El director novel francés Jean-Gabriel Périot presenta un documental que explica la evolución ideológica de la RAF desde sus años sesentayochistas hasta la vía terrorista
VALENCIA. El Festival de Kustendorf se celebra cada año en las montañas de Mokra Gora, en el pequeño pueblo de Drvengrad. Originalmente el decorado de una película de Emir Kusturica, promotor de las jornadas, en la actualidad es la recreación de un arcaico pueblo de montaña decorado al gusto del director. Hay pintadas de Fidel Castro, plazas del Che Guevara, Maradona tiene una plaza, hay una cárcel en la que se encuentran presos George Bush JR y el ex secretario general de la OTAN Javier Solana...
En este contexto, raro sería que el festival anual de cine, que en esta edición reunió a grandes figuras europeas como Matteo Garrone o Jacques Audiard, no cuente también con un apartado titulado "Descolonizando el cine" para películas y documentales comprometidos ideológicamente.
Entre otros, este año se proyectó una biografía de Thomas Sankara, presidente comunista de Burkina Fasso, y 'A German Youth', del francés, Jean-Gabriel Périot, la historia del grupo terrorista alemán Baader Meinhof a partir de imágenes de archivo anteriores a su actividad armada, cuando solo eran estudiantes que cometían acciones y protestas simbólicas, además de una intensa producción cinematográfica.
Estas protestas pacíficas derivaron, tras la decepción del 68, en acciones violentas, por eso es preciso comentar el documental empezando por el final, donde Périot añadió imágenes de 'Alemania en otoño', la película de Rainer Wender Fassbinder sobre el terrorismo de aquellos años en la que le director alemán incluía unas escenas en las que entrevistaba a su propia madre.
Hay que recordar que a la amenaza terrorista de la Baader Meinhof-Faccion del Ejército Rojo (RAF), el gobierno de Alemania Federal respondió con toda la contundencia posible. Durante el secuestro Hanns Martin Schleyer, ex oficial de las SS que en 1977 ostentaba el cargo de secretario de la patronal de la industria alemana, y el de un avión de Lufthansa en Palma de Mallorca, los líderes de la RAF cometieron un presunto suicidio colectivo en la cárcel. Un año antes, Ulrike Meinhoff también se había ahorcado en su celda de aislamiento.
La polémica siempre ha rodeado esos presuntos suicidios. Uno a puñaladas, otro de un disparo, etcétera. La única superviviente del "suicidio" colectivo, Irmgard Moller, declaró cuando salió de la cárcel -ella sobrevivió a su "suicidio" a puñaladas con un cuchillo de cocina- que se había tratado de una serie de ejecuciones extraoficiales.
El interés de la escena de la película de Fassbinder al final del documental, en el que el espectador puede entender con facilidad cómo estos estudiantes y el gobierno alemán fueron intercambiando golpes cada vez más desproporcionados, reside en que el director alemán pone la única nota de lucidez en toda la historia. Le pregunta a su madre por qué se debe combatir una amenaza a la democracia con artes no demócratas. Ahí la madre se bloquea.
Su opinión, balbuceante, es que hay que tener mano dura cueste lo que cueste y además, que más que democracia lo que a ella le gustaría es un líder autoritario, pero bueno. La escenificación, que a priori podría parecer un retrato ventajista, se ve acompañada por vídeos que ha rescatado Périot de la opinión pública alemana aquellos días de 1977. La gente entrevistada por la calle por un reportero, ignorando cualquier compostura de corrección política, explica qué harían ellos con los terroristas: asesinarlos uno por uno de diferentes formas es la tónica común. Mención aparte merece una señora que explica que los inocentes secuestrados, los rehenes, deberían ser sacrificados por el bien común que sería asesinar cuanto antes a los terroristas.
La gente entrevistada por la calle, ignorando cualquier compostura, explica qué harían ellos con los terroristas: asesinarlos uno por uno
Volviendo a los años 60, el origen del movimiento, el trabajo de documentalista de Périot, muestra de manera excelente la evolución de estos jóvenes alemanes, de la protesta más festiva que otra cosa en los años anteriores al 68 a la deriva violenta e inconcebible a día de hoy.
Ulrike Meinhof aparece en debates en medios de comunicación en los que comenta que los padres han perdido la autoridad en Alemania, ya que su legado no era otro que el nazismo. Los estudiantes se involucraban en protestas de carácter sindical propias de una economía industrial en expansión. Al igual que ocurría en España durante los años de la burbuja inmobiliaria y las obras faraónicas, las noticias diarias eran un goteo constante de trabajadores heridos o muertos en accidentes laborales. Las medidas de seguridad brillaban por su ausencia, así como la situación contractual legal, cuando no se trataba expresamente de trabajadores inmigrantes en situación irregular.
Esto ocurría en la España de cambio de siglo, qué no ocurriría en la Alemania de los 60. Como cuentan estos vídeos, no se aplicaba la legislación de seguridad y si algún trabajador tenía un accidente, no era extraño que en el juicio posterior fuera él declarado culpable e incluso responsable del accidente. Tras el relativo fracaso de las campañas que se realizaron para exigir que la legislación velara por la seguridad de los obreros en el tajo, Ulrike entrevista a un líder sindical en un vídeo de este documental en el que él mismo concluye: "Desde luego con palabras bonitas no lo vamos a conseguir [revertir esta situación]".
antes de coger las armas creían que con cámaras de cine cambiarían el mundo
En otras de las grandes polémicas de los años estudiantiles, el documental muestra como la televisión alemana cubrió las protestas contra la visita del Sha de Persia a Alemania. Un grupo de iraníes, armados con palos, atacó a los manifestantes. La televisión, en ese instante, informó de que las agresiones entre ambos bandos habían sido inevitables, cuando ahí solo había un grupo de personas dando palazos a la multitud. Entonces intervenía la policía para separarlos, cargando de nuevo contra la multitud. Habría sido un incidente más de no ser porque una joven, que acudía aquel día a su primera manifestación, fue asesinada de un disparo en la cabeza.
Estas tergiversaciones mediáticas obsesionaban a los estudiantes que luego formaron la RAF. Cuando antes de coger las armas creían que con cámaras de cine cambiarían el mundo, rodaban multitud de películas -de nuevo rescatadas por Périot-, criticando salvajemente a los medios, especialmente los de Alex Springer, quien actualmente es propietario de un 25% de la prensa europea. El cortometraje más edificante es uno en el que se emplean estos diarios como papel del baño. Graciosamente, este tipo de acciones que un día los integrantes de la RAF consideraron naíf al lado del delirio de tomar las armas, son a día de hoy, en forma de meme o de tuit, lo que más preocupa e inquieta al establisment, que no ve la forma todavía de tacharlas de terroristas. Ironías pacifistas.