Mentir como testigo tiene consecuencias penales, hacerlo desde la política… Sin embargo, en Reino Unido le puede generar un conflicto al líder 'torie' Boris Johnson por sus soflamas sobre el Brexit. Deberíamos tomar nota civil y penal. Por si acaso
Hace ya algunas semanas, un amigo vinculado a la política me recomendaba ver la película Brexit: The uncivil war. No lo hacía por su exigencia cinematográfica o calidad en sí de la cinta, muy bien dirigida e interpretada y que fue producida por el Channel 4, sino por su contenido: lo que esconde y muestra.
El filme explica lo entresijos políticos del Brexit, o más bien, qué papel jugó cada uno de los “actores” de este proceso político que ha llevado a Reino Unido hasta un precipicio de consecuencias impredecibles para todos.
Los “protagonistas” del guión, en el fondo, no son los personajes que interpretan los respectivos roles sino el papel político de cada uno de los verdaderos actores de este drama social y económico, o más bien el interés partidista y personal que les llevó a un proceso maquiavélico por puro interés individual, populista o de partido.
Allí aparece una May dispuesta a salvar el cuello entre los suyos sin más, ni guión personal/político claro u ordenado; un Corbyn totalmente despistado, acorralado y hasta titubeante por la pérdida de poder entre los laboristas; un Boris Johnson, antiguo alcalde de Londres, dispuesto a lo que haga falta para alcanzar el liderazgo de los tories algún día y, por último, esos nacionalistas y populistas a los que lo único que les interesa es montar lío en beneficio propio, tanto político como económico pero capaces de hacer lo que sea por marear. ¿Les suena? Faltaba el más importante, el consultor político harto en sí mismo de la política al que le encargan una campaña triunfal para convencer a la sociedad de los males de la pertenencia británica a la Unión Europea y que, además, busca su propia venganza personal a partir de la profesionalidad que exige un contrato.
El juego y movimiento de peones resultan inquietantes. Todo parte de un lema, de una serie de fakenews, utilizar redes sociales para difundir esos mensajes, confundir a la sociedad apelando a su propia situación económica, la depresión laboral o acusando a la UE de todos sus males y, por supuesto, de la entrada masiva de inmigrantes establecidos desde hace décadas en una sociedad que los exprime en sectores servicios bajo condiciones muy cuestionables, pero que “roban” la personalidad y el destino de las islas; un pack fácil de manejar mediáticamente para quienes nos movemos en este negocio actual. Sin comillas.
Todo eso, además, envuelto en una campaña bien resuelta por el consultor que va calando en el electorado y aproxima al espectador unos resultados de ambición desmedida que no buscan en realidad ni tienen como fin una verdadera prosperidad social sino, simplemente, una lucha sin cuartel por el poder a partir de la manipulación intelectual.
Ya saben cómo acaba la historia y dónde está ahora cada uno de sus actores. May con una dimisión anunciada fracaso tras fracaso hasta entre los suyos; Corbyn al borde del cadalso; Johnson parapetado esperando su oportunidad soñada y la sociedad, absolutamente dividida ante unas consecuencias que pueden ser de aúpa.
Lo bueno de esta historia ya no es conocer el fondo y el trasfondo sino saber en qué ha derivado la situación política y económica y lo que les va a deparar a cada uno de todos ellos. Es un espejo de nuestras realidades.
Esta semana, el asunto daba un paso más allá tras la confirmación de la dimisión de May o el interrogante sobre una probable nueva consulta popular, o incluso el mismo ultimátum de la UE. Se producía con el anuncio de que la Justicia británica ha ordenado al conservador Boris Johnson -presentado en la cinta como una figura inestable y excéntrica- comparecer ante ella por haber mentido durante la campaña del Brexit tras repetir durante todo el proceso que Reino Unido aportaba todas las semanas 400 millones de euros a las arcas de la Unión Europea que, según su discurso, se deberían destinar a otras cuestiones internas. La denuncia la interpuso un joven activista. Así que una jueza ha decidido que el futurible líder torie deberá comparecer ante los tribunales acusado de “mentir deliberadamente” sobre el Brexit. La juez del Tribunal de Magistrados de Londres sentenciaba que Johnson deberá responder por conducta indebida en un cargo público. El acusado deberá de enfrentarse a un juicio y su caso, tras la vista preliminar, enviado al Tribunal de la Corona para juicio ya que el ex alcalde de Londres habría actuado deliberadamente de manera “irresponsable y deshonesta”.
El caso nos debería conducir a dos reflexiones. O bien las leyes británicas son muy consecuentes y no se andan con rodeos ante situaciones como estas o, en su defecto, el resto de países europeos, de los que desconozco sus legislaciones correspondientes, no están blindados antes las mentiras que los políticos son capaces de transmitir en sus respectivas campañas con el único fin de sembrar la duda, el odio o el miedo, o que en política no todo vale. Menos aún la mentira por ambición personal y confrontación política.
No estaría mal que tomáramos nota y exigiéramos todas las promesas y anuncios que nos realizan los respectivos partidos para alcanzar su fin y los artilugios que utilizan. Si todos fuéramos tan responsables como el activista y abogado Marcus Ball muchas cosas no sucederían en nuestros respectivos países democráticos donde cada uno escucha lo que quiere escuchar y resulta sencillo convencernos, aunque nadie pedirá responsabilidades. Hasta en eso los británicos nos han dado una lección.
Pero ya metidos, por ejemplo, no olvidemos que la Fórmula 1 o tantos y tantos otros proyectos fracasados repartidos por nuestra geografía nacional no nos iba a costar ni un euro cuando nos han abierto un agujero desde el que podemos ver la Antártida.
Habría que tomar nota de que la mentira o las fakenews políticas tan al alcance en este mundo de Redes Sociales manejables tendrían que tener consecuencias graves en nuestras respectivas sociedades. No podemos permitir que todo valga. Eso no va en el sueldo de nuestros políticos si realmente son consecuentes con los principios de la política y el beneficio general y no sólo particular. Aunque continúen a la suya.
Ya saben, en estas recientes elecciones españolas todos han ganado, según cuentan, aunque ninguno lo ha hecho. Pero así nos lo han insistido. Si en este país tuviéramos muchos Ball la prudencia de Gracián sería consecuencia. Y tendríamos que montar un tribunal ad hoc que estaría desde su apertura colapsado tras tanta promesa incumplida y mentira lanzada. Y por supuesto, sin medios al alcance.
Hagan repaso. Les resultará muy sano. La mentira es dogma de fe contemporánea. Recuerden, del “puedo prometer y prometo” hasta hoy.