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el sur del sur / OPINIÓN

Lo nuevo y lo viejo en el 10N

29/09/2019 - 

La repetición electoral de 10N va camino de convertirse en un reto sobre el desbloqueo. Albert Rivera (Cs) ya lo ha dicho: si suma con el PP, tardará menos de un mes en formar gobierno; y también Íñigo Errejón (Más País), cuyo lema es no ser un obstáculo para un gobierno progresista. El tema catalán estará presente, pese a que parecía que iba a deshincharse, después de las detenciones de los integrantes de los CDR, esta semana, y por la cercanía de la publicación de la sentencia del procés; ahora bien, se suma un nuevo eje, el económico, que será al que apelará sobre todo el PP. Nos quedan los extremos: ¿aguantará Vox con el mismo porcentaje de voto? ¿y que pasará con Podemos con la aparición de Más País?

La irrupción de Errejón, esperada tras el segundo intento fallido de investidura, aporta otro prisma, lo nuevo. Lo nuevo contra lo viejo, o lo conocido, según se mire. Y a ese eje se ha querido subir Compromís. Tampoco tenía mucha salida. Sufrió las ortodoxias de Pablo Iglesias en 2015 y 2016: los buenos resultados de la alianza entre valencianistas y podemitas no permitió la creación de un grupo parlamentario propio, la gran aspiración de los de Mónica Oltra. Y la anterior cita electoral había devuelto a Compromís a la dura realidad de 2011, cuando sólo se sacó un diputado, el de Joan Baldoví, y bajó a la realidad en las circunscripciones de Alicante y Castellón en una cita nacional: el electorado nunca los vio como voto útil.

Con este contexto, un sector mayoritario del Bloc, y diría que también de Iniciativa, era consciente que de producirse la repetición electoral, sólo cabía una aventura nueva, con Errejón. Todo lo que no fuera ese escenario -de ahí que no se entienda la maniobra de Oltra con Iglesias-, era repetir la jugada de abril, con mucho pesimismo y resignación. Era, en  resumidas cuentas, tirar la toalla de antemano: garantizar la salida de Baldoví, y gracias.

Las conversaciones vienen de lejos, quizás de fraguaron de una relación anterior, pero la irrupción de Errejón y la UTE electoral con Compromís era algo que durante el verano se trabajó. No se entiende que todo se haya gestado tan rápido. Pero este join venture política, si no lo remedia nadie, concluirá con algunos tachones, involuntarios, pero tachones al fin y al cabo: no renovar las listas con perfiles independientes, de amplio consenso social, comprometidos con la financiación, más allá de su espectro ideológico, y de reconocido prestigio. Era presentarse de nuevo ante la ciudadanía, con las mismas razones de siempre, pero verbalizadas por savia diferente, amén de Baldoví, estandarte de la coalición.

Pero visto lo visto, los independientes de bocanada fresca aparecerán con excepciones: en el número dos de la lista por Valencia, i prou. Los acuerdos iniciales también incluían un cartel de tronío para Alicante, pero hete aquí, que bien por falta de tiempo, bien por agilidad del poseedor de la plaza, la cuestión es que Compromís concurrirá con los mismos que hace unos meses. Será lo nuevo, pero con lo viejo. El Bloc (el nuevo) lo venía venir, y se abstenido de intervenir; en Iniciativa siguen despistados de la operación: el whatsapp de Oltra y del candidato de Alicante reciben los mensajes con retraso. 

Esto se queda en una especie de win/win descafeinado para las dos partes: los de Errejón hallan una estructura consolidada en la Comunitat Valenciana; los valencianistas tendrán, con suerte, mejor trato con el líder de Más Madrid. Lo que influyan en un futuro Gobierno del PSOE, si dan los números, es lo que está por venir.

El bipartidismo queda asimilado por las dos partes. La doble cita electoral de abril y la de mayo abrió los ojos a los cuadros valencianistas: con un PSOE fuerte, esto da para lo que da. Dignidad en las elecciones autonómicas y locales, decepción en las generales. Esfumados los sueños del sorpasso, en la contienda electoral que se avecina, Compromís sabe que compite por ser influyente, un contrapeso, y poco más. La realidad les ha puesto ahí. Y en ese escenario, en el que Pablo Iglesias sigue pensando, pese a haber perdido la mitad de los escaños, que hay que derrotar al bipartidismo, Más País es el mejor socio que puede tener el partido de Mónica Oltra. Es lo nuevo, dentro de lo viejo, pese que la oferta electoral renuncie al efecto sorpresa, o lo fíe todo al carisma de Errejón y al aliento que sean capaces de movilizar las confluencias, cansadas del macho alfa. El partido de vuelta se juega el 11N, y puede tener ramificaciones en el Botànic II.

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