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DANSA VALÈNCIA

'A-Normal', danza autobiográfica y punk para hablar de la maternidad sin tapujos

La bailarina Ángela Verdugo protagoniza el 11 de abril de la Sala Matilde Salvador este montaje coescrito junto al dramaturgo Xavier Puchades

29/03/2018 - 

VALÈNCIA. De la danza suelen ensalzarse sus valores más abstractos: su condición de lenguaje universal –el hecho de que sea un arte sin fronteras-; su valor como expresión oculta del alma, que dicen que llega allá donde la palabra no alcanza. Pero la danza también puede ser un receptáculo de ideas muy concretas. Puede ser un canal muy efectivo de crítica política y social. Ángela Verdugo (Puerto de Sagunto, 1979) es una de esas bailarinas y coreógrafas que no le hace ascos a las temáticas controvertidas ni teme enredar palabras entre saltos y escorzos. La suya no es una danza muda. Como directora de la compañía La Siamesa, su cometido es “colocar al mismo nivel el fondo y la forma”; dar la misma importancia al movimiento que al verbo para expresar su inconformismo innato. Si en Lithium nos hablaba de la burocracia que ensucia el arte; en Anestesia Psíquica disertaba sobre la falta de empatía hacia los demás como una enfermedad inherente a la sociedad contemporánea, y en Diógenes trató de construir “un collage sobre la deshumanización en la que estamos sumergidos” por culpa de la supremacía de los valores materialistas y el exceso de información, en su último montaje –que llega el 11 de abril al festival Dansa València- Verdugo aborda los rigores de la maternidad en su sentido más amplio: con todo lo bueno, con todo lo malo. A-Normal es el nombre de esta pieza, que podríamos inscribir en esa larga tradición de autoras –no de bailarinas- como Sylvia Plath, Anne Sexton o Doris Lessing, que analizaron la maternidad desde un punto de vista no idealizado. Una sinceridad que antes era marginal y oscura, pero que hoy ya forma parte del debate público.

Coescrita junto al dramaturgo y guionista Xavier Puchades, A-Normal comienza con una situación de lo más cotidiana: una madre le cuenta un cuento a su hija para que se duerma (y le deje así algo de tiempo para bailar y recuperar por unos minutos la pasión que antes ocupaba su vida entera). Es un relato que mezcla verdad y mentira, autobiografía y ficción. “Aprovechando el cuento de la oveja errante, Ángela hace una revisión de su vida y establece un diálogo intergeneracional muy directo y honesto que además no tiene réplica, porque la niña todavía no sabe hablar. Es una madre desnudándose ante su hija, desvelando sus miserias. No se presenta a sí misma como un modelo a seguir, no sabe si las cosas que hace están bien o mal; sencillamente son las que hace. Es un espectáculo que pasa de la ternura a lo más punk. Ángela tiene un lenguaje muy personal, fuera de cualquier moda o tendencia”, comenta Puchades, cuya principal función ha sido la de estructurar el guión a partir del ingente material de textos con chorros de pensamientos en bruto que le fue facilitando la coreógrafa y bailarina. “Aunque soy un gran defensor de la palabra, un autor de teatro de la escucha, disfruto muchísimo los trabajos que hago para espectáculos de danza. La danza tiende a la abstracción y la palabra a lo narrativo, y en este tipo de montajes ambas facetas se encuentran en un lugar extraño que de repente funciona. Ángela no es actriz, pero tiene una forma de recitar el texto muy verosímil. Ella baila sus pensamientos, es algo que me parece fantástico y que de hecho conectó rápidamente con el público que vio las cuatro funciones de estreno que se representaron en 2017 en Carme Teatre. Llenamos todos los días”.

“Llevo muchos años trabajando sobre la multiplicidad de lenguajes, capas y discursos en la composición escénica –comenta por su parte Verdugo-. El multicanal es la mejor herramienta que he encontrado para llegar a la emoción intelectual del espectador. Soy bailarina y seguiré siéndolo aunque deje de bailar, pero eso no quita que me guste jugar y utilizar otros lenguajes”.

“Una contradicción constante”

La pieza plasma por tanto un conflicto personal de la artista valenciana, cuya trayectoria la ha llevado a bailar y dirigir espectáculos con las compañías Taiat Danza, La Siamesa Tuerta, la Sonrisa de Caín y Lasdecaín: “La maternidad te obliga a hacer un break en tu actividad habitual, te obliga a bajar ritmos, redefinir objetivos y pretensiones. Eso no quita que adores a tu hijo, lo que te provoca una contradicción constante. Es lo que en casa llamamos "El síndrome de esto es el colmo". Quiero pasar mi vida contigo y al mismo tiempo necesito tener mi vida”, explica Verdugo. “Ser madre en el mundo de la danza es muy complicado, pero no osaría decir que más que en otros sectores, cada sector y puesto de trabajo lleva sus complicaciones. Los horarios rotos y desplazamientos, que es lo que puede caracterizar algunas de las complicaciones más marcadas de los que trabajamos en la escena, son compartidos por otras profesiones. Dejémoslo en que tener hijos hoy en día, es muy complicado”.

Es complicado ser madre, y también ser mujer y querer cobrar lo mismo. “La igualdad en el mundo de la danza no existe. Siguen teniéndolo más fácil los hombres por múltiples razones. Las que más me molestan a mí son las que tenemos tan metidas en el disco duro que ni nos damos cuenta y las reproducimos, como cuando se piensa en un profesional para cualquier tarea y la mayoría de nombres que vienen a la cabeza son hombres. Lo más difícil es romper las dinámicas y en eso estamos muchas y muchos. La maternidad es uno de los puntos de corte más bestias en la carrera de las mujeres, y eso en este mundo sigue sin cambiar. En mi opinión, la salida no debería buscarse defendiendo y ayudando a la mujer en el tiempo que no está en activa para que no se descuelgue, sino ralentizando y humanizando las relaciones. Colocando en el centro de la resolución del conflicto a las personas de nuevo y no el rédito”.

Sola en el escenario, Ángela baila apoyada por una banda sonora ecléctica que mezcla deliberadamente música clásica y popular. “Es una selección musical que tiene un sentido, no es gratuita, y juega mucho con los contrastes, que son muy útiles para hacer pasar al espectador de un estado emocional a otro. “La alusión a músicos o compositores como Ligeti o Mika Vainio viene a reforzar la idea de los que están en los márgenes, es la antítesis del mass media. Siendo estos artistas reconocidísimos, valorados y aplaudidos por mucha gente, son grandes desconocidos para el gran público”, apunta la creadora valenciana, que celebra la inclusión de A-Normal en la edición Dansa València. “El cambio de dirigentes ha dado un cambio de rumbo al festival que es muy de agradecer por muchas cosas. Por ejemplo, que la nueva directora haya sido elegida por una convocatoria pública, que las propuestas que entren en la programación lo hagan su calidad programática, o que se vuelva a apostar por la diversidad de lenguajes. Dansa València va evolucionando, no todo lo rápido que a la profesión nos gustaría, pero evoluciona. Mejorar siempre es posible pero seguramente mi idea de mejora no le parecería bien a otra parte de la profesión”.


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