuenta con la colaboración de EASD Valencia y Mundo Gráfico.

Por su parte, Sebastian Alós hablará del rediseño de marca de Las Naves que llevó a cabo junto a Rafael Jordán y para el que alumbraron la tipografía 'Las Naves Condensed'. “Renunciamos a utilizar un símbolo gráfico para fundamentar la marca en el tipo de letra utilizada y el sabor conceptual que produce esa elección. Me parecía mucho más oportuno basarme en un nombre potente como Las Naves y hacerlo mediante una tipografía muy racional y geométrica. Lo que no me interesaba era hacer una interpretación demasiado obvia de lo que es ese edificio, prefería sugerir para conseguir un resultado más sorprendente, fuera de lo habitual”, señala Alós sobre el encargo.

En su intervención, Laura Meseguer abordará  la relación entre caligrafía y brutalismo, un vínculo al que ha llegado a partir de sus propios procesos de trabajo: “las formas que he diseñado y que sirven para definir las letras, tienen un valor estético y, al igual que el brutalismo, mi tipografía ELLA reivindica el material de origen —la caligrafía— y el valor estético de los elementos constructivos que conforman el sistema ‘stencil’ o estarcido”.

El proceso de diseño, construcción y desarrollo de una tipografía se parece más al de una silla que al de un cartel”, sentencia Alonso. Más allá de las formas elegidas, Vicent recuerda la necesidad de fijarse también en cuestiones como los “posibles efectos ópticos, la coherencia entre todas las letras para que encajen y fluyan entre sí…Tampoco es lo mismo hacer una tipografía para titulares, para carteles, que para lectura de textos”.

En el caso de su proyecto para las Fallas de 2021, Fase Estudio  crearon junto a Diego Mir una serie de carteles que ensalzaban los oficios fundamentales de las fiestas josefinas (artista fallero, pirotécnico, indumentarista, músico y florista) y, al mismo tiempo, rendían tributo a la tradición cartelista valenciana, con referentes como Renau, Monleón, Amérigo, Ballester o Raga. Una propuesta que se movía en esa complicada alquimia de honrar la tradición desde los códigos del ahora, “tener tan claro el punto de partida con esos homenajes tan rotundos y aplicarle un tratamiento desde la actualidad nos permitió crear una identidad que nos parecía muy válida para las fallas: queríamos elementos grandes, colores potentes, contrastes, una imagen vibrante…”.

Forma y fondo

Cualquiera que haya revisado las terribles portadas para trabajos de clase que perpetró durante la Secundaria se habrá dado cuenta de que la tipografía se dirige al lector a dos niveles: por una parte, está el significado de las palabras y, por otra, la forma en la que esas palabras se han dibujado (vamos, que te pasabas cuatro pueblos con el Word Art). “Nosotros utilizamos la tipografía como base para comunicar. No interesa esa doble vertiente que tiene: puedes utilizar unas letras que recuerdan a una época, que estén rotas y eso te genere una cierta sensación…”, apuntan desde Fase. “También es necesario tener en cuenta las necesidades del público al que se dirige. En ocasiones, te piden encargos que visualmente resulten muy accesibles para que ayuden a las personas con problemas de visión, dislexia o comprensión lectora. Por ejemplo, con el sistema Lectura Fácil no se trata solo de la tipografía sino de cómo está estructurado el texto, cómo se componen las líneas”, sostiene Chumillas.

Cerdà establece aquí un paralelismo entre el vibrato que transmitimos en la oralidad y el de las líneas tipográficas: “al igual que una empresa cuida el tono de voz con el que se dirige a los clientes en una oficina o un comercio, también debe cuidar su aspecto visual”.  En ese sentido, recalca que a través de la tipografía las marcas logran “voces únicas, a medida, que hablan de su producto de una manera customizada. Algunas tienen voces más amables, otras más agresivas... Compañías como Adidas o Nike tienen una tipografía que te remite al dinamismo del deporte y que es muy diferente a la de un banco, que tiende a ser neutra e intenta transmitirte estabilidad y calma. Toda esa información no es evidente, sino que se emite de forma inconsciente. Aunque no sepas de diseño, sabes lo que te hace sentir, lo sabes clasificar. Si dos marcas usan una misma tipografía la gente las acaba asociando y eso hace que no tengan tanta identidad propia. Volviendo a la idea de la voz, es como tener a Richard Gere doblando a la vez a Coca Cola y a Unicef”.

“Dicen que la mejor tipografía es la que no lees, la que no ves, la que no nota el ojo”, apunta Cerdà. Siguen el sendero en Fase al recalcar que “una de las virtudes de la tipografía es precisamente que al leer las palabras no te das cuenta de qué estilo tienen, pero sí que te está transmitiendo cosas en su conjunto. A la gente le llama la atención cuando se encuentra con unas formas que no son las que esperan”.  En esa búsqueda del equilibrio entre creatividad y legibilidad, Meseguer lo tiene claro: la segunda “ va primero, y el aspecto más creativo se desarrollará en función de las necesidades del proyecto, por ejemplo, no es lo mismo pensar en una opción para lectura a tamaños muy pequeños que en otra para titulares de revista”.  Al mismo tiempo,  Cerdà, citando a David Carsson, señala que “no se debe confundir, «legibilidad con comunicación», algo puede ser muy legible y no comunicar nada”.

Las tipografías son como las personas: ninguna es una isla. Por ello, como subraya Cerdà, “cada momento cultural y social tiene su expresión tipográfica, las influencias artísticas y estéticas se filtran y van evolucionando: durante el  constructivismo encontramos letras que siguen un juego de bloques; en los 60, letras muy influidas por psicodelia, en los años 90 letras muy geométricas…”. Nos queda ver qué tipografía es capaz de condensar esta fatiga pandémica que no termina de apagarse del todo.

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Breve atlas de tipografías favoritas

Hemos solicitado a estos profesionales que nos recomienden una tipografía que les haga tilín. Aquí van sus propuestas:

Cerdà elige “una tipografía de los 80, la Mistral, que seguro que todo el mundo conoce y no valora demasiado. Es la típica que ahora quizás no elegirías, pero consiguió algo muy difícil: que, al formar palabras, una letra se una bien con la siguiente”.

En Fase prefieren hablar de las fundiciones tipográficas (es decir, los estudios que trabajan este campo) cuya mirada les interesa. Ahí llegan Commercial Type “todos sus trabajos nos parecen de una calidad impresionante y es una de las más influyentes hoy en día”,  Swiss Typefaces y  R-Typography.

Unica77 es la apuesta de Sebastián Alós: “me gusta mucho y, además, disfruto usándola en mi trabajo”.

“Si tengo que elegir una, me quedo con Chaparral Pro de Carol Twombly. Se sale mucho de la norma de lo que suelen ser las tipografías para textos porque el dibujo es muy peculiar, pero funciona muy bien para textos”, indica Chumillas.

“Si es una tipografía mía -- apunta Meseguer-- sería Qandus Latin, porque forma parte de un proyecto multiescritura (arabe, latin y tifinag) que busca facilitar la comunicación entre las comunidades que conviven en el Magreb y lo hace desde los manuscritos de Al-Qandusi, algo bastante inusual en diseño tipográfico”.

María Navarro, se lanza a ciegas hacia “cualquier tipografía de Andreu Balius. Si tengo que concretar más, optaría por dos bien diferentes: Barna y Carmen”.

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