ALICANTE. Sí, las palabras también pasan de moda, y revival es sin duda una de ellas, tal vez porque no goza de buena prensa, tal vez porque no suena tan moderno como vintage, old fashioned, classical o cool, pero cuya denominación describe perfectamente los ciclos a los que la post-postmodernidad nos está acostumbrando: resurrección y revalorización de estilos y modas de otra época. Todo vuelve, más pronto o más tarde, injertando movimientos culturales pasados en los estilos del momento, así pasa que el último grupo de adolescentes británicos puede sonar a hillbilly, AOR o grunge, si esa es la década que toca recuperar, y somos capaces de calzarnos unos pantalones de pitillo, de campana o de cintura alta hasta los sobacos, si al tailor de turno se le ha pasado por la cabeza que toca perder los miedos a dichas prendas.
Y no solo es cosa dela moda, la música o los géneros literarios, vuelve el liberalismo laissez faire, vuelve el comunismo ortodoxo, vuelven los fascismos, porque todo, absolutamente todo, es proclive al rediseño.
En la segunda mitad del siglo XX, las élites culturales que somatizaban el movimiento hippie, quisieron trascender las religiones establecidas a base de orientalismo light. El 4 de febrero de 1962, según la corriente mayoritaria (los astrólogos más científicos opinan que esto no pasará hasta el siglo XXVII) se produjo el cambio de la era astrológica de Piscis, marcada por 2000 años de conflictos y guerras, a la de Acuario, una Nueva Era que iba a traer una época de paz, bienestar y armonía mundial (sic). Exploración espiritual, misticismo, higienismo, chamanismo, reiki, yoga, cábala, veganismo, meditación trascendental, acupuntura, superstición, tarot de los ángeles, espiritismo, adivinación, ecologismo basado en panteísmo (madre tierra Gaia), ayurveda, esoterismo, ocultismo, un totum revolutum que fue dejando poso y tras alguno de los cuales podemos reconocer algunas de las tendencias mayoritarias de la actualidad: el culto al cuerpo en forma de jogging, crossfit, fitness y demás actividades atléticas, las dietas vegetarianas, el movimiento animalista, el ecologismo de las grandes organizaciones no gubernamentales.
La seriedad con que se tomaban los gurús culturales a los maestros Maharishi MaheshYogi, Sathya Sai Baba, Paramahansa Yogananda, Sri Sri Ravishankar o Gurumayi Chidvilasananda (derivó en Osho) o Deepak Chopra, hasta llegar a Paulo Coelho. Y es que al final todo acaba degenerando.
Llegados los años noventa del siglo XX, las industrias culturales empezaron a ver el filón, y la más potente de todas, la que tiene una penetración más profunda en el inconsciente colectivo, la musical, por fin tuvo una etiqueta para encajonar la ingente producción de creadores de músicas basadas en la espiritualidad, el ambientalismo, la electrónica suave y el jazz de raíces folk y naturalistas, un inmenso cajón de sastre en el que se podían encontrar sonoridades tan dispares como Kitaro, Lito Vitale, Enya, Vangelis, Paul Winter Consort, George Winston, Suzanne Ciani, Ray Lynch o la escudería al completo del sello Windham Hill, con Mark Isham, Andy Summers (sí,el guitarrista de The Police), William Ackerman, Alex de Grassi, Kristian Schultze, Michael Hedges, Shadowfax o el mismísimo Wim Mertens. En España el belga Michel Huygen (ahora instalado en Tailandia), bajo su nombre o bajo el de Neuronium, con la colaboración de Carlos Guirao y Albert Jiménez, produjo algunos delos álbumes mejor colocados en las listas internacionales que empezaron a proliferar. Todo aquello que sonara a folk, tras la hecatombe de los sellos más ortodoxos del género, como Transatlantic o Guimbarda, a étnico, desde África a losBalcanes, pasando por Armenia, Ucrania, Tibet o los Apalaches, recibía al salir de fábrica el tampón New Age. Lapublicación en 1987 del disco Earthbeat, del Paul Winter Consort junto a The Dimitri Pokrovsky Singers supuso la carta de nacimiento de toda una legión de músicas mestizas que con mayor o menor acierto, intentaban romper las fronteras entre géneros y tradiciones musicales, generando una nueva corriente de pensamiento.
Sí, en todo aquello hubo mucha industria, mucho diseño de despachos y mucha filosofía soft, pero también ingenuidad y buenos sentimientos. Hubo muchas cosas deleznables que ahora mismo no aguantan ni siquiera una escucha, pero también experimentaciones sólidas y honestas.
Hace apenas unas semanas, nos hacíamos doblemente eco de la posible resurrección de una de las series más queridas del primer lustro de los años noventa, NorthernExposure/Doctoren Alaska, vista en perspectiva, esta producción televisiva acogió en su seno lo mejor de aquel movimiento cultural, espiritual y filosófico, con toques propios de un surrealismo irónico que ponía en solfa el núcleo mismo de la filosofía New Age: espiritualismo, naturaleza, comunitarismo e individualismo autosuficiente, como si David Thoureau y Ralph Waldo Emerson se hubieran dedicado a hacer duetos de saxo soprano y bodhrán en su retiro en Walden Pond.
En tiempos cínicos como los actuales, tal vez nos vendría bien un poco de revival de la ingenuidad de las composiciones de Ray Lynch… o no.