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debate en el colegio de arquitectos

A vueltas con el Metropol

Foto: KIKE TABERNER
24/04/2018 - 

VALÈNCIA. Como San Pedro, hasta en tres ocasiones el Concejal de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento de València, Vicent Sarrià, dijo este lunes tarde que el consistorio “no quiere derribar nada”. Hasta en tres ocasiones también Sarrià aludió a un informe de técnicos de la Conselleria de Cultura para justificar porque su Concejalía no ha hecho nada para paralizar la licencia que permitirá demoler el antiguo Cine Metropol. Y, en dos ocasiones, recalcó la defensa del Patrimonio que está haciendo el Ayuntamiento y, sobre todo, que no hay licencia de demolición concedida; tan solo le quedó pendiente añadir un adverbio: aún.

El Colegio de Arquitectos de València acogió en la tarde noche de este lunes lo que oficialmente se denominó como Mesa Redonda sobre el Antiguo Cine Metropol, una cita a la que sólo faltó el regidor de Actividades, Carlos Galiana, quien decidió hacer mutis por el foro y no aproximarse tras haber confirmado su asistencia. Algo incomprensible habida cuenta que el diseño de la mesa redonda, con cuatro personas en principio favorables al derribo y sólo dos en contra, jugaba a su favor.

Cuatro personas, en principio, porque la cuarta, la que parecía más clara, Sarrià, dejó bien claro desde el comienzo que él no era “favorable” a ninguna demolición. Que el Ayuntamiento, en estas cuestiones, como Poncio Pilatos, se lavaba las manos y se ajustaba la ley. “Me corresponde aplicar algunas normas y valorar si [un proyecto] se ajusta al planeamiento”, dijo. Lo suyo, pues, era puro tecnicismo.

En el lado de los favorables al derribo, de menor a mayor entusiasmo, Gonzalo Vicente-Almazán, Roberto Santatecla y Julián Esteban Chapapría. El primero, redactor del informe que recomendaba no proteger el cine, es decir, derribarlo, aseguraba que habían aplicado los mismos criterios que con 1.350 edificios. “La misma lógica”, dijo. Una auténtica cama de Procusto, aquel posadero mitológico que le cortaba las piernas a los clientes que eran más altos que su cama, o les estiraba las extremidades a los que eran más pequeños.

Santatecla, por su parte, mostró un discurso en apariencia contradictorio. Así, tras asegurar que el edificio era una obra menor, durante el interesante análisis que hizo de la construcción dijo de él que el viejo cine de Goerlich era “una intervención audaz” (la de cal) que había sacado al edificio de la estructura urbana del Ensanche (la de arena), resaltó como encajaba en la planta una sala de cine para 1.200 personas, puso en valor este aforo comparándolo con la sala principal del Palau de les Arts y remató su discurso asegurando que la fachada era un “ejercicio compositivo interesante”. ¿Algún pero? Que es “formalista”. Tras escucharle, no se entendía porque estaba a favor del derribo.

Y completó el extraño paisaje de paradojas el que fuera Jefe del Servicio de Patrimonio Arquitectónico de la Generalitat entre 1982 y 2011, Julián Esteban Chapapría. Tras plantear atinadamente la necesidad de un “análisis crítico de la obra de Goerlich” que permita distinguir cuál es obra relevante y cuál no, el guardián del patrimonio arquitectónico de la Generalitat durante décadas sentenció que el Metropol era una “obra menor” y remató su primera participación sosteniendo que se estaba “confundiendo el tocino con la velocidad” al tratar de conservar un edificio por su valor en la memoria de la ciudad. Para eso, para la memoria, hay otras cosas: libros, fotografías, estudios…

Sólo dos de los invitados por el colegio de arquitectos se mostraron a favor de la conservación. Por un lado, Andrés Goerlich, presidente de la Fundación Goerlich, abogado y descendiente del arquitecto, quien fue desgranando a lo largo de sus diferentes intervenciones argumentos de los más dispares para defender la conservación del cine. Desde legales, con alusión a la reciente modificación de la Ley de Patrimonio de la Generalitat, que entró en vigor el 1 de mayo de 2017, hasta concretos como el hecho de que se trata del último cine anterior a la Guerra Civil que queda en pie. El último.

Especial incidencia tuvo su mención al anexo legislativo ya que recordó que, con la ley en la mano, se observa un apartado que se ajusta al Metropol como hecho a medida: “El patrimonio histórico y arqueológico civil y militar de la Guerra Civil en la Comunitat Valenciana, además de los espacios singulares relevantes e históricos de la capitalidad valenciana, como todos aquellos edificios que se utilizaron de sede del gobierno de la República, además de los espacios relevantes que utilizaron personajes importantes de nuestra historia durante el período de guerra de 1936 a 1939. Todos estos inmuebles deben estar construidos con anterioridad al año 1940”.

Ante esto se preguntaba Goerlich: ¿No es Vicent Miquel Carceller, promotor del cine, un personaje relevante de la historia valenciana durante la República? Que su cine fuera empleado durante la Guerra Civil, ¿no es relevante? ¿No se trata de cumplir la Ley? ¿Qué ley? Y remató sus intervenciones aludiendo al escrito del Síndic de Greuges en el que recomendaba al Ayuntamiento que declarara al cine Bien de Relevancia Local. ¿Cree el Govern de la Nau en las instituciones valencianas?

A su costado el arquitecto Tito Llopis, quien puso en tela de juicio que el Metropol fuera considerado una obra menor de Goerlich. “El Metropol sí es importante; marca el giro hacia la modernidad que se da en la II República”, advirtió. Tras calificarlo de “edificio clave en la escena urbana de [la calle] Hernán Cortés”, recalcó la figura de Carceller como promotor. “Sólo por Carceller es para darle la vuelta al tema”, apuntó.

La aparente victoria de opiniones a favor del derribo quedó convertida en derrota cuando el moderador, el periodista Luis Motes, luchando contra los problemas de sonido, dio paso a las preguntas de los asistentes. Las tres intervenciones fueron unánimes en defensa de la preservación del cine. De un cuatro a dos se pasó a un cuatro a cinco, una remontada digna del Liverpool de Rafa Benítez.

En la primera intervención un miembro del Departamento de Historia del Arte de la Universitat de València, Adrià Besó, reprochó la composición de la mesa con cuatro arquitectos, un político y un abogado, y ningún historiador. La tercera, un arquitecto, Francisco Juan, rechazó toda la coartada técnica y recordó que desde principios de siglo la tendencia internacional es que “los valores culturales no se pueden medir”.

Aunque la quizás más reseñable de las intervenciones del público le correspondió a la actriz y diputada por Podemos Rosana Pastor, la segunda en tomar la palabra, quien logró despertar los aplausos del público cuando hizo ver que iba a ser la única mujer que iba a intervenir en todo el debate. Primero, por su crítica dura al hecho de que se esté despreciando un pedazo de historia de la Guerra Civil. “¿Para qué construimos las ciudades? ¿Cuántos cines le quedan a la ciudad de València? Quiero poder contarle la historia de mi ciudad a mi hijo”.

Pastor no dudó en criticar a Sarrià. “Está muy bien escuchar a los técnicos. Los políticos se han de asesorar pero han de tomar decisiones políticas. La gente los ha elegido para que elijan un modelo u otro de ciudad”. Una crítica ante la que Sarrià respondió. “Un político ha de actuar, sí, pero con garantías de no quedar inhabilitado”. E insistió el concejal: “A mí me gustaría que no se derribara, pero…”. Los informes son los informes. Y, de nuevo, aludió al de la Conselleria de Cultura, donde había un historiador, y en el que no se dictaminó protección alguna aunque se recomendaba conservar algunos elementos de la fachada.

Pragmático, Sarrià aludió al coste que tendría expropiar el edificio, como se ha planteado, así como al numeroso patrimonio que ya ha recuperado el Ayuntamiento de València. Igualmente Sarrià recordó que el dinero de salvar al Metropol lo tendrían que costear los ciudadanos. Un comentario que hizo que cobrara más valor una pregunta formulada poco antes por Francisco Juan sobre si se había consultado a la sociedad.

Actividad enmarcada en la Feria de la Primavera 2018, lo que tendría que haber sido una cita de “ámbito profesional”, tal y como la definió Motes en la presentación, de hecho no fue emitida por streaming como suele ser habitual, se transformó en una cita cultural transversal a la que asistieron diseñadores como Ibán Ramón, políticos como el diputado de Podemos Antonio Montiel o el concejal popular Alfonso Novo, escritores como el periodista Miguel Tejedor, arquitectos como Carmel Gradolí o el académico Álvaro Gómez-Ferrer, y el director del Museu de Belles Arts, José Ignacio Casar-Pinazo, arquitecto también.

La mesa redonda, si tenía que dejar certificado algo, lo que corroboró es la división en torno a una cuestión que se ha convertido ya en dicotomía: o derribo o conservación. Un dilema ante el que Goerlich blandió las críticas internacionales, el apoyo de más de una veintena de entidades y un aviso a navegantes: “La sociedad civil se está moviendo”. Inaugurado como cine en octubre de 1934 (“una sala de grandes proporciones, arquitectura moderna y eficaz”, la definía Las Provincias), 83 años después de su apertura el viejo Metropol se resiste a morir.

Foto: KIKE TABERNER

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