VALÈNCIA. En 1974, el británico Andrew Newton, un piloto de aerolíneas dispuesto a hacer lo que fuera por dinero, fue contratado para matar a Norman Scott, el amante homosexual de un prestigioso político liberal llamado Jeremy Thorpe. “Mi contacto me indicó que Norman Scott debía ser asesinado. Yo le planteé entonces cuestiones que cualquier sicario profesional necesitaría saber: dónde vive, cuáles son sus hábitos, si tenía perro… Le sonará divertida esta pregunta, pero es que me dijeron que no tenia perro”, explicó, contrariado, Andrew Netwon a la prensa.
Por fortuna para Norman Scott, este no solo tenía perro, sino que se trataba de un gran danés, Rinka. El can fue asesinado en una oscura noche con una pistola de 1910, tan desfasada que en el segundo disparo se quedó encasquillada. “Todavía puedo verlo sacudir la pistola frente a los faros del coche gritando ‘fuck, fuck, fuck’. Me quedé destrozado. Rinka era una perra hermosa. La acompañé todos los días. Después de todos estos años, todavía no puedo ver cómo se dispara un arma en un programa de televisión”, relató Norman Scott para la BBC años después.
Esta truculenta pero verídica historia ocurrió entre 1961 y 1979. El miembro del parlamento británico Jeremy Thorpe conoció al joven Norman Scott en unos establos de una casa de campo en 1961. Fueron amantes durante una larga temporada. Como las relaciones homosexuales eran consideradas por entonces un crimen, Jeremy Thorpe, un hombre del ‘establishment’, le puso un piso a su amante y lo mantuvo oculto, para así mantener su doble vida.
Después de años de relación y decenas de cartas de amor escritas con el sello de la cámara de los comunes en las que Thorpe le llamaba a Norman “mi querido conejito”, la pareja rompió. Tras la separación, Norman se quedó totalmente hundido. Sumido en la pobreza y la depresión, sin seguro social (la eterna promesa incumplida de su amante Jeremy), y teniendo que ocultar su homosexualidad, dado que se consideraba entonces un crimen abyecto, el outsider Norman Scott se armó de valor y decidió denunciarle, buscando que le reconocieran la tarjeta de la seguridad social prometida por su amante y también empleador. Sin embargo, el caso se archivó y se guardó en secreto para proteger al miembro de la cámara de los comunes.
Una década después, la carrera de Thorpe estaba en su punto álgido, aunque la existencia de un pasado con Norman Scott era todavía una mancha en su expediente de cara a sus ambiciones profesionales. De ahí que surgiera el intento de asesinato. Aquel 1974, cuando el matón de tebeo Andrew Newton mató al gran danés en vez de a Norman Scott, los ingleses por fin se tomaron en serio el asunto.
Por lo pronto, Newton cumplió dos años de cárcel por el imperdonable asesinato del animalillo, un escándalo inglés en toda regla. Y, aunque la homosexualidad ya no era un crimen, la biografía de Norman volvió a ser objeto de burlas y escarnio público. El mediático juicio se transformó en una pantomima a favor del miembro del parlamento británico, y destapó la homofobia todavía latente en la sociedad británica.
El juez del caso, un tal Cantley, fue ampliamente criticado por la opinión pública por mostrar un sesgo abiertamente pro-establisment. Cantley, sin ningún disimulo, describió en el juicio a Scott como “un delincuente, un mentiroso consumado” y “un fraude”, y cuando mandó al jurado a deliberar, les advirtió: “ahora deben retirarse para considerar su veredicto de no culpable”. El resultado fue que Jeremy Thorpe fue declarado, efectivamente, no culpable, el resto de cómplices también, Norman no consiguió que nadie le creyera, pero al menos alguien cumplió condena… por la muerte de un perrillo (sic).
Norman Scott recuerda en la actualidad todo aquello entre simpáticas bromas. Aunque en esta historia no se hizo justicia, la opinión pública sí cambió su forma de entender la atracción entre dos hombres, además de constatar el abuso de poder de un privilegiado político frente a un ciudadano común.
Cuarenta años después, el derrotado Norman es un tipo bastante feliz que solo ha necesitado que el tiempo pusiera a cada uno en su lugar más allá de ninguna sentencia. “La gente no creía en mí, pero yo creí en mí mismo, y muchos amigos también”, dijo a la BBC recientemente, dando una auténtica lección de vida.
Bonus track: la sátira de Peter Cook sobre el Juez Cantley
Muchos conocerán al cómico británico Peter Cook. Uno de sus sketches más sonados es precisamente su monólogo dedicado a la figura del juez que formó parte del juicio de Jeremy Thorpe. Aquel hombre que, con todo descaro, se posicionó a favor del miembro del parlamento británico y en contra del joven homosexual Norman Scott, fue, desde entonces, objeto de sátira en una escena que forma parte de la cultura popular del país.
La brillante parodia tuvo tanto éxito que incluso se publicó un disco con ella. Porque, tras ese juicio, hubo unos vencedores y unos vencidos, pero, dentro la mentalidad británica, el resultado, éticamente hablando, fue precisamente el contrario.
El documental de la BBC The Jeremy Thorpe Scandal pueden verlo aquí, y la miniserie, también de la BBC, A Very English Scandal, ha sido ya emitida en UK, y Amazon Prime Video ha adquirido los derechos para su emisión internacional. Todavía no se conoce su fecha de estreno en España.