Pocos lo daban por factible, pero al final se ha dado: Compromís no secundó esta vez la quinta prórroga para mantener el Estado de Alarma. Su posicionamiento, más allá de las críticas públicas de algún dirigente de Podemos y la presión ejercida por el PSPV, no va a cambiar la dinámica del Botánic, porque su necesidad (y convencimiento está a prueba de bomba, como dice Mónica Oltra) y porque si no tiene más roces de los que arrastra es porque el confinamiento les ha dejado, durante un tiempo, a cada uno en su casa.
Visto lo visto, y lo conocido después, con vergonzante acuerdo con Bildu -con la forma en la que se anunció-, la única cosa de la que puede estar Joan Baldoví es la de ir con la cara bien alta y la conciencia tranquila. Jugó sus bazas, las negoció, pero el problema es que el PSOE, una vez logrado el apoyo de Ciudadanos, les dejó tirados. Como ya publicó Javier Alfonso el martes, había tres condiciones sobre la mesa: que el reparto del Fondo No Retornable de 16.000 millones en función del peso poblacional, y no por criterios de gasto sanitario durante la pandemia; mecanismos de cogobernanza en el desconfinamiento, y, en tercer lugar, que el ingreso mínimo vital que prepara el Ejecutivo se gestione conjuntamente con los gobiernos de las Comunidades Autónomas.
El primer punto no tenía ningún secreto; era cuestión de satisfacer lo que Compromís viene reclamando desde hace mucho tiempo, y en lo que coinciden sus socios de gobierno y algún que otro partido de la oposición, el criterio poblacional. Del tercero se podría decir que se pretendía replicar lo que la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas reclama para la gestión de Dependencia: que el Gobierno aporte los fondos que corresponda y con más celeridad para no incrementar la herida de la infrafinanciación que sufren las arcas de la Generalitat.
El segundo era la verdadera batalla, dónde se jugaba el voto de Compromís y con el que se querían rentabilizar la frase de "los hospitales de la Comunitat no se pagan con el aire". Es decir, Baldoví y los suyos ya daban por complicado que el reparto del fondo no reembolsable de los 16.000 millones iba a tener matices, como más tarde acabó confirmando la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. En ese punto, en el de los mecanismos de cogobernanza, la coalición es dónde quería conocer de primera mano la sensibilidad del PSOE hacia la Comunitat Valenciana, y hacia uno de sus socios más fieles desde la moción de censura. Y hasta el lunes, esa propuesta tuvo detalles: más de 100 millones de euros para la autonomía en caso de que Compromís votara a favor de la prórroga. Del primer y tercer punto habría que conformarse con los criterios establecidos para todos, y lo que se pudiera sacar en el futuro con negociaciones bilaterales. El margen de mejor se auguraba escaso, y se asumía.
Pero el martes por la mañana cambió todo: el PSOE le dijo a Baldoví que se olvidara de la propuesta, y de los más de 100 millones para la Comunitat. Pedro Sánchez ya tenía el acuerdo con Inés Arrimadas, que se haría publico a primera hora de la tarde, por el que el Estado de Alarma se prorrogaba hasta el 7 de junio y a cambio se prolongaba la moratoria para el pago de impuestos, como había pedido la lideresa naranja. Los más de 100 millones de euros prometidos para los mecanismos de gobernanza se esfumaron en un santiamén. Ni siquiera los extenuantes debates, por vía telemática, de la Comissió de Coordinació de Compromís tuvieron recompensa; es más, con la respuesta del martes, comenzó a calar en el seno de la coalición, sobre todo, en los Baldoví y Marzá, la idoneidad de votar que no ante el Estado de Alarma y exhibir el desaire, no solo ante la propia coalición, un socio fiel hasta el momento, sino a las reivindicaciones históricas de la Comunitat, incluidas las del PSPV, Podemos, PP y no sabemos si Ciudadanos. El PSOE esperaba otros acontecimientos y los cerró, como bien explicaron en su crónica Ximo Aguar y Marta Gozalbo. Y además, se ahorraron más de 100 millones que posiblemente vayan al País Vasco.
Al final, el voto negativo de la coalición no era sólo por el Estado de Alarma. Estoy seguro que Baldoví y los suyos coinciden en la necesidad de mantener las medidas excepcionales que requiere el Estado de Alarma para lucha contra el coronavirus. El voto contrario de Compromís es una protesta al tratamiento ofrecido a un socio fiel, a un socio en el Botànic, a la Comunitat Valenciana y a la posibilidad de que ese mismo socio tenga su propio momentum, como ha tenido Ciudadanos -con cierto coste interno- y anterioremente ERC y el PNV. O con el bochornoso acuerdo con Bildu, no por las contraprestaciones que tiene para los ayuntamientos vascos y navarros -que pueden reclamar esos territorios por su sistema foral-, sino por haber asestado una puñalada al diálogo social con patronal y empresarios en el momento que se estaban haciendo mayores esfuerzos por las dos partes, incluidos los de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.
Por cierto, cuántas voces salieron -y en parte, con razón- a condenar las condiciones de una posible derogación de la Reforma Laboral de 2012, y pocas han salido para reclamar lo mal parados que salimos los valencianos en ese fondo de 16.000 millones no reembolsables. La memoria a veces es corta, y miope. Los toques de corneta que hemos visto estas semanas empiezan a ser sonrojantes y desprenden tufillo.