VALENCIA. Una hora antes de empezar el mitin tuvieron que cerrar las puertas de Mestalla. "Menos mal que los encargados eran empleados del Valencia que sabían lo que significaba cerrar las puertas y no voluntarios del PP, que habrían seguido dejando entrar a los amigos y conocidos. Habríamos tenido un problema, allí no cabía nadie más". Así recuerda una de las personas de la organización, que pide no ser identificada, el que fue uno de los mayores mítines de la historia de la democracia española, un acto que por poco no se les fue de las manos. El mitin de Aznar en Mestalla, más de 55.000 personas en el estadio del Valencia CF y unas 15.000 que no pudieron entrar, según estimaciones de la Policía.
Fue el 29 de febrero de 1996, hace 20 años, y no ha habido otro igual. Tres días después, el PP de José María Aznar acababa en las urnas con 13 años de presidencia de Felipe González.
Todo empezó nueve meses antes, el 25 de mayo de 1995, cuando los populares celebraron en la Plaza de Toros de Valencia el mitin central de la campaña de las autonómicas y municipales. "Zaplana ya quiso hacerlo en Mestalla, pero en el PP no se atrevieron", recuerda Paco Grau, responsable de Trivisión, la empresa que realizó el montaje audiovisual en ese mitin y también del de Mestalla, por el que cobró 7 millones de pesetas con factura e IVA.
El auge del PP, que cuatro años antes había conquistado el Ayuntamiento de Valencia con Rita Barberá, parecía imparable y Eduardo Zaplana se veía con fuerza para llenar Mestalla, pero el partido lo desaconsejó. Sin embargo, la asistencia en la Plaza de Toros desbordó todas las previsiones y la gente que no pudo entrar colapsó la calle Xàtiva. Aznar acabo así su intervención: "¡Aquí no cabemos; en las generales, a Mestalla!".
"Al final nos pagó Serafín Castellano una pequeña gratificación en un sobre"
Zaplana le tomó la palabra y los preparativos empezaron en enero. El PP, que entonces tenía su sede en Barón de Cárcer, abrió una oficina ad hoc para organizar el mitin. En ella, seis personas entre las que destacaban Jesús Sánchez Carrascosa, mano derecha de Zaplana y entonces esposo de la directora de Las Provincias, María Consuelo Reyna; Eduardo Ovejero, histórico fontanero del partido, y la periodista Macarena Ferrandis.
La oficina estaba situada en la avenida de Aragón, junto al estadio, en un edificio de Valencia Urbana, la inmobiliaria de Antonio Gil-Terrón, íntimo amigo del matrimonio Carrascosa-Reyna que después sería nombrado asesor –sin sueldo– de Zaplana y, más tarde, vicepresidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM).
Para ese día la Organización contrató a otras 24 personas. Una de ellas, el periodista Javier Cavanilles, actual coordinador de contenidos de la revista Plaza, quien recuerda cómo muchos periodistas de Madrid estuvieron a punto de no entrar debido a las aglomeraciones en la puerta habilitada para la prensa y cómo él mismo, en el caos de la batalla por facilitar el acceso a los profesionales de la información, acabó quedándose fuera. "Al final nos pagó Serafín Castellano una pequeña gratificación en un sobre", desvela.
El estadio lo cedió gratis el Valencia CF, entonces presidido por Paco Roig. El único problema era que la semana siguiente se jugaba un Valencia-Barça en Mestalla y el césped no podía sufrir daños. Para ello, se cubrió el verde con unas placas de PVC que habían sido usadas con éxito unos años antes en el Vicente Calderón para un concierto de los Rolling Stones. Sobre ellas se colocaron 9.696 sillas de plástico que completaban el aforo de las gradas, que era de 45.500 localidades.
La tarde fue de 'caloret' prefallero, lo que no fue óbice para que algunas señoras lucieran y sufrieran sus abrigos de piel
No quedó una silla vacía, en el césped ni en la grada. José María Aznar tuvo que entrar al estadio por las oficinas del club –entonces situadas en la avenida de Aragón– porque la avenida de Suecia y la calle Artes Gráficas estaban abarrotadas de gente que trataba de llegar a alguna puerta mostrando la invitación personal del presidente del partido para acudir al acto. Inocentes. "Se enviarían unas 35.000 invitaciones, sólo a los militantes de Valencia, pero vino mucha gente de fuera, incluso de Cuenca y Albacete pusieron autobuses", explica el integrante de la organización.
Los organizadores estuvieron a punto de comprar a una empresa de Ontinyent miles de pequeñas mantas de viaje como las de los aviones, con el logotipo del PP, para que se protegieran del frío. Pero desistieron porque salía demasiado caro. Y menos mal, porque la tarde fue de caloret prefallero –18 grados centígrados de máxima–, lo que no fue óbice para que algunas señoras del PP de toda la vida lucieran y sufrieran sus abrigos de piel. La ocasión lo merecía.
Unos 700 autobuses fueron movilizados para el acto, algunos contratados en provincias limítrofes a las valencianas porque el parque móvil de autocares de la Comunitat se agotó.
A pesar de la avalancha humana, la entrada al estadio fue ordenada, conducida por el animador del acto, Paco Grau, que intercalaba consejos a los asistentes entre las presentaciones de los artistas invitados. Allí cantaron Manolo Escobar, el grupo Tabata Ley y Francisco, pero no Julio Iglesias, principal reclamo folclórico del acto, quien subió al escenario para saludar con la mano y levantar en alto el puño de Aznar, pero no soltó una palabra.
Barberá, que jugaba en casa, levantó a la afición de sus asientos al dirigirse al todavía presidente socialista: "Felipe, hakuna matata"
Otros asistentes que no ocultaron su sintonía con un PP próximo a gobernar fueron los humoristas Arévalo y Tip, las cantantes Concha Márquez Piquer y María Jiménez, el actor Pepe Sancho, el escritor Fernando Sánchez Dragó –sentado en primera fila, entre los cabezas de lista Francisco Camps y Federico Trillo– y el anfitrión, Paco Roig. También acudió el presidente el Partido Popular Europeo, el belga Wilfried Martens.
Tras las actuaciones y con un público ya entregado por tanta emoción retroalimentada, hizo su aparición en el estadio José María Aznar. Su entrada fue apoteósica, retransmitida por el videomarcador y la pantalla gigante instalada en el escenario durante los más de 15 de minutos que duró la vuelta que dio a un terreno de juego abarrotado.
"Pusimos una pantalla Jumbotron, de 50 metros cuadrados, que hubo que entrar en el campo con una grúa por encima de la grada", explica Paco Grau. Fuera, en los balcones de la fachada principal de Mestalla colocaron otra que sirvió para que quienes se habían quedado a las puertas en la avenida de Suecia pudieran seguir el acto. Y aún quiso Trivisión colocar otra pantalla en la fachada de Artes Gráficas, "pero Carrascosa no lo consideró necesario, pensó que no iba a ir tanta gente", revela Grau. "Luego se comprobó que habría sido mejor, porque allí también se quedó mucha gente fuera", añade.
Ya en el escenario, Grau fue presentando a los políticos que iban a intervenir, cinco minutos los cabezas de lista de las tres provincias, Camps por Valencia, Trillo por Alicante y Juan Costa por Castellón.
Después, una Rita Barberá toda vestida de rojo pronunció una de las frases más recordadas del mitin, dedicada al presidente y candidato socialista: "Felipe, hakuna matata" (no te preocupes), popularizada por la película El rey León (1994). Barberá, que jugaba en casa, levantó a la afición de sus asientos y recordó su conocida tesis de que si el PP ganaba en Valencia (1991), ganaría en la Comunitat (1995) y ganaría en España. Algo que años después recordó a la inversa, a modo de advertencia: Si el PP pierde Valencia, perderá la Comunitat y perderá España. Y los hechos le están dando la razón.
Según Pedro Arriola, el PP no logró la mayoría absoluta al haber movilizado con el acto de Mestalla a muchos votantes de la izquierda
Eduardo Zaplana auguró, en función de las encuestas y el llenazo de Mestalla, que el PP lograría no 18 escaños en la Comunitat, sino 20. Obtuvo 15. Tampoco fue demasiado realista –era un mitin– cuando proclamó que estos diputados iban a defender los intereses valencianos por encima de todo, "impidiendo que cualquier otra representación política hipoteque los destinos de esta comunidad".
Del hecho de que el PP quedase lejos de los escaños que preveía Zaplana y no consiguiese la mayoría absoluta hubo una curiosa interpretación a cargo del asesor electoral de Aznar –y también de Rajoy–, Pedro Arriola. Según este gurú, el PP no logró la mayoría absoluta al haber movilizado con el acto de Mestalla a muchos votantes de la izquierda que quizás se habrían quedado en casa. Una teoría cuestionable, porque lo cierto es que, tras este mitin y el de Felipe González ese mismo día en el Palau Sant Jordi de Barcelona, el titular de La Vanguardia a la mañana siguiente era más bien desmoralizador para la izquierda: "González: 40.000, Aznar: 60.000".
Cuando el candidato del PP subió a la tribuna –gritos de "oa, oa, oa, Aznar a la Moncloa"– se vio presidente del Gobierno, tres años después de perder unas elecciones que tenía ganadas según todas las encuestas. Como aquella derrota se achacó al ‘voto del miedo’ despertado por González en el último debate con Aznar, el candidato popular hizo hincapié en que no había que tener ningún miedo a que ganase la derecha.
El mitin acabó con el himno de la Comunitat ‘cantado’ hasta por Julio Iglesias y Aznar, quien viajó esa misma noche a Madrid para acabar la campaña al día siguiente en Valladolid.
La gente abandonó el estadio en orden, algunos se quedaron a ver en la pantalla gigante el partido de Copa del Valencia en el Calderón –ganó 1-2, pero quedó eliminado– y Paco Grau se dio cuenta de que entre aquellos peperos había algún mangante: le habían robado el abrigo.