ALICANTE. Jamás un jockey político tuvo un camino tan despejado como Carlos Mazón. No sólo para asumir la presidencia de la Diputación de Alicante si no también para coronarse en la presidencia del PP provincial. Si hace 15 días, César Sánchez se borraba de este turf, el otro caballo que corría a su lado, José Císcar, no ha tenido más remedio que hacer lo mismo: se ha dado cuenta de que corría sin jinete.
Y ante esta tesitura, y con los pactos con Ciudadanos cerrados -y patrocinados gentilmente por la propia formación naranja- para garantizar la continuidad del PP en el Ayuntamiento de Alicante y en la Diputación, Císcar ha decidido salirse del hipódromo y poner fin a su etapa en el partido a la espera de que el nuevo purasangre ungido por Génova tome la cabeza de la carrera.
Císcar ha alegado cuestiones personales y coherencia política para justificar su decisión: ha dado ejemplo a todos aquellos que les pedía no estar más de ocho años en un cargo interno. Ha llegado su séptimo año, y Císcar, ante los trascendentales cambios que se avecinan dentro de la organización, ha considerado que era el momento de dimitir y dejar la presidencia en funciones a su secretario general, Eduardo Dolón, de nuevo, alcalde de Torrevieja, con una amplía mayoría.
El cambio deja pistas, más allá de Mazón. Además de Dolón como hombre para pilotar la transición, el alcalde de Benidorm, Toni Pérez, queda ascendido a secretario general del PP de Alicante, otro gesto para un hombre en sintonía con la dirección de Génova, que también querrá situar peones en la futura Diputación de Alicante.
¿Por qué se produce la salida de Císcar ahora? El actual presidente provincial era consciente de que no era un hombre de Génova. Su adscripción sorayista, como la de Isabel Bonig, pesaba mucho desde la clausura del congreso nacional que ganó Pablo Casado. Pese a ello, Císcar continuó en el cargo, confeccionó las listas locales y pactó las del Congreso de los Diputados, el Senado y las Cortes Valencianas. Les salvó a muchos.
Pero los resultados fueron los que fueron, sin sorpresas; es decir, no hubo suma de las derechas en la Comunitat. En el seno de la formación popular se conocía que perder la condición de partido más votado -que ahora tiene el PSOE- le reportaría ceder muchas posiciones y no poder satisfacer muchos compromisos.
Pero a diferencia de Bonig, Císcar se agarró a un clavo ardiendo para seguir: primero, con la opción que dio el cambio en Andalucía; segundo, mantener viva la candidatura de César Sánchez para la Diputación de Alicante, a su vez diputado nacional y en teoría, hombre de confianza de Pablo Casado. En teoría. Y mientras el PPCV puso en cuestión el doble cargo de Sánchez, Císcar lo defendió a capa y espada, con la esperanza de que la candidatura de Sánchez saldría con todos los parabienes de Madrid.
Pero el titular de la Diputación ya llegó malherido a la confección de las listas locales: el PP de Luis Barcala le impidió concurrir en la lista de la capital -como tradicionalmente hace el candidato a la Diputación-; tenía la promesa de no volver a Calp, así que fue confinado a Llíber a la espera de la última vuelta, las elecciones locales. A todo ello, la operación Andalucía no cuajó en la Comunitat.
Pero mientras el jinete favorito no llegaba bien posicionado, paralelamente se consumó la operación de los Macarenos, que ya habían ganado posiciones en las listas del Congreso y de las Cortes. Merced a las conversaciones discretas, en las plantas nobles de Génova, entre los entornos de los herederos de Zaplana y el secretario general del PP, Teodoro García-Egea, históricos del PP como Macarena Montesinos (ahora diputada nacional) y José Antonio Rovira (ahora en las Cortes Valencianas) volvían a la primera línea de la política y del PP. Esa operación se cerró el día que Luis Barcala aceptó el último encargo de Génova: colocar a Carlos Mazón. Y Barcala bien que cumplió: lo situó como número dos a sabiendas de que podía ser el futuro presidente de la Diputación de Alicante.
Desde entonces, y tras la salida de César Sánchez, el barón es el alcalde de Alicante. Los casadistas puros no pudieron ni rechistar. Ese día, Císcar sabía que, pese a las declaraciones públicas que hacía, su tiempo en el PP estaba agotado. La marcha de César Sánchez sepultó cualquier atisbo de nueva oportunidad. Todo era cuestión de buscar el día exacto para una salida honrosa. Y lo ha hecho, este martes 18 de junio, cuando la continuidad del PP está garantizada en las principales instituciones de Alicante.
Además, lo hace pregonando lo que prometió y pidió a sus cargos y militantes: generosidad y renovación. Los resultados electorales ya se analizarán otro día. Y falta por ver si su herencia será cumplida, y mozos de confianza, recolocados. La batalla por los diputados provinciales será la prueba.