En 2013, el nuevo plan urbanístico del ayuntamiento de Montreal para el barrio de Griffintown inició un proceso de gentrificación que tuvo su punto culminante con la expulsión de un grupo de artistas que vivía en una fábrica abandonada. A Caroline Breault, diseñadora gráfica de Hora de Aventuras, esa noticia le motivó para contar una historia sobre esa generación que creció con ambiciones creativas en entornos donde la vida no era tan cara a todos los niveles como en la actualidad
VALÈNCIA. De los libros de Luc Sante sobre Nueva York, la primera conclusión que se extrae es que la efervescencia cultural de aquellos años se debía a la abundancia de jóvenes, a la concentración en grandes ciudades de los que huían de ambientes poco amables en otras partes del territorio, pero sobre todo a lo barato de la vida. No era difícil para ellos encontrar un lugar donde meterse ni chapuzas para salir adelante mientras intentaban cultivar sus talentos. Todo esto admite muchos matices, pero lo que está claro es que hoy la autonomía personal juvenil cuesta muchísimo más dinero que antes.
El cómic Utown (La Cúpula, 2023) de CAB (Caroline Breault) trata sobre un edificio destartalado con alquileres irrisorios en el que viven un grupo de jóvenes de un barrio de clase trabajadora. La historia es bien conocida en todas las ciudades del mundo. Mientras en el barrio empiezan a aparecer cafeterías y franquicias que desplazan a los bares populares y negocios de antaño, grandes empresas van comprando los edificios para rehabilitarlos y alquilarlos a precios de mercado.
Este fenómeno obliga a estos artistas o aspirantes a salir de ahí y a hacer cosas útiles con su vida. Sobrevivir con una ñapa aquí y allá empieza a ser imposible, hacen falta trabajos a jornada completa, eso elimina el tiempo libre y cambian por completo las prioridades. En este proceso de selección natural, Breault traza el perfil de Sam, un treintañero que afronta la crisis existencial prototípica de ese momento de la existencia. La vida supuestamente provisional que cree que lleva un veinteañero antes de llegar a ser lo que cree que será, se convierte en la cruda realidad. A algunos esto les afecta tomando conciencia de que su trabajo asqueroso es el único trabajo que tienen y tendrán. A otros, que la vida bohemia del artista, a partir de cierta edad, es cercana a la indigencia.
La frustración de Sam es muy interesante y está muy bien contada. Representa el perfil de personaje que creció entre los valores de los 90 y el cambio de siglo. Pasados los años, lejos de ser un grafitero cool, está más cerca de los vagabundos. Malvive sin dinero, aprovecha cualquier momento para ponerse completamente ciego y sufre graves problemas de autoestima. Aun así, consigue seducir a un chaval, un adolescente incauto al que da cobijo cuando se lo encuentra en la calle. El gran relato de la novela gráfica es cómo ese crío sale adelante, mientras que el artista lo tiene mucho más difícil.
Los matices de la personalidad de Sam son arquetípicos, pero están bien tratados. Su frustración le impide dar un palo al agua por miedo a que el resultado no sea brillante, lo que cree que se espera de él o lo que él esperaría de sí mismo. Con el proceso creativo completamente paralizado por estas inseguridades, queda mal con todo aquel que le paga para que le haga algo. Al mismo tiempo, esa frustración se vuelve contra los que le rodean, mientras abusa de sustancias varias, y se va quedando solo. Al final, conserva amigos, pero ya nadie ni tiene ni quiere tener una relación estrecha con él.
Breault es una autora canadiense y quebequesa, natural de Montreal, lo que mantiene viva la llama del romance de esta editorial barcelonesa con ese singular pequeño rincón del mundo. Ya contamos en la reseña de Las piñas de la ira que todos estos autores tienen en común un gusto por las aristas, lo incómodo y la falta de condescendencia, cualidades maravillosas cuando hablamos de viñetas. Breault es ilustradora, ha trabajado en Hora de Aventuras, pero estos personajes y estas ideas le rondaban en la cabeza desde hacía años. Empezó a rumiar las relaciones tóxicas y dañinas entre personajes cool ya en el instituto. Según sus palabras, estaba fascinada con toda la cultura "del skate" y sus inalcanzables "chicos malos", pero cuando era "una adolescente impresionable". Lo que se lee en esta novela gráfica es un destilado de toda aquella experiencia que fue creando mientras estudiaba diseño gráfico.
Es muy meritorio que durante años creara un universo propio, escribiendo páginas y páginas de word durante horas, sin tener claro si eso iba a llegar algún día a alguna parte y sin que tuviera que ver con sus objetivos profesionales. Su primer cómic nada tenía que ver con este mundo que había creado en su imaginación. Nuclear Winter, publicado en webcomic, era una parodia de una distopía en la que el apocalipsis, tras un accidente en una central nuclear, llegaba a Montreal en forma de invierno impenitente y perpetuo, no muy distinto a los que habían vivido sus abuelos.
Fue tras su publicación y desarrollo cuando se dio cuenta del potencial narrativo de la viñeta. Cuando luego el ayuntamiento de Montreal anunció el plan de renovación de Griffintown, se obsesionó con todo lo que tenía que ver con urbanismo, arquitectura, vivienda, getrificación y promotores. En 2013, se produjo el desalojo de Moreau Lofts, una fábrica abandonada en la que residían numerosos artistas de ese barrio y aquello le produjo un gran impacto. Fue el detonante de que se atreviera a poner en esa situación a los personajes que llevaban años en su cabeza y en archivos de word.
El resultado final de Utown es un relato muy emotivo y realista. La eterna canción de la frustración cuando se constata que nunca se cumplirán los sueños adolescentes. Es muy interesante, a su vez, cómo las nuevas generaciones son retratadas como más responsables y constantes que sus inmediatamente mayores. Algo que no quiere decir nada en particular sobre unas y otras, más allá de que se han desarrollado en entornos diferentes. Unos se encontraron con el encarecimiento de la vida y los procesos de gentrificación cuando ya habían crecido, otros crecieron en ellos.