CASTELLÓ. Castellón ha perdido este año la histórica campaña de exportaciones de clementinas a los Estados Unidos. Por primera vez en décadas (hay registros de principios de los 80), los comercios y cooperativas citrícolas de la provincia más septentrional de la Comunitat no remitirán fruta a Filadelfia.
La puntilla al declive imparable que los envíos castellonenses al mercado americano han vivido en los últimas campañas la ha dado Donald Trump. Las tasas arancelarias que el presidente estadounidense ha impuesto a los productos agroalimentarios europeos han motivado que los dos últimos exportadores que estaban remitiendo naranja, Bagú y Nulexport, hayan decidido dar un paso atrás.
"Las condiciones hacen inviables las exportaciones a EEUU", señalan fuentes conocedoras del proceso. Más que un mazazo económico a la citricultura castellonense, que no lo es debido a las modestas cifras de los últimos años, la noticia tiene un damnificado claro: la terminal frigorífica del puerto de Castellón. Ya atenazada por la continua caída de las exportaciones de las últimas campañas, como informó Castellón Plaza, las tasas aduaneras se han convertido en un obstáculo insuperable.
A pesar de que Canadá puede absorber el volumen de clementina castellonense que iba a parar a EEUU, este país no tiene un protocolo de tratamiento en frío para evitar la llegada de plagas mediterráneas, debido a que allí no pueden sobrevivir. Y eso hace que los exportadores no utilicen la terminal frigorífica de Noatum en PortCastelló con el fin de abaratar costes.
Por este motivo, las 13 personas que habitualmente contrataba Fricasa (que depende de Noatum) para cubrir esta campaña no serán necesarias. Y la situación para los cinco empleados fijos de la terminal tampoco es halagüeña. Solo con los barcos que llegan procedentes de Argentina fuera de la temporada local (este año han sido cinco), la supervivencia de la empresa no está garantizada y ahora su labor se centra en la búsqueda de nuevos productos con que dotarse de actividad.
Mientras tanto, puertos cercanos, como el de Tarragona, no cesan de incrementar la importación de fruta, que el año pasado alcanzó prácticamente las 200.000 toneladas, un 42,2% más. Pero las compañías castellonenses no trabajan con los kiwis de Nueva Zelanda ni con las piñas y plátanos de Costa Rica y Colombia que sí llegan a Tarragona... a pesar de la expedición que varios empresarios citrícolas llevaron a cabo al país centroamericano hace unos años.
Con el fin de los envíos a los Estados Unidos, y la dificultad de poder recuperarlos en un futuro debido al auge de la producción de clementina en California, se cierra una época en que el mercado americano sirvió como símbolo de la calidad y el prestigio de la fruta castellonense. No en vano, con el cambio de siglo la exportación de clementinas desde los muelles del Grau a Filadelfia llegó a alcanzar las 80.000 toneladas.
Pero la presión del lobby citrícola local, plasmada en un primer momento en la crisis de la mosca de la fruta, tras el supuesto hallazgo de larvas vivas de Ceratitits Capitata en clementinas castellonenses, motivó el cierre durante casi un año de este mercado. Cuando se logró la reapertura, gracias a la firma de un protocolo de tratamiento en frío para la fruta provincial, los productores americanos ya se habían hecho con el mercado (y antes con la variedad) y comenzó el declive de la clemenules en Estados Unidos.