La mítica frase del presentador Joaquín Prats “a jugar” que acompañaba a los españoles en las noches en que se emitía el programa ‘El precio justo’, me ha venido a la mente (adaptada) al inicio de las primarias populares
Mañana jueves se celebrarán las elecciones internas en el PP para elegir a su nuevo líder. Muchos piensan “por fin la democracia llega al Partido Popular”, cayendo en un error tan común que no se percibe como tal, y es el de reducir o igualar democracia a votar. Un sistema democrático, sea en un estado o en una institución tiene más vertientes, no menores, como es la garantía de los derechos y libertades y el respeto a la opinión de cuantos lo componen, así como el cumplimiento de unas normas de conducta. Como he manifestado en otras ocasiones, las democracias occidentales son representativas, votamos cada cuatro años, y en dichas naciones el grado de libertad, protección de derechos y calidad de vida es el más elevado del planeta. No es necesario estar votando todo el día para ser más demócrata.
Inicio con esta reflexión porque los partidos que celebran elecciones internas o primarias, suelen venderlo como un grandísimo éxito y como un sello de calidad diferencial. La realidad es que suelen ser un ejercicio de lavar los trapos sucios en la plaza pública, se activan guerrillas internas entre familias o sensibilidades dentro de cada partido por pequeño que sea y no en pocas ocasiones generan una fractura que en el peor de los casos acaba con marchas o expulsiones e incluso la creación de nuevos partidos; y en el mejor, con la integración de los candidatos/oponentes dando una apariencia de que aquello era un paripé.
Con esto quiero decir que es malo votar, lógicamente no; acaso propongo que sea el dedo señalador del líder quien elija quien debe sustituirle, tampoco. Pero es bueno reflexionar sobre la impronta e influencia que en los últimos años ha tenido sobre nuestras sociedades la ideología promulgada por la izquierda gracias sobre todo a su destacada presencia en los medios, esa izquierda que reivindica la manida y fallida democracia asamblearia o popular. La manipulación del lenguaje es su gran arma, términos altamente contradictorios pero de bondadoso enunciado. Cuantas veces en las dictaduras latinoamericanas sus líderes que modifican constituciones para eternizarse en el poder y logran arruinar a la población, hablan del poder del pueblo, ese mismo al que someten y humillan pero al que dicen defender, representar y dar voz.
Las primeras primarias del PP, valga la redundancia, se dirimen mañana y los candidatos en liza han entrado en ataques y tensiones que una vez más transmiten una mala imagen de la actividad política. Parece que hay tres con alta probabilidad de pasar este primer corte, porque luego elegirán compromisarios (o sea, se hace un proceso que en cierta medida tiene un control interno, como pasa en todos los partidos). De los candidatos no puedo aportar gran información que no esté publicada en medios y redes sociales, pero creo que muchos afiliados del PP con buena fe pero una desmemoria pasmosa quieren olvidar la grandísima responsabilidad que la candidata ex vicepresidenta del gobierno tiene en la situación actual, principalmente manteniendo y alimentando a los medios que más daño hacen a la convivencia nacional y consintiendo que el separatismo catalán gozara de cierta legitimidad. Si los afiliados que voten prefieren un PPOE, probablemente aumentarán las posibilidades de ver a quien fue el partido más votado convertido en tercera o cuarta fuerza política nacional.
Y como nos gusta votar, pues ahí siguen sus señorías con la elección de alguien que controle qué se dice, quién lo dice y cómo se dice en la radiotelevisión de todos los españoles. Una muestra más de la injerencia desproporcionada del poder político en los estamentos que conforman una sociedad que debería caminar a un razonable y práctico liberalismo, por aquello de adelgazar estructuras de poder, agilizar la burocracia y permitir la libre competencia en aras de la excelencia.