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PROFESOR E INVESTIGADOR DE LA UPV

David Barberá: "La innovación es un caramelo para los políticos porque promete grandes cambios"

Tras estudiar su impacto en campos tan distintos como la medicina y el emprendimiento social, el investigador subraya que la innovación es un fenómeno colectivo y apuesta por potenciar la interacción entre científicos "porque es lo que cambia la vida de la gente"

24/02/2020 - 

CASTELLÓ. Profesor titular en la Universitat Politècnica de València, David Barberá Tomás (València, 1973) es especialista en innovación y la ha estudiado desde muy diversos puntos de vista. En su labor investigadora se ha ocupado por su impacto en Medicina o en sectores creativos y emprendimiento social, además de analizar las políticas de innovación. Los resultados de sus trabajos, basados en metodologías cualitativas y cuantitativas, han sido publicados en revistas de alto impacto en el ámbito de los Estudios de Innovación. Una de sus investigaciones fue premiada con el premio al Mejor Artículo de Investigación sobre Emprendimiento en el congreso Academy of Management de 2015 celebrado en Vancouver. El galardón se concedió a un  artículo elaborado junto a Itziar Castelló, de la Universidad Carlos III de Madrid, en el que analizaba las estrategias de movilización en Facebook empleadas por los líderes de los movimientos sociales para aumentar el número de activistas “a través del uso de imágenes poderosas emocionalmente”. A partir del paper galardonado, Barberá desarrolló hace unos días en el Menador de Castelló una ponencia titulada Excitando a través de imágenes: cómo los activistas sociales usan las emociones para promover el cambio social.

Actualmente profesor del Instituto de Gestión de la Innovación y del Conocimiento (Ingenio-UPV), Barberá fue durante siete años director de Proyectos de I+D en una empresa de tecnologías médicas en Valencia, donde dirigió numerosos proyectos de investigación y desarrollo de nuevos productos, reflejados en tres patentes europeas en las que figura como inventor. Su visita a Castelló se enmarcó en la jornada Estrategias empresariales para la sostenibilidad social y medioambiental, organizada por la Asociación Científica de Economía y Dirección de la Empresa (ACEDE) con la colaboración de la Cátedra de Transformación del Modelo Económico de la Universitat Jaume I, que tuvo lugar el pasado 7 de febrero. Posteriormente, ante un café, en una terraza de la plaza Huerto Sogueros, desgrana algunas reflexiones sobre su trabajo.

-Usted ha estudiado la innovación en medicina, en sectores creativos, el emprendimiento social e incluso desde el punto de vista de las políticas de innovación. ¿Qué patrones comunes encuentra entre todos estos campos?
-[Medita la respuesta] Bueno, a bote pronto diría que en todos los contextos la interacción social es clave. Y que la innovación no es un fenómeno individual. Como dices, yo la he estudiado desde diferentes perspectivas y metodologías, y si hiciésemos una nube de términos a partir de los estudios en que participado, aparecerían ideas como redes, interacciones y sistemas. Estas metáforas nos llevarían a describir un fenómeno esencialmente colectivo. Y aunque eso parezca una obviedad, no es tan fácil: en ocasiones aún tenemos la idea de individuos excepcionales que sobresalen, o de compartimentos estancos. Siempre hay interacciones entre diferentes tipos de actores, con diferentes tipos de estructuras de redes y diferentes tipos de sistemas. Es decir, es como un juego entre el actor y la red, actores y redes, emprendedores o instituciones, un juego entre dos niveles y sobre cómo se fusionan ambas partes.

"mI PERSPECTIVA ES QUE LOS POLÍTICOS ESTÁN INTERESADOS EN LA INNOVACIÓN Y en la comunitat valenciana HACEN UN ESFUERZO MUY SERIo"

-¿Se puede decir que la innovación se da cuando esas interrelaciones son más eficaces?
-Sí, sí. Es asunto difícil saber dónde llega la contribución del individuo y dónde la de la red. Pero en innovación siempre se han destacado las empresas singulares, los actores singulares. Y sin negar su contribución, me parece importante destacar la parte sistémica y social. Hay un estudio de un norteamericano de origen indio, Raj Chetty, que demuestra que tienes muchas posibilidades de patentar si tus padres pertenecen a un determinado Top-10% de la población, a un segmento más expuesto a la innovación, cosa que muchas veces no se dice. Y ello nos ayuda a entender las desigualdades también en el contexto de la innovación. Es interesante porque no es la historia que se cuenta normalmente, hay que hablar más de la parte de redes, estructuras y sistemas, más que de logros individuales.

Foto: ANTONIO PRADAS

-Destaca el papel crucial de la interacción, cuando hoy se insiste en hablar de ella como un factor clave en todos los ámbitos. En teoría, ¿no deberíamos tenerlo más claro que nunca?
-Es que las interacciones crean sistemas complejos y la complejidad es muy difícil de estudiar. En estudios de compañeros míos sobre el mundo de las patentes, por ejemplo, vemos que no toda la innovación es patentable. Y también que muchas patentes no sirven para nada, también te lo digo [sonríe]. Pero donde voy es a que ahora, al estudiar la complejidad de las patentes, vemos indicadores de la complejidad de las tecnologías que se patentan. Eso ya supone un salto, un avance: dejamos de estudiar las patentes por ciertos indicadores y pasamos a estudiar su complejidad tecnológica.

-Hablemos de las políticas de innovación. Los empresarios del sector tecnológico se quejan de la falta de conexión de éstas con su realidad. ¿Se van diseñando poco a poco mejor para responder a las necesidades de la sociedad?
-Si lo dicen los empresarios será por algo. Pero mi perspectiva es que los políticos están interesados en la innovación y hacen hace un esfuerzo muy serio: la innovación es un caramelo para los políticos porque promete grandes cambios y mejoras y eso siempre es muy atractivo. No necesariamente hablamos de cambios estructurales en la sociedad, eh: promete cambios y mejoras a través de políticas no revolucionarias. Mi perspectiva es que gracias a los estudios de innovación, que en la academia son relativamente nuevos aunque cada vez están más consolidados, los políticos nos escuchan más a los que hablamos de innovación que a otros de Ciencias Sociales. Porque la innovación promete algo, puede que no lo cumpla, pero creo que en la Comunitat Valenciana hay un esfuerzo muy claro en este sentido. Es gente que se lo cree y pone muchísimo esfuerzo en ello.

-Entonces, ¿ocupa la innovación el lugar que le corresponde, a su juicio? Por ejemplo, ¿se pone en el centro, en cuanto al cambio de modelo productivo?
-Le damos mucha importancia y nos enfrentamos a retos muy serios. También habría que pensar en la innovación como recurso retórico. Como diría Ernesto Laclau, es un significante vacío, o con un significado tan amplio y ambiguo que cualquier actor social puede llevárselo a su terreno. Y por eso tenemos tantos tipos de innovación, casi tantos de emprendimiento. Es un concepto importante para la sociedad y lo demuestra que todos los utilizamos para lo que nos interesa. Eso tiene una parte buena. Lo que no tenemos tan claro es mejorar respecto a qué, la escala de valores que empleamos para medir esa mejora. Y en eso se pueden diferenciar los tipos de innovación. Antes, el concepto venía de la economía, y de algunos economistas: siempre se ha relacionado con productividad, comportamiento económico… y ahora estamos ampliando esa escala de valores para medir las mejoras, que no serán exclusivamente económicas, aunque ese ámbito sea importante.

"aÚN TENEMOS LA IDEA DE INDIVIDUOS EXCEPCIONALES QUE SOBRESALEN, PERO SIEMPRE HAY INTERACCIÓN ENTRE DIFERENTES ACTORES, REDES Y SISTEMAs"

-Detengámonos un momento en su idea de innovación.
-Claro, porque cada cual tiene su concepto. El mío es que la innovación es una novedad en la práctica que añade valor. Todo es importante, también que sea una novedad sobre la práctica. La pregunta es qué tipo de valor añades. Pero permíteme volver un momento a las políticas de innovación. Hay un economista, Andrés Rodríguez-Pose, que dice que en muchos casos, la mejor política de innovación es la política contra la corrupción. Es decir, no hay políticas de innovación para todos los países, y éstas nos pueden ayudar a afrontar problemas más ‘tradicionales’ como estos. Con sus exigencias técnicas y complejidad, nos pueden ayudar a tener estándares políticos anticorrupción que luego se pueden difundir al resto de políticas. El estándar de calidad para hacer políticas de innovación es muy alto: cambiar un modelo productivo es un milagro, y además dirigirlo es muy complicado. De modo que estar al nivel mínimo para pensar en estas cosas implica tener un nivel alto que excluye cosas como la corrupción.

-En el paper que le premiaron, concluía que en un mundo en que nadie se cree a los científicos y abundan las fake news, el cinismo y la inacción son los caminos más fáciles. ¿Cómo hacer frente a esto?
-En el paper decimos que la estrategia visual puede ser una manera de intentar impactar, hacer pensar a la gente. No la única manera, porque siempre debe ir acompañada de otro tipo de comunicación, textual, multimodal, pero los visuales pueden ser una especie de shock para generar una reacción. Es muy difícil hacer cambiar de opinión a la gente, en general, porque estamos hechos así y tenemos principios morales intuitivos. Somos así, no lo digo yo, se dice desde ámbitos como la Psicología. Entonces, para cambiar esa tendencia a buscar simplemente las noticias que reafirman nuestras noticias y nuestros sesgos, los visuales pueden ser una manera de ponernos en shock. Y en ese sentido son útiles, aunque también tienen un lado oscuro, del que también hablamos. En el caso que estudiamos la causa era ambientalista, pero también puede ser utilizado con fines espurios y peligrosos.

-La imagen conecta más rápidamente con la emoción que la palabra. ¿Vamos a un mundo en que la emoción estará aún más presente que en la actualidad, tendrá más peso en nuestras decisiones?
-Es un debate muy actual: es difícil opinar en un asunto tan macro, pero mi reflexión sería preguntarme si esto es así. Existe una narrativa según la cual estamos en un mundo cada vez más emocional, pero no encuentro la comparación con lo anterior. Lo que sí es nuevo es esa narrativa, la idea de que vivimos en un mundo cada vez menos racional y de que eso nos tiene que poner alerta. Pero a nivel histórico y comparativo, puede haber triunfado esa narrativa y no sabemos si es cierto lo que dice. Vivimos en un mundo muy visual, y como dices eso conecta con lo visceral, es una de sus características. Y en todo caso, en la innovación se hacen muchas bromas, y ahora se dice “claro, en los años 60 nos íbamos a la Luna y ahora vemos vídeos de gatitos, y esto es hacia donde vamos”.

-Parece que todo se frivolice.
-Sucede algo curioso: cuando la tecnología nos ha descubierto la importancia de la interacción, parece que se ha concentrado todo en vamos a hablar unos con otros muchísimo más, cuando antes nos centrábamos en cosas como la carrera espacial. Y quizá es que más que la emoción, hemos descubierto la importancia de la comunicación, de que comunicarnos entre nosotros es algo que nos llega mucho, es una de las grandes experiencias de la vida.

Foto: ANTONIO PRADAS
-Y en ese punto, los científicos de distintos campos, ¿se comunican suficientemente? Porque se habla mucho de la innovación en un ámbito que toma su origen de lo que se hace en otro diferente.
-Ese es un mecanismo clásico para la innovación. Hay una retórica muy potente sobre la interdisciplinariedad, y luego la realidad no es tan así. Yo he sido muy interdisciplinar y diría que ello me ha penalizado en muchas ocasiones… pero en todo caso, es evidente que los grandes hallazgos se producen por esa recombinación. Yo doy clases de innovación y a veces los alumnos dicen “nos vas a ayudar a ser creativos” y les respondo que no, pero es cierto que la innovación a veces pasa por nuevas maneras de recombinar cosas ya existentes para otras aplicaciones.

-Entonces, nos quedamos con que hay que fomentar más la interacción, el intercambio.
-Sí, y en estudios de innovación también se habla de la importancia de hacerlo. Porque nos damos cuenta de lo que nos gusta interactuar unos con otros. Hoy los móviles son todo menos teléfonos, porque la experiencia vital de estar con los demás es el clímax de la vida, más que ir a la Luna, probablemente. Esto es parte de nuestro artículo también: hablamos de la importancia de las interacciones, a las que no se ha dado suficiente relevancia, porque hablamos mucho de discursos, instituciones e ideas pero lo que cambia la vida de la gente es su relación con nosotros, a nivel tanto personal como tecnológico e innovador.

-Lleva desde 2004 dando clases y tratando la innovación. ¿Ve una evolución en los alumnos, en cómo afrontan ellos el concepto?
-En 2004 ya había explotado el discurso de la innovación, la disciplina existía… y ahora cada vez hay más asignaturas de innovación y emprendimiento… la enseñanza universitaria ha incluido esto en su currículo, y mis estudiantes de ahora han convivido con ese discurso toda su vida adulta, a diferencia de mí. Cuando yo estudiaba en los 90 no se hablaba de estas cosas, y eso se nota en los estudiantes. Ha habido un cambio claro en educación superior.

"El país ha sufrido mucho y no hay dinero para todo, pero la internacionalización es clave para los estudiantes, prioritaria y desde mi experiencia, fundamental"

-En su currículo destacan las estancias en el exterior. Ha pasado por Berkeley, Stanford, la Copenhague Business School, Universityt Amsterdam, Aalto Business School (Helsinki) o la Carlos III de Madrid. ¿Cómo ha cambiado ese bagaje su visión de la educación?
-Es sumamente enriquecedor, sí: he tenido la suerte de estar en sitios académicamente muy prestigiosos y eso me ha cambiado la vida, sinceramente. Pero creo que es un avance de la Universidad española fomentar la internacionalización. Se hace y se podría hacer más. Ahora es más difícil, porque en la época de mis primeras estancias -2010 y 2011- había más dinero, y tras la crisis hay menos. El país ha sufrido mucho y no hay dinero para todo, pero la internacionalización es clave. Prioritaria, importante ahora y fundamental, desde mi experiencia.

-¿En qué está trabajando en la actualidad?
-Pues en varias materias a la vez, la verdad. Lo que recuerdo inmediatamente, es que acabo de empezar un proyecto sobre estudiar la innovación orientada a misiones. La Comisión Europea ha adoptado esta línea y hay organismos en Valencia trabajando ya en ella: la idea es establecer la dirección de la innovación, hacia dónde queremos innovar. Tenemos que tener una dirección clara, un foco muy concreto. Este tipo de políticas se inspiran de manera amplia en el proyecto del Apolo 11 de llegar a la Luna: la idea es hacer proyectos finalistas que permiten medir su eficacia, si funcionan o no. Porque a la Luna, o llegas o no llegas [ríe].

-Y ¿cómo se potencia este tipo de proyectos desde la Comisión?
-Se trata de fijar una misión clara, que podemos establecer entre todos de forma participativa. Por poner un ejemplo: “reducir en un 50% el plástico en los océanos, o las emisiones en un X%” es un objetivo claro y que podemos medir. En torno a esa misión se organizan todos los esfuerzos de innovación. No quiere decir que se dirijan, que le digas a todo el mundo lo que tiene que hacer, sino que las soluciones tienen que venir de abajo. Desde la CE, las próximas políticas de innovación irán en ese sentido, estableciendo misiones y se descompondrán en proyectos. Sólo se quiere establecer el objetivo, no cómo se llega. Es muy interesante y un salto grande.

-¿Cuál es su papel en concreto, su objeto de trabajo?
-En este caso, lo que estudio es qué pasa si no consigues el objetivo. Hay un argumento: que toda la tecnología que desarrollas en el camino servirá para otras aplicaciones. Pero la verdad es que ese argumento no se acaba de validar. Así que ahora estoy estudiando el proyecto del corazón artificial, que se hizo en los 60 en EEUU después del proyecto de la Luna, e inspirado en él: el gobierno norteamericano decidió que la próxima misión, el próximo gran reto del momento, era hacer un corazón artificial. Y no funcionó, así que es un muy buen caso para estudiar si realmente se reaprovecha lo que se aprende, básicamente midiendo si las patentes generadas tuvieron utilidad más allá del proyecto para el que se hicieron. En eso estamos ahora mismo.

Foto: ANTONIO PRADAS

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