Se cumplen 25 años de la disolución de La Nave, el colectivo valenciano de diseñadores que revolucionó la forma de hacer las cosas en los 80
VALENCIA. Entre los diseñadores valencianos hay consenso en calificar a La Nave como el referente más importante para entender los orígenes y evolución del diseño valenciano. Este colectivo, formado en 1984 por diseñadores y arquitectos, supo aprovechar un momento único en el que se dieron una serie de factores para que empresas, instituciones y diseñadores pudiesen llevar el diseño a su primera edad de oro
En otra ciudad sería una anomalía que no se conociese un grupo así fuera del ámbito del diseño, que no tuviesen una calle a su nombre, un centro dedicado a la creatividad (al Espai d’Innovació i Creació de Valencia se le conoce como Las Naves, pero es una casualidad dada por los edificios en los que se ubica) o un museo del diseño valenciano, pero en Valencia estamos más o menos acostumbrados a no recordar lo trascendental. Quizá de ahí nuestra tradición por quemarlo todo de año en año, y es que es injusta la poca memoria y esta tendencia de los de aquí a no creernos cuando hacemos las cosas realmente bien.
Eduardo Albors, Paco Bascuñán, José Juan Belda, Carlos Bento, Quique Company, Sandra Figuerola, Marisa Gallén, Luis González, Luis Lavernia, Nacho Lavernia y Daniel Nebot fueron los once navieros que revolucionaron cómo afrontar proyectos.
Esta especie de Ocean's Eleven del diseño, el Rat Pack de la creatividad, estaba acostumbrada a trabajar en grupo ya desde los años 70. Por aquél entonces coexistían el grupo de diseño Caps i Mans (Albors, Belda…), el estudio Tres y Dos (conformado por los hermanos Lavernia), Nebot que pertenecía al grupo Nuc y Bascuñán y Company (estos dos conformaban el Equipo Escapulari-O). Estos tres últimos crearon Enebecé, donde compartían espacio con Pepe Gimeno y pasaron a juntarse con Caps i Mans a partir de coincidir en varias de las reuniones organizadas por Enrique Quiles, donde se originó el grupo Nou Disseny Valencià en el que también estaban Gimeno y Vicent Martínez, entre otros. Puede decirse que fruto de aquellas reuniones clandestinas en la tienda de Luis Adelantado, Nou Disseny Valencià sirvió para estrechar los lazos que formaron La Nave, además de ser el germen de la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana.
La Nave fueron pioneros en eso de reconvertir una nave industrial en un espacio de trabajo, en montar sin saberlo un coworking donde compartían gastos, whisky DYC y secretaria (la paciente Luz de quien siempre hablan con especial cariño) pero no clientes, y era al comenzar proyectos donde se hacían los equipos que lo afrontarían.
En La Nave no había paredes ni horarios, y en contraste con cualquier estudio de diseño actual llama poderosamente la atención cómo en sus mesas tampoco había ordenadores, pero sí ceniceros.
Los cuatrocientos metros cuadrados de la nave ubicada en el número 200 de la calle San Vicente de Valencia sirvieron de escenario para estas estrellas del diseño, un lugar que una década después de reformarse como espacio creativo, ya en 1994, se convertiría en el mítico Roxy Club para dar paso posteriormente a salas conocidas por otras generaciones como Cormorán, Mirror, Noise, Salomé o Moon.
Sus perfiles de diseñadores gráficos, industriales y arquitectos les hacían sentirse capaces de enfrentarse a muchos proyectos de envergadura en un momento en el que estaba todo por hacer y por diseñar. Gracias además a su bagaje personal, con el trampolín añadido de encargarse de las campañas de promoción del IMPIVA, consiguieron situarse en poco tiempo en lo más alto del diseño a nivel nacional con algunos proyectos tan memorables, tres decadas después, como la señalización turística de la autopista A-7, la marca e identidad gráfica de la Generalitat Valenciana, los hinchables veraniegos de TOI, juguetes de Feber, célebres proyectos de iluminación y mobiliario o ambiciosos montajes expositivos que transformaron la Plaza del Ayuntamiento de Valencia.
Fue un momento político muy concreto, y este cóctel de juventud, talento y efervescencia cultural funcionó no sólo como grupo de trabajo o colectivo, sino también para trasladar el diseño a una sociedad que venía de la transición y de una época muy gris. Es lo que en el mundo del flamenco llaman “tener duende”.
Parafraseando el texto de la campaña Think Different de Apple, en valencia La Nave era admirada por ser los locos, los rebeldes, los que veían las cosas de forma diferente. Concedían entrevistas en medios, incluso el programa de televisión Metrópolis se fijó en ellos para dedicarles un reportaje especial. Las revistas de diseño hablaban del fenómeno valenciano de La Nave y nuestros vecinos catalanes observaban maravillados, con sana envidia, lo que aquí ocurría. Con los ojos fijados en Valencia, tal fue el éxito que incluso llegaron encargos internacionales desde Japón, Brasil, Japón, Italia y Reino Unido. Es la reafirmación de la creativa fama de los valencianos, tal y como se cuenta en el documentalCuarto Creciente (ADCV - Menta, 2010) que narra estos años de boom del diseño en la Comunitat Valenciana.
Aunque no pertenecieron a La Nave, otros fuera de serie del diseño valenciano de aquellos momentos como Juan Martínez, Juan Nava, Ramón Pérez-Colomer o Pepe Gimeno también pasaban por allí a participar de alguna manera de aquello. También asomaron principiantes hoy día consolidados como José Vicente Paredes, Lina Vila, Belén Payá o Carlos Tíscar.
La Nave / Testimonios from Menta on Vimeo.
La Nave obtuvo en 1986 un Laus (el premio para proyectos de diseño de mayor prestigio en España, concedido por la Asociación de Diseñadores Gráficos y Directores de Arte del ADG-FAD) por el proyecto de señalización de la autopista A-7. El mismo año participaban en la exposición ‘Diseño en España’ del Museo Reina Sofía en Madrid, así como en otras muestras colectivas durante los siete años que se mantuvieron como grupo, aunque la mayor exhibición de calidad de su trabajo ha sido poder seguir disfrutando, tras la disolución de La Nave, de la profesionalidad y buen hacer de sus componentes. Sin ir más lejos, Daniel Nebot y Nacho Lavernia son Premio Nacional de Diseño (1995 y 2012, respectivamente).
De cara al 25 aniversario de su creación, fue a finales de 2008 cuando más reconocimientos les llegaron, comenzando por la concesión en Barcelona de La Cadena del FAD y el homenaje que les dedicó la asociación catalana Foment de les Arts i el Disseny (FAD, el primer centro de referencia del diseño y la arquitectura en el estado español), con la consecuente fiesta de celebración que la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana organizó en el nuevo espacio del estudio CuldeSac. Posteriormente, La Nave recibió también la Medalla de Bellas Artes de San Carlos de la Universidad Politécnica de Valencia, y también el Premio Especial del Jurado de la revista Economía 3.
Actualmente, el centro cultural La Nau de Valencia (el nombre viene que ni pintado) está preparando la exposición ‘Bascuñán & Company, la extraña pareja’ sobre las derivas artísticas de los dos miembros de La Nave que formaron previamente el Equipo Escapulari-O (Quique Company y Paco Bascuñán, fallecidos en 2005 y 2009), una muestra que tiene previsto inaugurarse en marzo de este 2016, comisariada por Lupe Martínez Campos y Marisa Giménez Soler a partir del material pictórico generado por ambos desde la década de 1970 y hasta los años 90.
Como dijo el diseñador valenciano Kike Correcher en el acto de homenaje del FAD en 2008, “el colectivo La Nave es el referente ineludible para entender la evolución del diseño valenciano, desde los años setenta hasta nuestros días”. Y es que crearon escuela en lo profesional, pero también empaparon a sucesivas generaciones de un espíritu festivo, de un apego y de una cordialidad entre compañeros que es lo que hace que el gremio del diseño valenciano haya podido jactarse, durante décadas, de estar más unido que ningún otro.
La exposición Suma y Sigue, producida por el IMPIVA y expuesta en el MuVIM en 2009, recorría la historia del diseño valenciano desde los años 80 a través de 250 piezas, donde quedaba patente la importancia de La Nave y de cada uno de sus integrantes, así como la innovación y la creatividad, la forma de entender y abarcar los distintos proyectos de diseño que llegan a los profesionales valencianos.
Correcher también destacaba en aquél homenaje la manera de afrontar los proyectos que tenían en La Nave: “Una de las claves de La Nave fue su capacidad para redefinir los encargos, algo en lo que fueron unos grandes innovadores”. Como en distintas ocasiones ha comentado Daniel Nebot, lo que La Nave hacían con cada nuevo encargo era darle la vuelta a la tortilla. Y esa inconsciencia, esa falta de miedo, fue la esencia del colectivo y una maravillosa herencia que dejaron impregnada en la manera de diseñar de aquí.
En 1991 internet arrancaba comercialmente con el primer servidor web puesto en línea por Tim Berners-Lee, nacía el primer navegador, el primer buscador y la primera página web, Apple presentaba la primera versión del reproductor de vídeo QuickTime y Neville Brody lanzaba la publicación experimental Fuse sobre diseño y tipografía. Es el año que finalmente se disolvía La Nave, el año de las elecciones autonómicas que cambiaron el rumbo político de la Comunitat Valenciana y con ello desapareció paulatinamente el apoyo institucional al diseño, el inicio de la larga travesía por el desierto del abandono de la cultura visual, la desprofesionalización, llegarían los ordenadores a todos los estudios, la popularización del diseño mal entendido como algo estético convertible en hobby y, posteriormente, internet. Y si bien ya no hay un “estilo valenciano”, a todo ello ha sobrevivido el legado de La Nave, patrimonio valenciano de una generación de diseñadores que construyeron la profesión del diseño con la frescura, el desenfado y a veces el descaro con que la ejercemos hoy. Desde estas líneas, gracias a todos ellos.
En 1984 se alinearon los planetas en una alianza de talentos que no ha vuelto a suceder. En 1991 se disolvían pero, 25 años después, el espíritu de La Nave sigue rompiendo olas y siendo referencia de un modelo tan admirable como único e irrepetible.