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el cudolet / OPINIÓN

San Agustín, "espacio democrático"

15/08/2020 - 

Conocí una València que después de finalizar el curso escolar, cuando la estación veraniega nos apretaba, y las piscinas abrían los grifos o las playas se engalanaban de esterillas y sombrillas, la ciudad quedaba oculta. Aquella urbe también giñaba el ojo a los que no deseaban a la arena entre sus festines y sus preferencias viraban hacía la montaña. Aquella València cubierta de un cielo plomizo era conducida por un parque móvil seatizado que giraba a la izquierda en cualquiera de sus esquinas. Por no tener, no teníamos ni rotondas, y eso que el socialismo español nunca se ha despegado de Josep Borrell. En aquel tiempo, los dichos eran fehacientes, las bicicletas son para el verano. Hoy no podemos decir lo mismo. Los pedales circulan por el asfalto durante las cuatro estaciones. Más de lo mismo ocurre con las obras diría yo. Si evacuabas la ciudad por el mes de junio, en mi caso con dirección al chalet de La Cañada, azuzada con alguna visita que otra para acompañar a los viejos a regar las plantas, recoger la correspondencia o hacer acto de presencia en alguna ceremonia familiar recordando a los más mayores del clan, te encontrabas con otra ciudad ¡València no te reconozco!

En cierto modo, el obligado exilio de la patria chica era excitante, lo asimilaba al igual que cuando el Valencia CF se presentaba ante sus aficionados a principios de julio, y tan solo la entidad abría la tribuna para tal celebración. La ciudad quedaba uniformada por unas vallas embalsamada de ladrillos. València dejaba las tareas para la repesca al mes de Augusto. Se examinaba durante la calenda del periodo vacacional, que por excelencia el calor reivindicaba las vacaciones como santo y seña, para arrancar un mes de septiembre con las tareas bien hechas. La selectividad se atrasaba un par de meses. Aquella València me gustaba. Esta también pero menos. No quedaba ni un alma. Todo estaba cerrado a cal y canto. Con el paso del tiempo, solo la Semana Santa ha emulado al mes de agosto en el contexto de este ciclo anual del verano. El siglo XXI cambió los hábitos de aquella València que cerraba la ciudad con el candado y echaba al mar la llave para treinta días después, las aguas devolvieran tal utensilio para iniciar su apertura.

En los últimos tiempos desde que gobiernan los del valencianismo diverso, con algún aullido popular, las tornas han cambiado. Las bicicletas circulan durante todo el calendario y las obras por pequeñas que sean trabajan los doce meses del año por alguna causa. A eso me refiero, a la reforma integral de lo que para mis principios no es nada más y menos que la plaza de la Democracia. Disfrutamos de la calle en la guía urbana local gracias a la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, pero no de su plaza. San Agustín es nuestro particular Muro de Adriano hacía una ciudad no amurallada y totalmente democratizada. San Agustín es nuestra puerta de hierro. Nuestra verdadera plaza que ha estado ahí, solidarizándose con cualquier causa perdida del pueblo que ha servido como punto de partida de la marcha, de la protesta, de la manifestación, de la repulsa a alguna propuesta que ha ido contra los principios básicos e intereses de la sociedad civil valenciana

Hoy, San Agustín, su plaza, se encuentra en un periodo de metamorfosis arquitectónica para que el ciudadano recupere el valor esencial que nos ha servido para caminar sobre su adoquín. San Agustín es algo más que una plaza catapultada por una Iglesia y por el gran edificio del fierro. A tal reforma interior, si fuéramos justos con la historia deberíamos añadir algún edulcorante, más vegetación por ejemplo, ante tal espacio que pueda parecer insulso, que nos hiciera rememorar juntos el servicio de dicho emplazamiento a la labor democrática, e incluir en el callejero, a San Agustín como la plaza de la Democracia. Porque si uno de los principales pilares de tal sistema de gobierno que pesa sobre los ciudadanos, es el derecho a manifestarse, a rebelarse frente a las injusticias protocolarias del sistema. San Agustín es el punto de partida por el ala oeste del camino al centro histórico del Cap i Casal. Por ello, tal obra no debe quedar aislada ni marginada del resto por un arranque de impulsos. San Agustín es necesaria en nuestras vidas. San Agustín es algo más que una plaza con una Iglesia. San Agustín es un espacio que prevalecen las ideas diversas en el que todos los valencianos hemos peregrinado por alguna causa en beneficio de todo un colectivo.

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