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Miguel Falomir sobre el Museo Sorolla de València: "No es bueno vestir a un santo desvistiendo a otro"

6/03/2018 - 

VALÈNCIA. El hombre responsable. Muchos definirían de esta forma a Miguel Falomir, director del Museo del Prado. El valenciano dijo hasta en dos ocasiones que no al puesto, que finalmente ocupó hace un año. "Hay cosas que se ganan y cosas que se pierden", expresa con respecto a un nuevo día a día en el que ha tenido que renunciar a parte de la "actividad intelectual" que le llevó a estudiar Historia del Arte por las tareas de gestión. Es una excepción a la regla, pues no era un fichaje externo, sino un hombre de la casa, siendo desde 1997 Jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa (hasta 1700). Si hace poco más de un mes recibía el galardón Alumni Plus-Antiguo Alumno de la Universitat de València, ayer regresaba de nuevo a su ciudad para impartir la charla Pasado y presente del Museo del Prado, de la mano del Club de Encuentro Manuel Broseta. En su discurso combina la prudencia del que lleva muchos años de rodaje sin renunciar a expresar sus opiniones, por ejemplo, por lo que respecta a la situación del Museu de Belles Arts de València, del que era miembro del patronato hasta que ocupó la silla de director. Hablamos con Miguel Falomir.

-Es habitual hablar de retos y cuentas pendientes pero, ¿qué se está haciendo bien?
-Creo que el Museo del Prado ha llevado a cabo una transformación física, científica y jurídica que ha dado frutos importantes. Evidentemente no se puede dormir uno en los laureles. El museo tiene una plantilla muy buena, ha sabido combinar la excelencia científica con la apertura a nuevos públicos y, con el marco legal que tenemos, ha logrado un nivel de autofinanciación extraordinario, de un 70%. Todas esas cosas pueden ser puntos débiles a su vez. No creo que sea bueno que el museo esté autofinanciándose a ese nivel. Hay que seguir evolucionando y teniendo ambición. 

-¿Cuál es la ambición ahora?
-La de estar en el lugar que nos corresponde con nuestras colecciones. El gran drama del Museo del Prado durante muchísimo tiempo fue no haber estado a la altura de sus colecciones. Tiene una de las mejores del mundo, pero el museo no daba los servicios que uno esperaba de un museo moderno. Eso empezó a subsanarse hace más de veinte años y desde entonces los progresos han sido extraordinarios. El museo es muy consciente de la calidad de sus colecciones y en estos 30 años se ha puesto en primera linea mundial. Hay pocos museos que en nuestro campo -el mal llamado 'de maestros antiguos'- tengan más actividad que nosotros. El gran reto es rejuvenecer el público y abrirse a sectores sociales que tradicionalmente no han tenido acceso a la gran cultura. 

-¿Cómo se hace esto?
-En este año he hecho mucho hincapié en reforzar el área de educación, que probablemente no estaba a la altura de lo que se esperaba del Museo del Prado. Hablo de los mal llamados 'maestros antiguos' porque prefiero hablar de los clásicos, que tienen una vigencia permanente, aunque hay siempre que saber aproximarlos al público. De la misma manera que cada generación necesita una nueva traducción de La Ilíada o de La Odisea, también necesita que le presentes tus colecciones de forma distinta. Lo que era válido hace 50 años probablemente no lo sea ahora. No puede ser solo patrimonio exclusivo de los historiadores del arte, hay que invitar a otros sectores y perfiles de intelectuales que también muestren a la sociedad su visión de los cuadros. El año pasado empezamos con el recorrido LGTB con motivo del Orgullo y a partir de ahí trabajamos en una serie de recorridos que, en el fondo, son miradas distintas a la colección a cargo de personas que no son historiadores del arte, con otras inquietudes. 

-¿Más público es siempre mejor?
-No necesariamente. Hay que recordar que los museo no siempre han sido destinos turísticos, hasta la década de los 80 el Museo del Prado estaba por debajo del millón de visitantes. Hoy supera los tres millones. Eso quiere decir que el perfil del público ha cambiado extraordinariamente, ha pasado de ser minoritario y de un nivel cultural elevado a un público más amplio con un nivel medio. Nosotros tenemos que adaptarnos a esas necesidades. También está el problema de morir de éxito. Los museos cada vez tienen más visitantes y es verdad que a veces la contemplación de las obras no es una experiencia particularmente grata. No se trata de prohibir o limitar la entrada sino de idear unos flujos que hagan que la visita no se tapone. Todos los museos con gran cantidad de público estamos en ello.

-¿Siente una especial presión o afronta de una manera especifica el ser considerado una de las principales 'conexiones' culturales entre Madrid y València?
-No. Nunca me he valido de ello y nadie me ha presionado para ello. Líbreme Dios de dar lecciones a nadie, todo lo contrario. Una de las cosas de las que uno está orgulloso en el Prado es de la autonomía alcanzada; todos tienen que gozar de la misma. Evidentemente soy valenciano y nada me gustaría más que la oferta cultural sea extraordinaria. 

Foto: KIKE TABERNER.

-En junio de 2017, durante la inauguración de Hoy toca el Prado en el Museu de Belles Arts de València dijo: "El Prado fue muy generoso con el Año Pinazo y lo seguiremos siendo pero ahora estamos viendo cómo se puede concretar en proyectos más específicos", ¿por dónde pasan las futuras vías de colaboración?
-Pasan por un lado por el préstamo de obras (de hecho la exposición Intacta María cuenta con bastantes obras del Museo del Prado); por la participación importante en proyectos del Museo de Bellas Artes, que no me toca a mi anunciarlos [ríe] y también habría cabida para algunas intervenciones en sectores donde el Museo del Prado es absolutamente puntero, como puede ser la restauración sobre soportes de madera. 

-El Museu de Belles Arts está en un punto de inflexión desde hace años con el plan museológico pendiente y la consecuente reconfiguración de sus salas, ¿cuál es su percepción sobre su estado?
-Me parece que el Museo de Bellas Artes no está dotado como debiera. A todo el mundo le encanta decir si es el segundo o el tercero de España, pero en cuanto a la dotación no está entre los cinco primeros. Hay que procurarle de los fondos y el personal necesario para estar a la altura de sus colecciones. Uno de los grandes dramas del Museo del Prado es que durante mucho tiempo no estuvo a la altura de ellas y creo que, en estos momentos, es lo que le ocurre a Bellas Artes. Hay una forma de solventar ese desfase y es siguiendo nuestro ejemplo: dándole dinero y autonomía. 

-Parece que es el arte contemporáneo el que está en estado de gracia en la Comunitat Valenciana con proyectos como Bombas Gens, el futuro Caixafórum y centro de la Fundación Hortensia Herrero, la ampliación del IVAM, el cambio de perfil del Centre del Carme tras la salida de Felipe Garín…
-Lógicamente en el mundo contemporáneo lo que tiene que haber más es arte contemporáneo, si no seríamos un anacronismo vivo. Incluso en Venecia tiene en estos momentos más peso desde el punto de vista de las instituciones el arte contemporáneo. Es normal. Una cosa no tiene porque ir en detrimento de la otra. Me alegro de esa efervescencia en València, lo único que pido es que no nos olvidemos del otro.

Foto: KIKE TABERNER.

-Hay una intención política de generar un nuevo Museo Sorolla en València, ¿qué le parece?
-Todo lo que sea ampliación de la oferta cultural me parece positiva. Soy muy consciente de que Sorolla es probablemente el mayor activo de arte valenciano en términos de atracción de público, pero también creo que no es bueno vestir a un santo desvistiendo a otro ni poner todos los huevos en la misma cesta. El momento álgido del arte valenciano no fue Sorolla, fue la pintura del gótico internacional en torno al año 1400. Tenemos un museo con extraordinarios fondos de ese periodo. Me parece bien Sorolla, pero no olvidemos lo otro. Hay que pensar más a larga duración. 

-Independientemente del caso de censura en la feria ARCO, que ya criticó, actualmente hay distintas noticias con respecto a la 'revisión del contenido' de los museos. Teniendo presente el litigio de Francia contra Facebook por la censura a El origen del mundo; la retirada del Hilas y las ninfas del Museo de Manchester; la petición -rechazada- para retirar Teresa Soñando del Met… ¿qué reflexión hace?
-Cuando el Museo del Prado se inauguró tenía una sala reservada a los desnudos, donde el acceso estaba vedado a niños y mujeres. Duró 20 años. Desde mediados del siglo XIX no hay censura en el museo, me parece aterrador que estemos peor que en 1850. Cualquier tipo de censura en el mundo de la cultura es inaceptable. Me preocupa que tanto de un lado como de otro se acabe abogando y preconizando medidas de censura. Lo que hay que hacer es no ceder. En 1850 la gente era más liberal que ahora, es duro pensar que la historia puede ir hacia atrás. Que genere escándalo El origen del mundo de Courbet habla mal de la sociedad actual. 

-En distintas ocasiones ha destacado lo excepcional del consenso político para la gestión del Museo del Prado, ¿cuál cree que debe ser el papel de un gobierno -nacional o autonómico- con respecto a una institución museística?
-En el Museo del Prado hay un antes y un después del famoso pacto parlamentario, que por cierto fue cocinado por una ministra valenciana, Carmen Alborch. Lo que hizo fue algo que debiera ser norma en cualquier geografía: que la actividad cultural no sea campo de batalla entre los partidos políticos. No quiere decir que los partidos no se preocupen por la cultura, simplemente que no utilicen la instituciones culturales como un argumento electoral en su conflicto. He de decir que los distintos partidos que han gobernado lo han respetado escrupulosamente, eso es una ventaja extraordinaria.

Foto: KIKE TABERNER.

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