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repaso a la Sección Oficial

Radiografía a La Mostra 2023 (Parte 2): Problemas colectivos, ¿soluciones individuales?

26/10/2023 - 

VALÈNCIA. La Mostra de València encara sus últimos días. Si en la primera parte de esta radiografía se veía como punto en común una amenaza que ponía en peligro la vida en los territorios que habitaban los protagonistas, también se puede observar en esta selección de cine mediterráneo que la cultura visual europea a veces no se acuerda, como sí lo hacen los films provenientes de países árabes y africanos, que la respuesta a problemas sistémicos no pueden ser excepciones individuales. Culturplaza analiza en dos partes la Sección Oficial, película a película. Esta es la segunda tanda.

A house in Jerusalem, además de necesaria, solvente

La Sección Oficial lleva programada mucho más tiempo como para que las casualidades no lo sean, y ya lo advirtió Eduardo Guillot en la entrevista que dio a Culturplaza: dos películas palestinas hablan del conflicto desde sus perspectivas. A house in Jerusalem llega en el momento y el lugar adecuado, todo lo contrario que sus protagonistas a la historia: un padre y una hija se mudan de Inglaterra a la ciudad en disputa para olvidar el trauma de la pérdida de la madre. Lo que parece un nuevo comienzo idílico en una casa de ensueño se convierte en el principio de un despertar para la niña cuando se pone en contacto con el fantasma de una niña palestina que falleció cuando, en 1948, a su familia le expulsaron de allí.

La historia se va desvelando poco a poco, y si no tiene muchas capas, al menos sabe aprovechar las que tiene con un buen guion. La inclusión del género fantástico para explicar un problema de la vida real también es un acierto en una sección oficial plagada de crónicas ficcionadas. A la fantasma de A house in Jerusalem no le hacen falta jump-scares ni grandes trucos, porque en realidad es necesaria como motor y conductora de la historia. Tener claro ese papel es crucial para no caer en lugares comunes. Tiene el texto y la puesta en escena para ser, por méritos propios y por contexto, la película ganadora de la Palmera de Oro de esta edición.

A house in Jerusalem

Deserts, 2x1

Dos cobradores del frac andan desesperados en el ‘Marruecos vaciado’. Lo que puede parecer la sinopsis de una comedia alocada, en realidad no lo es. O solo lo es a medias. Faouzi Bensaïdi plantea en Deserts la historia de Mehdi y Hamid, dos pícaros cuyo trabajo es ir a buscar a las personas que han dejado de pagar un crédito en las zonas rurales del sur de Marruecos. No les va muy bien y su jefa les pone un ultimátum.

En la primera parte del metraje se suceden diferentes situaciones, casi de corte berlanguiano. Una serie de encuentros, casi sketches, con cada uno de los acreedores. Todos con una excusa diferente, todos con una resolución diferente. Puro trabajo de diálogo y guion que convierte inmisericordemente a los protagonistas en una especie de Manolo y Benito del cobro de préstamos.

Pero cuando el espectador se relaja al entender el tono de la película, de repente hay un giro de 180 grados que la convierte en un western a mitad del metraje, en el momento en el que se cruzan con un hombre esposado que queda bajo su custodia. Bensaïdi no duda en hacer este giro brusco al que no le da ninguna licencia de vuelta del tono. Algo que, por su sorpresa, puede  fascinar o desconcertar. En el caso de este redactor, el cambio al principio le fascinó, más tarde vio la segunda parte mucho más fatigada, que se cansa antes. Aún así, a esta propuesta formal, cuyo cambio también parece olvidar la crítica social hacia el puro entretenimiento, no le resta imaginación.

Toni, en famille, un juguete roto convertido en madre-coraje

Nathan Ambrosioni ya estuvo, con tan solo 19 años, en La Mostra de València de 2018. Y demostró solvencia con Les drapeaux de papier, que se llevó entonces la Palmera de Bronce. Cinco años después, presenta una comedia dramática que, siguiendo la estela de su precocidad, parecería escrita por una persona madura. Se trata de Toni, en famille, el retrato de una mujer que fue una estrella del pop en los 2000 y que, ahora, es viuda, a cargo de cinco hijos y se le puede considerar un juguete roto de la industria. Ella no quiere ni fama ni cantar, sino redefinir su vida más allá de la maternidad, apuntándose a la universidad para encontrar una nueva carrera profesional a los 42 años.

La propuesta de Ambrosioni es compleja de leer en el contexto del festival. Sin duda, es la apuesta más cercana al cine de autor que puebla el resto del año la cartelera de los Cines Babel. ¿Es eso malo de primeras? Por supuesto que no. Sí choca ver la manera en la que plantea ciertos problemas sistémicos como las estrellas de usar y tirar, el edadismo, o la maternidad como prioridad inapelable se tratan de una manera demasiado personalizada, olvidando precisamente su carácter sistémico y convirtiendo a la protagonista prácticamente en una madre coraje que debe combatir por el gran sueño francés y conseguirlo con la cultura del esfuerzo. A veces la película se olvida de enfatizar que hay respuestas colectivas, y se empeña en dejarle sola contra un mundo que la devora.

Por otra parte, y siguiendo la estela de lo planteado en su puesta en escena, la película se adscribe a un lenguaje que, culturalmente, el público de los Babel entiende perfectamente. Tiene todas las armas de este para poder emocionar, desde unas interpretaciones bárbaras (Camille Cottin no falla) hasta una maquinaria de empatía por identificación directa, o una banda sonora que realza los momentos dramáticos. ¿Contar con esa ventaja la hace una película peor? Cabe el riesgo de pensar que sí; pero no, porque esa ventaja se tiene que saber utilizar y Ambrosioni lo borda. 

Fireworks, un relato clónico de vidas LGTIBQ+

Otra propuesta de corte de cine de autor europeo, Fireworks, una historia italiana que es la ópera prima de una personalidad televisiva de la Rai, Beppe Fiorello. El film se contextualiza en el verano de 82 en Sicilia, el del tercer mundial que ganaría su selección. En una atmósfera tan masculina, dos adolescentes se enamoran: uno al que, en su pueblo, ya tienen machacado; otro que se descubre con una mayor libertad ante él.

Fireworks

El cine LGTBIQ+ ha cambiado su categoría, en los últimos años, de una etiqueta a un subgénero. Mala noticia en lo que respecta a la configuración de espacios comunes por los que transitan muchas de las propuestas sobre historias del colectivo. Sin duda, esta película se pasea por casi todos los posibles. Hay muy poca verdad en esta historia, a pesar de estar basado en los hechos reales del asesinato de una pareja homosexual en ese mismo contexto. La verdad se la quitan las imágenes, esos lugares comunes, esa crueldad tan mal equilibrada y esa falta de originalidad en la puesta en escena formal. Los personajes son planos, arquetípicos, y la trama absolutamente predecible. Ni siquiera se sube a la ola de la gran enmienda en cuestión de representatividad que actualmente se está dando: la de dejar de vincular las historias LGTBIQ+ a un destino fatal. No lo hace porque llega a tarde a todo, y el único logro es la construcción de la atmósfera masculina. Sin duda, lo peor de la Sección Oficial.

Afloat, ocaso familiar en alta mar

Podría alinearse Afloat con otro subgénero que está haciendo las delicias de espectadores, las historias de los-ricos-también-lloran en sus yates. La gran referencia, claro es The White Lotus. Como en la serie de HBO, el viaje de cinco días de esta familia va degenerando y dilapidando las tensiones entre ellos, pero en realidad, poco tiene que ver un título con el otro. En Afloat, la percha (o el ancla) son los últimos días que pasa un periodista con su exmujer y sus dos hijas (una de ellas acompañada por su marido) antes de que la justicia turca le comunique una sentencia de cárcel a raíz de una investigación de corrupción.

La imagen de hombre valiente que la sociedad tiene de él es desmontada fácil y rápidamente por las relaciones que ha construido en su familia. De las relaciones interfamiliares se aprende mucho de cómo es realmente una persona, y sin duda, Yusuf es un personaje de luces y sombras.

El paseo en barca de cinco días no es la reunión familiar que se podría esperar, pero eso el espectador lo sabe desde antes de zarpar. La historia es cristalina como las aguas en las que navegan, tanto que es difícil hablar de giros de guion, sino de cambios de rumbo que se advierten poco a poco y ya se prevén (algo que, por otra parte, no significa algo necesariamente malo).

Otra vez, ante un problema sistémico, la película se empeña en quedarse con una solución individual, haciendo perder el potencial interés por conocer la historia que hay detrás de ese caso de corrupción que originó el proceso judicial. El director, Aslihan Unaldi, se centra tanto en el presente que parece que, por los pelos, se acuerda al final del metraje que aún le quedan cosas por explicar.

Three Sparks

Three Sparks, una deliciosa postal

Por méritos propios, Three Sparks ocupa un lugar privilegiado en la Sección Oficial, la de la apuesta radical, la de la rareza de su lenguaje en un cine más diverso culturalmente que en su lenguaje cinematográfico, un rincón que La Mostra siempre intenta mantener, aunque nunca han tenido trascendencia alguna en el palmarés.

En este caso, Naomi Uman se plantea retratar una zona rural de Albania buscando diferentes lenguajes a lo largo del metraje. Se hace servir del idioma, de los mitos y leyendas, y de las costumbres para poder descifrar, en realidad, el día de día de las personas que lo habitan. En vez de proponer un bloque monolítico (empieza con uno que ocupa la mayoría del metraje, en blanco y negro con intertítulos como si fuera cine mudo), busca la manera de ir reimaginando el espacio conforme aprende más de él. Porque ese es otro aspecto interesante: ella siempre se posiciona como una espectadora externa de aquello que visita, que descubre, poniéndose al lado del mismo público.

Una narración que podría ser un catálogo, una clase magistral, un free tour, una crónica de viaje de un conocido. Todo eso cabe si el espectador se deja llevar por unas imágenes que ni siquiera necesitan coincidir con el relato que se está teniendo. Una rara avis en un festival como La Mostra. Una propuesta radical que, paradójicamente, permite desengrasar la sección oficial. Una idea que, volviendo al planteamiento inicial, se permite hacer un relato colectivo, una dimensión que ninguna epopeya puede desvincular de la naturaleza humana.

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