Querido Xokas, queridos creadores de contenido, queridos nuevos ricos y, en definitiva, queridos todos los que lleváis ya un tiempo amenazando con la idea de migrar a Andorra si Hacienda no se pliega a vuestros intereses:
Es tal la magnitud del dolor que me atraviesa el alma al contemplar vuestras carnes entumecidas por la elevada tributación que sufrís en España que me he decidido a dirigirme a vosotros con el ánimo de disipar los miedos que, sin duda, os impiden avanzar hacia el santo grial de la baja fiscalidad existente más allá de la frontera del río Runer. Procederé pues, con vuestro permiso, a desmentir las leyendas urbanas maliciosamente atribuidas a la vida en el país de los pirineos que no hacen otra cosa que ralentizar la toma de una decisión que podría alejaros de los abusos tributarios para siempre. Prestad atención, porque los sencillos consejos que me he tomado la molestia de ofreceros en este esmerado texto os permitirán disfrutar al máximo de la vida en el maravilloso estado soberano que es el Principado de Andorra.
“Andorra está bien para un fin de semana, pero la rutina es muy aburrida”. Sed pacientes. Andorra puede ser un remanso rancio de paz hasta que a alguna familia de esas de ocho apellidos andorranos le da por cubrirse de gloria. En 2015, por ejemplo, llegó a intervenir el FinCEN (Financial Crimes Enforcement Network) estadounidense por una liada tochísima que vinculaba a Banca Privada de Andorra con fortunas ilícitas procedentes de Petróleos de Venezuela y de la trama Odebrecht, entre otras. Una fantasía de corrupción y blanqueo de capitales que se llevó por delante al banco entero y que acabó judicializado de principio a fin. Quién sabe si el próximo ‘caso BPA’ se produce en breve y os lo perdéis por culpa de esta idea absurda de quedaros en España.
“Es que la noche andorrana es bastante floja”. Esto solo os lo ha podido decir un tolili que va por la vida con fuertes carencias de todo tipo. Hacedme caso a mí. Dejaos de discotecas infestadas de monitores de esquí argentinos y quedaos con estas tres palabras: bar de portugueses. Son la gozadera de cualquier parroquia e incluyen un amplio abanico de posibilidades que van des de los juegos de azar hasta las peleas nocturnas y las redadas policiales. Un 10 sobre 10 en mi escala particular de true party. Muy recomendable sería el Snack Bar Joventus, en la calle Joan Maragall de Andorra la Vella.
“El aborto está prohibido”. Eso es así. Mi consejo es que vayáis con ojo y que, si es necesario, os pongáis un par de condones si no veis la cosa clara. Especialmente, si acabáis en la cama con alguien procedente de lo que se conocen como parròquies altes, es decir, de los municipios de Canillo y de Ordino. Hasta hace relativamente poco, las fuertes nevadas y la precariedad de las vías terrestres de comunicación dejaban atrapados a los vecinos de estos dos pueblos durante los largos meses de invierno y, bueno, a nivel genético digamos que sus descendientes son lo que son.
“Tienes que moverte en coche”. Sí, pero es uno de los pocos sitios del mundo en dónde puedes hacer autoestop tranquilamente sin miedo a caer en manos de una mafia de tráfico de órganos. Los índices de delincuencia son relativamente bajos puesto que es un país con la capacidad de cerrar sus fronteras tras producirse un delito (lo llaman operación jaula) y esto, quieras que no, resulta bastante disuasorio.
“Joder, entonces no voy porque a mí me gusta delinquir”. Pues yo qué sé, podéis ir y delinquir, pero tenéis que hacerlo bien. Lo mismo que os digo que el país goza de la capacidad de cerrar sus fronteras para enganchar a un criminal también os digo que posiblemente tenga el cuerpo de policía más estúpido del planeta. Que ya tiene mérito. Poned algo de vuestra parte, ¿no?
“Los horarios son muy europeos y es imposible salir a cenar más tarde de las 21 h”. De nuevo, Snack Bar Joventus. Creedme.
“Andorra no tiene aeropuerto”. Cuánto daño ha hecho el síndrome Carlos Fabra en lo que vendría siendo el sur de Europa. Vamos a ver, hay tres aeropuertos a una distancia aproximada de tres horas en coche desde Andorra la Vella: el de Barcelona, el de Toulouse y el de Perpiñán. Teniendo en cuenta que estamos hablando de un país que creyó que era buena idea otorgar media jefatura del Estado al presidente de Francia y otra media a un cura, pues tampoco hace falta que os pongáis tan exquisitos, la verdad.
“El SMI en Andorra es más alto y si tengo que contratar a alguien me saldrá muy caro”. Puede ser, pero no hay sindicatos que den mínimamente por culo ni nada que pueda aproximarse al concepto de la lucha obrera. Lo más cerca que ha estado Andorra de vivir una movilización de trabajadores fue un 1 de Mayo en que el propietario del supermercado Punt de Trobada obligó a sus empleados a manifestarse para conseguir que el gobierno construyese una rotonda de acceso al recinto. Ya os digo que es todo miel sobre hojuelas, amigos.
“La gente en Andorra es rara/estirada/peculiar…”. Los andorranos son exactamente igual que nosotros: machistas, racistas, homófobos y de un clasismo estratosférico, y para aproximaros a ellos tenéis que adaptaros a sus filias y sus fobias. La migración, sin ir más lejos, no es la misma que en España y eso influye en los odios que los autóctonos sienten hacia los foranos. Por ejemplo, como en Andorra no hay prácticamente negros, pues su racismo no iría tanto en esta dirección. Lo que sí hay son portugueses y si queréis formar parte de la andorranía más genuina podéis empezar a odiarles y a llamarles porronchos, que sería el mote despectivo con el que se conoce a la segunda comunidad extranjera más numerosa en el país.
“Es que yo no odio a los portugueses, yo odio a los catalanes”. Pues no lo dudéis ni un segundo más: Andorra es vuestro sitio. Por encima del tremendo desprecio que sienten los andorranos hacia los catalanes solo encontraríamos la catalanofobia de los aragoneses, así que imaginaos si vais a estar a gusto.
Y poco más. Que os mando muchas fuerzas para hacer la maleta, que os tengo en mis oraciones diarias para que dejéis de sufrir de una vez y que deseo fuertemente que tanta paz llevéis como descanso dejáis.