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'The year of the Dragon'

Foto: JORGE GIL/EP
11/02/2024 - 

La temática del año nuevo chino se ha convertido en un clásico de este espacio de Noticias de Oriente. En efecto, cada año hago referencia a este acontecimiento que resulta tan relevante para los chinos. Se trata de la celebración más importante de la cultura china e implica, para empezar, millones de desplazamientos con el objeto de que muchas personas industriosas y luchadoras tengan un descanso y puedan reencontrarse en sus lugares de origen. Es una fiesta familiar y vertebradora. Para los chinos, como para nosotros, la familia es muy importante. También simboliza le vuelta a la vida buena tras la dureza del invierno. Por eso también se la denomina como el Festival de la Primavera. Tiene el mismo punto de regeneración que encontramos en las fiestas de carnaval en la cultura occidental (aunque éstas son claramente menos familiares) o en las mismas fallas de Valencia que dan la bienvenida a los días más largos, a la alegría del buen tiempo y los cielos azules y soleados. Los soles machadianos de la infancia.

Recordemos que el año nuevo chino nada tiene que ver con el año nuevo occidental. De hecho, nunca es en la misma fecha. Esto es así porque la referencia es la segunda luna nueva tras el hito del solsticio de invierno. Por otro lado, en la cultura china, cada año se rige por un animal. Son los doce que acudieron a la convocatoria de Buda: la rata, el buey, el tigre, el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo, el perro y el cerdo. Además cada año se caracteriza por un elemento: metal, agua, madera, fuego y tierra. De esta forma, este calendario lunar se integra por 12 ciclos completos de la luna y los años son de 354 días.  

Cabalgata del Año Nuevo Chino, a 3 de febrero de 2024, en València. Foto: JORGE GIL/EP

Así este año los chinos estrenan su año 4722 bajo el signo del Dragón de Madera. Arrancó ayer, el 10 de febrero y se prolongará hasta el 28 de enero de 2025 en el que dará paso a la Serpiente de Madera. Curiosamente los dragones son criaturas recurrentes en todas las culturas y periodos. Son seres mitológicos que en general han producido miedo y terror en el imaginario colectivo. Se les ha considerado monstruos, bestias. Como denominador común escupen fuego y tienen alas. Es cierto que en un principio, se entendió que los dragones, como otras animales mitológicos podían ser útiles y protectores por su gran potencia o animales peligrosos y dañinos. Con el cristianismo se impuso una percepción negativa de estos animales llegándolos a equipararlos con el mal e incluso, más concretamente, con Satanás o el Diablo. Basta con citar la leyenda de San Jorge y el Dragón o más recientemente el dragón Smaug del Hobbit de Tolkien o la irresistible Maléfica de Disney (que es una de las pocas dragones hembras que conocemos con esa forma deliciosamente humana de Angelina Jolie la mayor parte del tiempo convirtiéndose en dragón temible y escupidor de fuego cuando se enfada).

¿Qué caracteriza al signo del Dragón en la cultura china? El dragón representa la riqueza (también en nuestra cultura mediterránea, como decía mi tercera abuela Mina con esa sabiduría popular y bondadosa que la caracterizaba al señalar, en las noches de verano en Jávea, a los dragones devoradores de mosquitos, “casa de dragones, casa de doblones”), la energía, la fuerza hipnótica que deslumbra y fascina. Es un signo lleno de potencia, de un atractivo insuperable, magnético. Tiene carisma y requiere de un propósito para guiar sus acciones y su vida en general. Es valiente y alcanza un entendimiento profundo del mundo y de las razones del corazón. Además suele estar tocado por la fortuna. Sin duda tiene defectos engorrosos y a veces encantadores como cierta frivolidad social, un egocentrismo muchas veces autocomplaciente (vamos, que están encantados de haberse conocido) y cierta dificultad para hacer esa cosa tan moderna (y quizás necesaria) de ponerse en los zapatos del otro (sí, la empatía). 

Asimismo, y creo que esto es positivo, son obsesivos con el trabajo como forma de estar en el mundo y como fuerza transformadora de su entorno. Su entrega al trabajo es completa porque ven la importancia que tiene. Las personas que nacieron en el año del Dragón son orgullosas, obstinadas y más que reacias a pedir ayuda. En el amor son honestos y encantadores, de amores verdaderos y profundos. Por otro lado, el elemento de la madera se refiere en la cultura china a los avances, el progreso, la energía existencial, la flexibilidad adaptativa y la imaginación. Se trata sin duda de un buena combinación que augura que nos encontremos en tiempos de transformación, innovación y, en definitiva, cambios profundos.

Celebración del Año Nuevo Chino en Hong Kong. Foto: KEITH TSUJI/ZUMA PRESS WIRE/DPA

Algunos expertos en astrología china apuntan que este año del Dragón de Madera es el final de un ciclo de declive de más de 120 años. Es decir que este año podría suponer el fin de un gran ciclo para la humanidad. Es por ello, apuntan, que estos últimos tiempos (este año que ha acabado bajo el signo del Conejo de Agua) se han caracterizado por la inestabilidad, la desazón existencial, la desorientación colectiva, los conflictos que creíamos superados. Por lo tanto, esta ebullición que describe nuestro mundo actual también supone la gran oportunidad de cambio. Se trata sin duda para los chinos de uno de los mejores signos ya que marca transformaciones relevantes, un antes y un después, con el consiguiente poder dinamizador que tiene la resurrección que viene a negar la muerte. En efecto, muere una época y empieza otra llena de oportunidades, de nuevas experiencias y de otras formas de buscar la felicidad. En este sentido, como rezaba un cartelito en la sede mexicana de la galería de arte moderno Luis Adelantado, “todo final es un comienzo”.  

Por lo tanto, podría ser que estemos asistiendo al nacimiento de una nueva conciencia si realmente tratamos de ver estos cambios. Y este componente regenerador pasa por la vuelta a la esencia y poder afirmar que el mundo requiere más humanismo cercano que tecnología disgregadora. Esto obligará a que se acepte que hay diversas formas de vida. Y que el etnocentrismo imperante de los últimos 120 años (que ha conseguido conquistas nada desdeñables en lo social, económico y moral) deberá convivir lealmente con otras realidades culturales diferentes que no deben ser despreciadas sino entendidas. Por otro lado, siendo la madera el elemento de este año del Dragón, se pondrá de relieve (por su impacto ya real) la cuestión del deterioro ambiental en todo el mundo por efecto de la devastadora y muchas veces irresponsable acción humana. La madera representa la naturaleza, los valores ecológicos por tratarse de un producto no procesado genuino. Pues bien, este énfasis en la preservación del medio ambiente y la lucha inteligente para mitigar los efectos del cambio climático van a ser componentes esenciales de esta nueva época que asoma.

Imagen de la película 'The Year of the Dragon'. Foto: IMDB

Acabo con unas recomendaciones, en la más pura tradición china, para recibir estos días al nuevo año chino. Conviene prepararse para dar la bienvenida a este nuevo año lunar. Y para ello procede realizar una limpieza a fondo de nuestras casas. Y como hacen los chinos, tirar a la basura todo aquello que no sirve, lo que resulte peligroso o cortante, lo que resulte feo (no es bueno convivir con objetos que no nos produzcan un placer visual), lo que no funcione. Esto implica realizar una limpieza no solo física si no de alguna forma espiritual. Aligerarse para poder encarar el futuro con serenidad y desde la esencia. Y hacer cosas que produzcan alegría y placer. Cosas pequeñas como ver una película. 

Y recomiendo precisamente la trepidante The Year of the Dragon (que en español se tradujo con el muy descriptivo título de Manhattan Sur) de Michael Cimino (un director tan talentoso como poca afortunado en taquilla). En esta película, un descomunal Mickey Rourke, en el papel del policía irlandés Stanley White (muy superior al del exhibicionista casi cómico de la horny “Nueve Semanas y Media”) se enfrenta al imperio de la mafia china del sur de la isla de Manhattan dirigido por el elegantísimo John Lone (también conocido por encarnar al último emperador ya adulto de la inolvidable película de Bertolucci). La historia está muy bien contada y el espectáculo está garantizado: violencia desatada, mafiosos italianos y chinos malísimos, el carácter justiciero del protagonista, una historia de amor interracial, decorados urbanos estimulantes y exóticos. Muy recomendable. Y me despido con el inevitable 新年快乐! (Xīn Nián Kuài Lè!) o ¡feliz año nuevo chino! 

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