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el sur del sur / OPINIÓN

El silencio de Costas (y del Gobierno)

27/08/2017 - 

Estos días de agosto, los vecinos, o mejor dicho, los residentes en la playa de El Portet de Moraira, se han movilizado para poner en cuestión la rápida actuación del Gobierno de España para reponer todas las playas del litoral de la Comunitat Valenciana con el objetivo de que estuvieran en funcionamiento en Semana Santa.

No hubo municipio valenciano que no sufriera daños en su zona litoral tras los temporales de diciembre y enero. Casi todas las playas tuvieron su inyección de dinero justa para poder estar en estado de revista. No todas las actuaciones fueron del agrado de todos. Recuerdo que el Ayuntamiento de València pidió una actuación más ambiciosa para el paseo de la playa de la Casbah, en el Saler, y que la playa de la Babilonia de Guardamar volvió a la actualidad porque a los propietarios de sus viviendas, totalmente derruidas, no se les deja hacer reforma alguna. Lo del litoral de Dénia merece capítulo aparte.

Más tarde, con el tiempo, salió el caso de la playa de El Portet de Moraira, que con las lluvias posteriores comenzó a desangrar arena. Y comenzaron las críticas, de los residentes, y muchas de ellas con razón porque la playa de El Portet, más allá de cuál era su objetivo o de si hay segundas intenciones, que no lo sé, lo que está claro es que ha sufrido una severa transformación y nadie ha dado, por el momento, una justificación convincente. 

En el caso de El Saler no sé no cómo ha quedado la cosa; entiendo que el ayuntamiento del cap i casal, como todos, se ha tenido que conformar con lo que había. Pero los casos de Moraira y Guardamar son sangrantes, no por las actuaciones técnicas -que posiblemente también- sino por la explicaciones políticas. Y si las ha habido, las conocemos por terceros, o por los afectados. Hasta el momento, nadie de la Delegación del Gobierno, o en este caso, desde la subdelegación de Alicante, nos ha dado razones de peso para que los técnicos opten por una actuación u otra. Hubo mucha foto anunciando la reforma de los daños tras el temporal cuando comenzaron las obras, pero poco razonamiento de lo que ahora están sufriendo las residentes de esas zonas.

En el caso de Guardamar, lo dicho: conocemos las razones por los terceros. Las concesiones de las viviendas ahora derruidas caducan en breve y el Gobierno, en mi opinión, con buen criterio, prefiere evitarse futuros sustos o daños y lo mejor para la playa de la Babilonia es que esas viviendas desaparezcan. Se puede estar de acuerdo o no, pero es una decisión política.

En el caso de El Portet, tenemos las razones técnicas, que hemos sabido por el ayuntamiento, y no por la Dirección General de Costas. Hay que admitirlo: aquello no ha sido una restauración, ha sido una transformación de la playa, y que genera o ha generado consecuencias, mas allá de la comodidad de que quepa más gente o menos gente en esa zona litoral y moleste a los bañistas de toda de la vida. Pero no sabemos las razones. Sólo se oye el silencio de la Dirección General (o Provincial) de Costas

Y por último, Dénia. No hay temporal que no deje las playas de la zona norte del litoral temblando. La mano del hombre, casi al igual que con Guardamar, aunque con un puerto deportivo, fue quién varió la fisonomía de Les Marines y de ahí que cada vez que hay un temporal, una terraza sale volando o el agua no pide permiso para colarse en el comedor de las casas.

Volverá a pasar, seguro, de nuevo, con futuros temporales, porque el urbanismo de las ciudades, de la mano del hombre, así lo ha querido. En muchas ocasiones, las vergüenzas de las playas salen porque muchas de ellas son desembocaduras de barrancos (véase lo último sucedido en La Granadella de Xàbia) y porque el cambio climático -que muchos partidos políticos todavía obvian en sus discursos- sigue siendo una amenaza real. Pero tanta prisa como hay para contar los turistas que llegan o montar boatos para el inicio de las obras, también la debería para justificar determinadas obras. Con el silencio también se hace política, pero quizás con efectos contrarios a los deseados. Y eso es lo que está pasando con el silencio de Costas: su silencio en determinados proyectos es ensordecedor.

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