HBO emite el documental sobre el caso de Dee Dee y Gypsy, una madre que se inventó que su hija padecía graves enfermedades para que dependiera de ella, y una niña que encontró la forma de que su madre fuera asesinada para poder escapar de su madre
VALÈNCIA. Por si no se han dado cuenta, en la no ficción los documentales de crímenes han explotado en todo el mundo. La semana pasada comentábamos en Cultur Plaza The Keepers, serie documental sobre el asesinato de una monja. Y el año pasado cayó la serie documental America Crime Story sobre la biografía de deportista de elite OJ Simpson hasta su caída en desgracia por el asesinato de su ex mujer. Este año ya se nos acumulan. Tenemos por ahí Casting JonBenet, sobre el asesinato de una niña de seis años "reina de la belleza" o The Blood Is at the Doorstep sobre un joven asesinado por la policía,
Al menos, por una vez en la vida podemos decir que la vanguardia del género se encuentra en España, la serie documental Muerte en León sobre el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta del PP de la Diputación de León, marca la diferencia con todos estos productos. Primero, porque llegó más lejos de lo que se sabía. Como ocurriera con The Jinx, en plena elaboración del documental, los periodistas hallaron novedades que podrían afectar al caso. No al nivel del reportaje estadounidense, donde el sospechoso se inculpó en un desliz, pero si por lo menos como para llenarnos la cabeza de dudas. Y segundo, porque se trata de un reportaje de interés político, no es una crónica negra al uso.
No obstante, ahora trataremos el caso de un documental sobre un asesinato que merece ser citado porque también se sale de lo normal, Mommy Dead and Dearest, de Erin Lee Carr para HBO. Se trata de un matricidio. Gypsy, una niña con montones de problemas de salud, que llevaba dieciocho años en silla de ruedas, había asesinado a su madre, Dee Dee. El problema saltó a la luz justo después de las pesquisas policiales: la gente se dio cuenta de que esa niña podía andar perfectamente. No necesitaba la silla.
Ahí empieza el relato del suceso que recoge este documental. La madre había postrado a su hija en esa silla de ruedas y se había inventado que tenía cientos de enfermedades para medicarla desde que era pequeña. Le llegó a rapar la cabeza porque le dijo que tenía leucemia. La cría, que no asistió a una educación escolar normal por sus supuestos problemas, veía que no tenía una vida como la de los demás niños, pero que esa era la suya. Su lugar. No iba a desconfiar de su propia madre.
Llegó a tener una sonda para alimentarse y un aparato para respirar. En la entrevista que Gypsy concede a la directora del documental, esposada y con traje de reclusa penitenciaria, confiesa que incluso tuvo un aparato para respirar por las noches el cual odiaba particularmente, porque en realidad lo que hacía era no dejarla respirar bien. La estorbaba.
La investigación llega hasta uno de los doctores que detectó que la niña se encontraba en un perfecto estado de salud y que su madre podría tener un síndrome. En inglés, Munchausen by proxy, en castellano: Trastorno facticio impuesto a otro. Esta es la parte más interesante del documental. El síndrome de Munchausen consiste en simular enfermedades o sus síntomas para llamar la atención. Cuando es impuesto a otro, generalmente alguien que está al cuidado del trastornado, se da con mayor frecuencia en casos maternofiliales. En la figura prototípica de la madre abnegada, pero que aquí, en realidad somete a su hijo a tratamientos invasivos y dolorosos sin necesidad ninguna para lograr, de esta manera, que se le creen otros síntomas y padecimientos al chaval. Es una especia de sobreprotección que lo que busca de algún modo es mayor dependencia.
La madre, Dee Dee, cuyo nombre real era Clauddine Blanchard, había organizado toda su vida en torno a las supuestas enfermedades de su hija. Eran, además, supervivientes del Katrina y, entre unas cosas y otras, recibían donaciones solidarias a través de Internet y habían consiguido que les financiaran un viaje a Disneylandia. Ellas grababan vídeos agradeciéndolo y lo típico, la rueda seguía girando. Sin embargo, cuando la investigación toca a la gente que conoció a la madre antes de la niña, no hablan de una mujer trastornada, sino de una estafadora. A familiares y amigos les dejó buenos pufos en sus tarjetas.
Aparece a partir de ahí un nuevo enfoque de la historia. Ya no podría ser solo un caso de patología mental de la madre, sino que se empieza a ver la situación como un secuestro. La niña era prisionera de su madre y esta había conseguido rentabilizar esa situación e incluso lograr ser una persona popular y querida. En la realidad, fuera de los focos, no solo estaban todas esas enfermedades inducidas, también pegaba a la cría.
Una vez que la chica consiguió escapar con un chaval al que conoció, su madre no tardó en dar con ella por conocidos en común y, al volver a casa, le destrozó el ordenador a martillazos. Gypsy, en su entrevista para el documental, explica que también tenía una dificultad añadida para irse de allí o denunciar su caso a la policía: la conocía todo el mundo y la tomarían por retrasada mental.
Llegados a este punto en el que está claro que esa cría quiere huir de su madre, el espectador vislumbra o imagina por dónde irán los tiros. Parece un docu predecible, pero no. Las sorpresas siguen. Gypsy se enamora de un chico que ha conocido en una página web de contactos para cristianos. Entra en Internet cuando su madre está dormida, pues se lo tiene prohibido.
Nick, que así se llama él, tiene diagnosticado autismo Asperger. También le gusta el sadomasoquismo y tiene personalidad múltiple. En el pasado, le detuvieron en un McDonalds por estar viendo porno en una tablet. En su romance, ella crea una personalidad cibernética diferente para cada personalidad de su novio. Y accede a sus deseos sados. Todo esto lo cuenta el propio personaje, Nick, pues Erin Lee Carr consiguió para el documental los vídeos de los interrogatorios de la policía. Sumado a que también cuentan, como en el juicio, con sus conversaciones privadas a través de las redes sociales, el mosaico de la situación que ofrece Mommy Dead and Dearest tiene pocos precedentes.
El desenlace de este amor, el asesinato a cuchilladas de Dee Dee, la madre, y la posterior fuga y detención, mejor que lo vean ustedes mismos. Estamos ante un tipo de documentales que avanza a golpe de situaciones inimaginables y, aunque no resulte sensacionalista el tratamiento de los casos, sí que estamos ante un género que se podía calificar ya como el verso de Miguel Hernández: "Más negro que la noche, menos negro que su alma".