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se musealiza y LAS VISITAS SE compaginarán CON los TRABAJOS DE EXCAVACIÓN E INVESTIGACIÓN

La Cova de l’Or, punta de iceberg de un yacimiento todavía por descubrir

23/12/2020 - 

ALICANTE. En una oscura caverna, a luz de una fogata, varias familias preparan lo que, parece, será un ritual. La silenciosa concentración de esos individuos se interrumpe de vez en cuando por el quejido de unos niños que reclaman la atención de sus padres, absortos en la tarea. Ataviados con pieles y colgantes de huesos al cuello, listos para la ceremonia, ultiman los detalles. Muelen plantas y sedimentos a modo de pintura, pero también preparan cuencos con semillas de trigo y cebada, quizá como ofrenda. Esas cerámicas cardiales exhiben la figura de un orante con brazos en alto que podría ser su Diosa, ya que se intuye una forma genital femenina. Amanece y la luz del sol entra como un rayo a través del óculo, en el techo de la cueva. El cielo indica que ya es momento de comenzar. 

La escena se produce en un recóndito lugar de la montaña alicantina. Lo que ninguno de los protagonistas imagina es que, seis mil años después, estaríamos tratando de averiguar lo que allí hacían. Casi un siglo lleva la comunidad científica estudiándolo. Y aunque en su interior no se ha encontrado oro, sí se han descubierto muchos objetos de enorme valor prehistórico. El continente es tan preciado como el contenido. De ahí el nombre de esta Cova de l’Or, que durante todo ese tiempo se ha erigido a 650 metros sobre el nivel del mar, pero oculta en las entrañas de la sierra de Benicadell, sobre el valle del río Serpis. Lugar en término municipal de Beniarrés, en la comarca de El Comtat, que constituye así un yacimiento arqueológico imprescindible para conocer el periodo Neolítico en la fachada mediterránea de la Península Ibérica. Santuario que ve la luz musealizado tras varias décadas de oscuridad.

"Estuvo desprotegido durante mucho tiempo y, cuando se protegió, se prohibieron las visitas, pero ahora se ha logrado la protección haciéndolo además visitable", afirma Jorge Soler, comisario de la muestra que este martes se presentaba en Marq como adelanto de lo que se podrá contemplar in situ, en la propia cueva, cuando la crisis sanitaria dé una tregua a las actividades turísticas. Cova de l'Or: Museo de sitio, investigación, protección y apertura de un santuario del VI milenio a.C. es el título de esta exposición que permite ver de cerca algunos de los objetos encontrados en el yacimiento, que dan múltiples pistas sobre las funciones que albergó este enclave mágico. Cerámicas, pinturas, huesos y diversos utensilios que llevan a constatar que se utilizaba como lugar de culto, de ceremonias religiosas.

Presentación, en el Marq, de la exposición y la intervención en la Cova de l’Or.

Con todo, esta muestra es una celebración de la consecución del hecho en sí que es haber puesto en valor un yacimiento clave. La petición la lanzaba el Ayuntamiento de Beniarrés y la Diputación de Alicante cogía el guante. En 2016 se iniciaban los trabajos de excavación y, cuatro años después, ya está el trabajo concluido. "Es algo que todos los vecinos deseábamos desde hace tiempo; el colofón a nuestra apuesta por abrirlo al público", afirmaba durante la presentación el alcalde de la localidad, Miguel Ángel Sanchís. Un nuevo espacio museístico en la provincia que se ha hecho realidad "gracias a la labor de todos los equipos técnicos, científicos y administrativos que durante siete años han ido dando los pasos necesarios para hacer de la Cova de l’Or un reclamo cultural y turístico", apuntaba la vicepresidenta y diputada de Cultura, Julia Parra

Las actuaciones se iniciaron en 2016 por parte del área de Arquitectura de la Diputación de Alicante. En representación de esta área, Rafael Pérez, también comisario de la exposición, ha explicado que la evocación del santuario ha inspirado el proyecto de adecuación para recuperar la embocadura de la cavidad, limpiando el interior y disponiendo bajo el óculo de la entrada figuras a escala humana. Además, se ha acondicionado el exterior para las visitas y se ha mejorado el acceso con una pasarela que permite visitarlo y sumergirse en el ambiente de aquellos primeros neolíticos. Trabajos que han requerido una inversión de 105.000 euros, que se completarán con 25.000 euros más para la conservación y divulgación del proyecto.

"Lo que podremos ver es solo la punta de iceberg de lo que podríamos encontrar más adelante en este yacimiento", afirma Pérez. Y es que el lugar ha sufrido algunos terremotos a lo largo de estos seis últimos milenios, provocando desprendimientos de grandes rocas que podrían haber servido como protección ante el saqueo y bandalismo que sufrió la cueva a mediados del siglo pasado. En concreto, se ha localizado una sima en la que parece que podrían producirse más descubrimientos. Es por eso que, según ha explicado el arquitecto, se está barajando la posibilidad de contar con espeleólogos que puedan arrojar luz en esa tarea. "Queda muchísimo por descubrir", sentenció. Mientras tanto, a partir de enero, gracias a un acuerdo entre la Fundación MARQ y el Ayuntamiento de Beniarrés, se podrá realizar un recorrido que incluye el centro de interpretación del yacimiento, en el pueblo, y la posterior vistita a la cueva, declarada Bien de Interés Cultural. Recorridos que se compatibilizarán con las tareas de excavación e investigación en lo sucesivo.

Los primeros hallazgos

Descubierta en los años treinta del siglo pasado, en el paraje se han desarrollado distintas excavaciones arqueológicas. Las campañas más fructíferas fueron dirigidas en los años cincuenta por Vicente Pascual Pérez y, en los setenta y ochenta, por Bernat Martí Oliver. Unos trabajos que se realizaron en las áreas próximas a la entrada. Ya en el siglo XXI, el MARQ planteó varias intervenciones en relación con el proyecto de puesta en valor y apertura de la cavidad, que han permitido conocer mejor la boca de la cueva y su entorno. En estas diferentes intervenciones, los elementos materiales hallados testimonian la importancia de la ocupación en el Neolítico Antiguo (5500-5000 a.C.), cuando la cueva constituyó un lugar idóneo para la habitación. El hallazgo de un repertorio de cerámica simbólica la señala como un lugar especial, un santuario donde podrían haberse hecho ceremonias y ritos.

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