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reflexionando en frío / OPINIÓN

A Abascal no le importa la Comunitat Valenciana

30/07/2024 - 

Algunos cargos orgánicos de Vox están todavía desorientados ante el movimiento aparentemente fratricida de su comandante jefe cuando decidió diluir los pactos de gobierno con el Partido Popular en las revueltas aguas del mediterráneo condicionando la acogida de los migrantes que surcan los mares. Precisamente, determinados dirigentes de la formación derechista consideran que la formación va a la deriva en cayuco esperando encontrar una tierra firme que le permita pisar suelo electoral; muchos perciben esta huida hacia el horizonte demoscópico como una temeridad, una iniciativa desesperada movida por la promesa intimista de alcanzar la tierra prometida. Los correligionarios no saben qué posición tomar, si de hostilidad frontal contra el Partido Popular o de colaboración necesaria manteniendo la costumbre objeto del derecho de las leyes no escritas de la aritmética política. Muchos vagan por su alcoba como aquella mujer de antaño que quería pasar la vida con su amor platónico y su padre le coartaba el deseo obligando su casamiento con el rico del pueblo.

Despechados, divorciados por conveniencia (van a tener que actualizar el código civil y poner el nombre de Abascal en el precepto), los líderes no terminan de pillar qué se le pasaba por la cabeza al cerebro de Vox cuando dilapidó todo su poder institucional en las Comunidades Autónomas por un aparente arrebato. Lo que hace semanas hizo retumbar los cimientos de las estructuras políticas autonómicas traerá cola después de verano, ya verán. Estaremos todos pendientes del calendario, de los gestos, de la capacidad del PP de gobernar en solitario… Correrán ríos de tinta con sus afluentes correspondientes. Por mucho que Alberto Núñez Feijóo intente aparentar que han sido ellos los que han roto la relación, la iniciativa es más de los otros que de ellos; los populares prefieren asumir la responsabilidad, el peso interno de haber cortado la historia antes de que los celos de su entorno pusieran una losa en su remordimiento. Desde su punto de vista, Feijóo cree que ha encontrado el camino para ser presidente deshaciéndose de un lastre engordado por el poder mediático. Comprando el relato oficial se han acomplejado de una extrema derecha artificial que no es más que una cuadrilla de conservadores testosterónicos. Ahora se ve liberado de las ataduras que le oprimían, del motivo que le obligaba a dar demasiadas explicaciones de su vida. En el mapa mental del PP la ruptura del pacto de Vox les beneficia, les ayudará a convertirse en la fuerza hegemónica de la derecha; se equivocan. Embarcando un salvaje viaje al centro intentan abrir sus miras buscando el acuerdo con formaciones de las que hasta hace poco despotricaban.  

Si muchos de los dirigentes de Vox han dado un paso al lado aun poniendo mala cara es porque en las entrañas de la formación les han prometido futuras prebendas condicionadas al provenir vital del partido. Ernest Urtasun dijo que el otro día el gobierno se llevó un palo al no aprobar las convalidaciones de dos decretos leyes y creo que tan sólo hacen falta varios palos más para que se rompa la piñata que traerá unas nuevas elecciones. Eso lo saben en los pasillos del Congreso y en los círculos del pequeño Madrid del poder, que ante el bloqueo legislativo no va a quedar otra que poner el código pin de unos comicios para descifrar la parálisis técnica.

Ante esta posibilidad de una remota celebración electoral Santiago Abascal va a apostar todo a las opciones nacionales de su formación. A Vox no le importa perder poder territorial, lo que de verdad le seduce es gobernar España, no ha hecho más que sacrificar a sus peones para intentar hacer un jaque al Partido Popular. Aprovechando esa obsesión con abarcar el voto central sabe que con los movimientos reconciliadores de Feijóo con la izquierda el flanco derecho queda despejado; en Vox están convencidos que en las próximas elecciones subirán escaños  ante el abandono sistemático del PP de su votante natural; formación con unas bases más conservadoras que el propio partido. Para sacar unos buenos resultados en unas elecciones generales, a diferencia de las autonómicas, no se requiere de una estructura territorial sólida. La única opción de doblegar a sus colegas pasa por apostar todas las cartas a una jugada en la que el as en la manga es el poder de la marca más allá de controlar el engranaje social de los municipios. Emmanuel Macron ganó en Francia en 2017 sin partido y usando una mera plataforma. Creo que Vox está siendo en cierta manera coherente en el asunto de las autonomías y ha demostrado que le interesan poco el porvenir de las regiones y de las labores que estuviese haciendo Vicente Barrera en la Comunidad Valenciana, su verdadera vocación es la de ser un partido nacional. 

Elisa Núñez y compañía no han sido más que unos daños colaterales de la ambición de la cúpula de Vox. Sueño húmedo de llegar a La Moncloa que no se hará realidad ni gobernando en casi todas las regiones.   

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