VALÈNCIA. En los últimos meses, se ha reflexionado en numerosas ocasiones tanto en las esferas políticas como mediáticas de cómo el procés acometido desde Cataluña podía afectar a la agenda valenciana. Especialmente en ciertos momentos, cuando el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, viajó a Barcelona para 'vender' un paquete de inversiones que, de alguna manera, podía socavar los recursos que podían ser destinados al territorio valenciano como, por ejemplo, en lo referido a infraestructuras ferroviarias.
El propio retraso de la reforma del sistema de financiación, una de las piedras angulares para que el Gobierno valenciano pueda desarrollar sus políticas con una mínima holgura, también tienen en parte algo que ver con lo que viene aconteciendo en Cataluña. Por hablar de la agenda más primaria, los sindicatos acordaron retrasar a noviembre la manifestación para reivindicar la citada remodelación de la financiación ante la excesiva cercanía del 1-O.
Por otro lado, la crisis abierta con el independentismo parece la excusa perfecta para que Rajoy no abra un melón que se antoja especialmente complejo cuando no dispone de mayoría en el Congreso. En este escenario, al PP no le interesa afrontar otro asunto que puede derivar en una batalla interautonómica.
Más aún, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, ya ha deslizado el retraso de los Presupuestos de 2018 dada la convulsión existente y las dificultades para el PP que, conviene insistir, se encuentra en una posición de debilidad en la cámara y con una situación cada vez más polarizada y crispada precisamente por el desafío catalán.
Pese a todo, el presidente de la Generalitat y líder del PSPV-PSOE, Ximo Puig, ha realizado en los últimos meses un gran esfuerzo por tratar de mediar en el conflicto y mostrar la mayor normalidad institucional posible con el vecino catalán. No en vano, el jefe del Consell visitó a su homólogo, Carles Puigdemont el pasado año en Barcelona y, posteriormente, le acogió en el Palau de la Generalitat en un acto al que acudieron un buen número de empresarios valencianos.
De poco han servido estos gestos de buena voluntad del presidente valenciano. Este miércoles, las fuerzas políticas proindependentistas hacían público que convocarán el pleno del Parlament el próximo lunes, 9 d'Octubre, Día de la Comunitat Valenciana. De hecho, la CUP iba más allá y ya instaba a que ese mismo día se procediera a la Declaración Unilateral de Independencia (DUI). Una posibilidad que Puigdemont ni confirmó ni desmintió en su comparecencia en la tarde noche de ayer, en la que pidió “mediación” y se limitó a señalar que en “los próximos días” las instituciones catalanas tendrán que "aplicar el resultado del referéndum" del 1 de octubre.
La noticia, o al menos la mera posibilidad, cayó como un jarro de agua fría en el Palau de la Generalitat, donde el presidente, Ximo Puig, recibió por la mañana al ministro de Fomento, Íñigo de la Serna. Era lo más comentado entre el equipo de Presidencia: "¿Tiene que ser el 9 d'Octubre? ¿no había otro día?", reflexionaban.
Puig fue incluso preguntado al respecto en la posterior rueda de prensa. El presidente trató de echar balones fuera. Dijo que no entraba a valorar la agenda del Parlament catalán y que la única que le interesa es la de los valencianos. No obstante, sí puso en valor lo que a su juicio significa el 9 d'Octubre -una fecha que podría quedar eclipsada si Puigdemont declara este lunes de forma unilateral la independencia de Cataluña-.
"El 9 d'Octubre es un día para nosotros fundamental, es el día que simboliza el autogobierno más allá de cualquier diferenciación ideológica, así ha sido y así debe ser en un futuro", dijo, y agregó que los valencianos se reivindican en esa fecha "como un pueblo que quiere convivir con el resto de pueblos de España".
Pero, como es obvio, tal reivindicación pasaría a un segundo plano si el 9 d'Octubre llegara a convertirse en la efeméride independentista de Cataluña. El ya escaso hueco mediático en Madrid del 'problema valenciano' sería sepultado cada año por el catalán, y el día de los valencianos ya no lo sería tanto para la capital de España.
Fue una anécdota, pero la primera muestra de este choque de calendarios se vivió este mismo miércoles. Al concluir la rueda de prensa, Ximo Puig invitó a Íñigo de la Serna a fotografiarse con él junto al gran cartel conmemorativo del 9 d'Octubre que luce estos días en el patio gótico de Presidencia.
El ministro torció el gesto, y solo accedió a posar junto al 9-O tras insistir varias veces el presidente. "Pone que es el Día de la Comunitat Valenciana", argumentaba Puig señalando el nombre de la autonomía en el cartel, y de la Serna también lo hacía, como tratando de subrayar el sentido del posado.
Pero ni así le convenció la idea. Tras realizar la fotografía, el equipo de Fomento solicitó a la Generalitat que no difundiera la imagen. Lo hizo con el argumento de que, en el resto de España, podría interpretarse que se trataba de un posado del ministro junto a un mensaje reivindicativo del independentismo catalán.
El hasta ahora inocuo 9 d'Octubre, la celebración autonomista de un pueblo integrado en el Estado, resultó de pronto un lema incómodo para un ministro de España, toda una prueba de la distorsión que le espera al Día de la Comunitat si acaba coincidiendo en el almanaque con el día en que Cataluña se proclamó independiente.