VALÈNCIA. (EFE) El escritor Pío Baroja confesó en una carta a su amigo y compañero de la Generación del 98 José Martínez Ruiz (Azorín) que veía la ciudad de València "repugnante" y que le parecía el "pueblo más antipático de toda España".
Así se lo escribió en una misiva de 1902 que se expone en una de las vitrinas de la casa-museo Azorín de la Fundación Caja Mediterráneo, en Mónovar (Alicante), donde se conservan 35 cartas de puño y letra de Pío Baroja, quien da nombre a una de las principales avenidas de la ciudad de València, la de la entrada principal del parque zoológico Bioparc.
En dos folios de tamaño cuartilla con membrete del área de Obras Públicas de la provincia de Castellón, donde su padre trabajaba de ingeniero, Pío Baroja explica que, tras una estancia en València, se ha dirigido a la ciudad castellonense para quedarse en casa de un amigo "al lado de un balcón con muchos tiestos" y añade que el viaje le ha parecido "latoso hasta la exageración".
"Encontré Valencia tan repugnante como me parecía cuando tuve la desgracia de padecerla dos años y medio", opina haciendo referencia a los más de dos cursos que estudió Medicina en la capital del Túria debido al traslado de su padre, desde Madrid. En València, Baroja vivió, primero, en la calle Cirilo Amorós y, más tarde, en la calle Navellós.
La carta está escrita cuando Pío Baroja cuenta con 30 años y le añade que "la catedral, fea" hasta el punto de que "la reja de Villena es mejor que todas las que hay en la catedral de la encantadora ciudad de las flores, de Blasco Ibáñez y Rodrigo Soriano".
"Valencia para mí es el pueblo más antipático de toda España", sentencia para, a continuación, recordar que en el reciente viaje desde allí hasta Castellón fue testigo de "una serie de conversaciones entre gentes de Gandia, Jativa y Bocayrente (sic)" en las que "las mujeres con todo eran las que llevaban la voz cantante y el estribillo de todos refiriéndose a los jesuitas era siempre decir: 'Mala chens', mala gente".
El autor de Zalacaín el aventurero, La busca y El árbol de la ciencia sigue explicando a su amigo y confidente Azorín que en Castellón "hay una iglesia gótica estropeada, que la han pintado de una manera loca, todas las columnas y capiteles", de tal manera que "no hay sitio para poner en la pared la punta de un alfiler".
Y apostilla que "esta maravilla lo hizo en unos cuantos años un pintor valenciano".
La carta concluye ofreciéndole la dirección en la que reside en Castellón, "la calle Mayor 37", y se despide con un "Su amigo. P.Baroja".
El temperamental escritor nacido el día de los Santos Inocentes de 1872 en San Sebastián era gran amigo de Azorín, con quien fue precursor de una corriente de escritores, ensayistas y poetas, la Generación del 98, que vivieron en primera persona las consecuencias de la pérdida de las últimas colonias españolas.
El director de la casa-museo Azorín, José Payá, ha señalado a Efe que ambos escritores se conocieron en 1900 en Madrid y que, basada en la "total sinceridad", la amistad duró toda la vida, como se refleja en que Azorín propiciara que Baroja ingresara en 1925 en la Real Academia de la Lengua y que ambos compartieran el exilio en París.
En 1901, Pío Baroja visitó durante una semana al alicantino en su casa de Monóvar y de aquel viaje se conserva en la casa-museo una fotografía de ambos posando en la finca familiar del Collado de Salinas, situada a pocos kilómetros.
Payá ha apuntado que en esos días también visitaron la cercana localidad de Yecla (Murcia) y que a partir de ahí aparecieron las novelas Camino de Perfección de Pío Baroja, cuya acción transcurre en Yécora, que significa Yecla, y La Voluntad de Azorín, ambas en 1902 y que supusieron la ruptura con la novela tradicional.