los sabores de siempre también son veganos

38 platos típicos a base de verduras para una cuaresma vegana

Los sabores de siempre son los mejores. Por mucho que hayas caído rendido a los pies del aguacate (yo la primera), de la quinoa o de hacerte Buddha bowls, sabes que al menos uno de los siguientes te hace babear en cuanto ves una foto

| 12/04/2019 | 5 min, 22 seg

Y es que la comida tradicional es hogar. Es la que añoras los días en que te sientes muy ligado a tus raíces, por la que suplicas los días de frío, la que le encargas a tu abuela o la que rebuscas por bares, con la que sueña un Erasmus o cualquiera que haya estado lejos de España durante unos meses. Es acogedora, tanto como encender la chimenea y acurrucarte bajo la manta.

Pues resulta, aunque no lo creas, que he encontrado 38 platos tradicionales que siempre fueron veganos, y tú sin saberlo. Llevaba tiempo detrás de esta lista, porque a mi me flipan los sabores de siempre ¡y porque no todo es jamón! La verdura tiene un protagonismo brutal en nuestra tradición gastronómica. Además, muchos de estos platos se apellidan “de cuaresma”, así que, si vas a dejar de lado la carne estos días, ya sabes. 

Hoy nos vamos de viaje por la España tradicional más vegana.

Empezamos por el sur, en concreto por Cádiz y por sus papas aliñás. Ellas son lo primero en lo que pienso cada vez que cruzo la frontera andaluza. Qué maravilla tan sencilla. Sigo con el famoso trío de sopas: gazpacho, salmorejo y ajoblanco. Las 3 Marías del verano que te dan la vida y no faltan en tu neverita de playa.

Vámonos a por unas patatas a lo pobre, con cebolla, pimiento y ajo, son otra gozada (la patata siempre lo es en casi todas sus versiones). Si nos movemos por Jaén, no nos perdemos sus típicos picadillos, como la pipirrana, una ensalada típica de tomate, pimiento y cebolla cruda. Además, añadimos el ajoatao, parecido al alioli pero además con patata. No lo he probado, pero ahora solo puedo pensar en hincarle el diente.

Para acabar el periplo por Andalucía, hacemos una parada en Almería y nos pedimos su gazpacho cortijero, una variante del gazpacho andaluz, pero con uva blanca y almendras.

Nos subimos al coche y a por la siguiente banderita en el mapa, Murcia. Aquí queremos una morcilla de verano (a base de berenjena, cebolla y piñones) también conocida como morcilla de guerra, y una olla gitana, por favor. La olla gitana es un hervido de verduras y legumbres, con la pera como protagonista. Un plato de esos calentitos que te dejan bien recompuesto.

La ruta sigue por la Comunidad Valenciana y su clásico hervido que amas u odias. No he encontrado todavía a nadie en el punto medio. Yo soy de las segundas, por eso me quedo con la coca de verduras y los buñuelos de calabaza. Ay madre mía, qué sería de las fallas sin ellos.

Pero espera, ¿y el arroz? En València la paella de verduras, en Murcia el arroz viudo (que viene a ser lo mismo, pero con distinto nombre). Que tiene gracia, porque todos los platos a los que les quitan la carne o el pescado los llaman viudos, como si hubieran perdido algo por el camino, como si la verdura vistiese de luto si está sola.

Antes de seguir subiendo por la costa, cogemos un barco camino a las Islas Baleares y atracamos en Mallorca. De aquí no nos marchamos sin probar sus 3 imprescindibles. ¿Habías oído hablar del aliaigua con higos? Yo tampoco. Resulta ser una sopa de aceite y agua, caliente o tibia, preparada con tomate, pimiento, cebolla, guindilla e higos (entre otros). Después de meternos esta sopa entre pecho y espalda, si aún nos queda hueco, seguimos con una coca de trampó (pimiento, tomate y cebolla) y un tumbet mallorquín, que por cierto, estoy deseando preparar. Es un plato hecho a base de colocar varias capas de patatas, berenjenas, pimiento y tomate. Recuerda a la Moussaka.

De Mallorca, nos vamos directos a Cataluña. Aquí queremos calçots con salsa romescu, queremos pan tumaca para desayunar, escalivada para almorzar, y espinacas a la catalana y samfaina para cenar.

Hablando de samfaina, hablemos de pistos. La samfaina es la versión catalana del pisto manchego, o de la fritada riojana, o de la piperrada vasca o navarra. Cada uno a su gusto, pero misma base. Porque, ¿Qué sería de la vida sin pisto? Pues no lo sé, pero como que faltaría algo.

Saltamos a Huesca a por unos boliches de Embun guisados a la antigua. Un cocido con estas legumbres tan típicas de la provincia, preparado con cebolla, zanahoria y puerro.

Nos calzamos las botas de agua para recorrer el norte. Esta va a ser una ruta rápida. En el País Vasco paramos a tomar una porrusalda, caldo de verdura a base de patata y puerro. En Cantabria, los caricos estofados o alubias rojas de Cantabria. A Asturias nos vamos en busca de los tortos de maíz y llegamos a Galicia para rematar con unos grelos y pimientos de padrón.

Ahora sí, abrígate, que nos vamos para el centro, aunque no sin antes parar en Castilla a hacernos un buen potaje (viudo)

Se acerca uno de mis favoritos (y de los vuestros). Mi querida Madrid, qué cosas más buenas nos traes. Aunque no está claro su origen, todos sabemos que unas bravas en Madrid no te las quita nadie. El momento estrella, mi momento hedonista. Ahora, que si hace frío (porque las bravas son de terraza y calorcito) nos hacemos unas porras y unos churros para inflarnos de energía. Continuamos el viaje poniendo rumbo a Extremadura a por el plato más divertido, el cojondongo. 

¿Qué nos queda? la última parada. Dejamos la península atrás y volamos a Canarias. La guinda del viaje, descansar con la vista en el mar delante de un potaje de berros y unas papas arrugás. 


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