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CRÍTICA DE CINE

'This closeness': una habitación también es una trinchera

Culturplaza analiza los largometrajes de la Sección Oficial de Cinema Jove 2023

12/06/2023 - 

VALÈNCIA. Una casa puede ser un hogar, un campo de batalla, un fortín o un refugio, por ejemplo. Lo que ocurre en cada casa la define, y en muchas ocasiones, la realidad material de esta forma parte de esa definición. Si bien todas las familias no son felices (ni mucho menos), la precariedad ha formado situaciones de convivencia nuevas, casas compartidas forzosamente, casas colmenas, pisos turísticos… Una casa puede ser calor o frío.

En el caso de This Closeness, la casa donde se rueda íntegramente la película es una casa helada. Sin apenas decoración, el piso tiene un baño, un comedor/cocina/recibidor y dos cuartos con las dos puertas pegadas y las paredes hechas con papel de fumar. Una de las habitaciones pertenece al dueño de la casa, un joven estereotipado como incel, que pasa los días encerrado en su habitación, habituado a la soledad. La otra, durante un fin de semana, pertenece a una pareja que viene porque él tiene una fiesta de reunión del instituto.

La jovencísima directora Kit Zauhar equilibra, en su segundo largometraje, la balanza entre lo incómodo y la comedia. Si bien la pareja empieza riéndose del dueño de la casa, pronto la convivencia empezará a convertir todo en pequeños roces que en cualquier momento pueden convertirse en chispas. Roces entre el huésped y el dueño; roces entre la pareja por el trato y por unos celos que dejan claro que la pareja no es, en ningún caso, idílica; roces que desea tener, en este caso, literalmente corporales, el dueño con la huésped.

Bajo estas premisas, Zauhar construye un film de diálogos largos y situaciones desafiantes para el espectador, que le obligan continuamente a posicionarse. Al igual que sus personajes, el público está atrapado en la casa, y escuchar como en la pared de al lado se baila, se discute o se hace el amor, significa elegir en qué cuarto (en qué trinchera) cree que ha de estar. Los personajes, que construye la directora, a pesar de nacer del estereotipo, crecen con los diálogos. Precisamente, por la falta de capacidad comunicativa, a pesar de que los tres tienen profesiones relacionadas con la comunicación (videojuegos, prensa, youtuber).

La cámara busca posiciones contrapuestas. A veces es quirúrgica y fría; otras busca la tensión o la incomodidad del espectador. A eso ayuda el ASMR con el que trabaja la protagonista y que es un recurso bien utilizado como parte de la puesta en escena. La directora, en realidad, se posiciona para jugar con el espectador: el calor de un masaje o la frialdad de un sexo surgido para quitarse de cualquier manera el rencor de encima.

Se ha etiqueta el trabajo de Zauhar como un “mumblecore 2.0” en alguna reseña tras su estreno en el SXSW. Es cierto que cumple con varias premisas, pero va mucho más allá de ella. Lejos de tener un planteamiento naif, This Closeness habla desde la precariedad, desde la juventud, desde la confusión de los tiempos, desde la realidad racial (la protagonista y la mujer con la que el dueño mantiene, al fin, relaciones sexuales, son racializadas, dejando entrever una crítica a la fetichización). La empatía es casi imposible, pero sin duda hay mucho de compasión por cada uno de los personajes, porque es fácil saber que, al igual que parecen atrapados por el piso compartido, también lo están en una serie de factores que les marcan el camino de su disfunción.

¿Qué pasa cuando tres personas disfuncionales comparten un fin de semana en una casa? Que una habitación también es una trinchera. Y que hasta en las baldas de una nevera hay líneas enemigas.

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