ALCOY. España es casi siempre ingrata con sus músicos. Aquí los prejuicios y el olvido a veces pueden más que los hitos. Mantenerse a flote no es fácil en un país en el que siempre vales el último éxito que tengas en las listas, así que del reconocimiento artístico y del prestigio ya ni hablamos. El alcoiano Camilo Sesto es un buen ejemplo de ello. Durante años fue considerado un cantante romántico de gran éxito. Y poco más. Un grave error que, lejos de enmendarse, acabó siendo un mal menor gracias a la relación que el artista mantuvo con los programas televisivos del corazón. En medio de un contexto que aireando miserias hizo polvo la imagen de más de un artista en horas bajas, nadie en ningún momento se acordó de que Camilo Sesto ha acumulado puntos de sobra para permitirse las excentricidades que quiera. Sus canciones y su trayectoria le conceden ese crédito. El de creador y pionero, además de propietario de una gran voz. César Campoy, uno de los grandes especialistas de música española, lo define así: “Nos hallamos ante uno de los artistas más valientes y polifacéticos que brindó la música hispana en la década de los setenta y ochenta del siglo XX. Compuso, produjo y arregló muchas de las canciones que interpretó; las mismas a las que supo dotar de un componente épico personalísimo e intransferible.”
El documental Camilo sinfónico, grabado como acompañamiento al recién estrenado disco homónimo, sirve sobre todo para visualizar al artista y olvidar al personaje. Escrito y dirigido por Óscar García Blesa –guionista también de Lo que fui es lo que soy, sobre Alejandro Sanz-, el documental busca sobre todo mostrar el largo y rico recorrido de una figura sin parangón. Como refuerzo, el director cuenta con el inagotable archivo de TVE, pero sobre todo, con la voz del propio Camilo, un tipo entrañable, dotado de la lucidez de quien ha subido a lo más alto sin perder la humildad. Para ser alguien que ha vendido discos por millones, que ha sido perseguido por hordas de fans por España y toda Latinoamérica, saber reírse de sí mismo no es un hecho baladí. Camilo Sesto compone, produce y arregla. Y por supuesto, canta. Como él mismo dice en el documental, no ha hecho otra cosa desde que vino al mundo, ya sea en los escenarios, en sus discos o haciendo coros para Peret, Marisol o Miguel Bosé, a quien produjo su primer sencillo, Soy, en 1975.
Camilo sinfónico sirve para aclarar algunos puntos que resultarán muy útiles tanto a ignorantes como a olvidadizos. Por ejemplo, que Camilo abrazó el rock&roll y nunca lo ignoró aunque su música siguiera otros derroteros. Porque como él dice, una vez descubrió a Teen Tops y a los Beatles, ya nada fue igual. Teniendo en cuenta el grueso de su trayectoria, no es extraño que se identificara especialmente con Paul MCartney. Las canciones más emblemáticas de ambos comparten la perfección melódica y por eso mismo, la proyección hacia lo universal. Unas melodías que lo colocaron en lo más alto casi por sorpresa, en 1972, cuando ‘Algo de mí’ comenzó a subir en las listas de éxitos y no paró hasta desbancar a Imagine de John Lennon y Mediterráneo de Serrat. El nombre de Camilo Sesto (a Juan Pardo, su primer productor como solista, no acababa de convencerle Camilo Blanes como nombre artístico; Camilo, que era el sexto entre sus hermanos, eligió ese adverbio como apellido artístico, que poco después mutaría a Sesto) se hizo, a partir de entonces, omnipresente. Sus baladas coparon las listas un año tras otro. Y como bien dice Teddy Bautista, el alicantino creó así el molde de baladista latino sin el cual artistas como Ricky Martin o Bustamante no existirían hoy.
Otro hito importante que el documental de García Blesa recupera es la adaptación al castellano del musical Jesucristo Superstar. Una proeza artística que tuvo que enfrentarse a la censura, a la resistencia de los ultras (se estrenó antes de que el dictador Franco muriera) y al desdén de quienes consideraban que el protagonista no daba la talla para protagonizar a un Jesucristo con piel de rock. Camilo, que también fue empresario, hizo de la obra un éxito y demostró que también era un artista intuitivo. Es divertido verlo cantar un tema como Amor libre, grabado en 1975, cuya letra invoca temas –los que apunta el título, ni más ni menos- que pocos baladistas de la época se hubiesen atrevido a entonar. Como en el caso de Nino Bravo, Camilo Sesto abarcaba más allá de sus singles de éxito, que fueron cuantiosos. Presentado en su actuación del neoyorquino Madison Square Garden como The Spanish Sinatra y adorado en Japón aun cantando en castellano, fue protagonista de proezas que merecen ser puestas en perspectiva, porque ya se sabe que el tiempo siempre ayuda a poner mejor las cosas en su sitio. En su repertorio no es oro todo lo que reluce, pero hay bastante más del que parece.
Cuando en el documental Guille Milkyway, de La Casa Azul, analiza uno de sus canciones más famosas, la épica Vivir así es morir de amor, nos descubre otro aspecto evidente y sin embargo poco comentado. La letra habla de desamor, pero lo hace con una actitud y desde una perspectiva que, por una vez y sin que sirva de precedente, hace del intérprete un ganador incluso aunque haya perdido a la persona amada. Scott Walker también hacía algo parecido, pero en inglés, pero en España, ¿cuántos más baladistas han sido capaces de transformar un corazón roto en algo heroico? Citando de nuevo a Milkyway, su capacidad como vocalista ha terminado eclipsando sus otras cualidades musicales. Y también la posibilidad de ver sus canciones más allá de los tópicos. Ojalá algún día un ensayo sobre una canción tan atípica y tan sensual como ‘Fresa salvaje’, que data de 1973.
Por descontado, en Camilo sinfónico también se cuenta la génesis del disco al cual acompaña el documental. Un álbum de versiones sinfónicas que nació tras una colosal interpretación de Mónica Naranjo de “Vivir así es morir de amor” en la gala del 50 aniversario de TVE. Ruth Lorenzo, Pastora Soler y Marta Sánchez se suman a la interpretación de esos clásicos que ahora se benefician del poder de una orquesta sinfónica. Si este ejercicio sirve para que Camilo Sesto sea recordado y respetado como merece, estupendo. Pero también sería interesante ver a músicos de otros estilos y condiciones jugando con esas canciones que son oro puro. En el pasado ya lo hicieron Alaska y Corcobado, pero las posibilidades van más allá. ¿Alguien se imagina a Miqui Puig cantando Fresa salvaje? ¿A Rosalía entonando Melina? ¿A Joe Crepúsculo haciendo suya ‘Amor libre’? Yo sí. Porque Camilo, dentro de los cánones de un género más bien conservador en un país lleno de tics, fue un músico abierto. Tal y como dice Campoy, “cinceló y pulió los perfiles de la canción romántica como pocos, al hacer posible que esta coqueteara, de manera elegante, con el rock, el soul o la música disco, y algunos de sus devaneos incomprensibles no pueden hacernos olvidar la leyenda de un creador único. Y, lo que es más importante, nos ha brindado un legado artístico repleto de composiciones sin fecha de caducidad, eternas.”