"La vida es como un redoble de jazz. Un inmenso golpe que se prolonga en el tiempo. Más tiempo del que puedes aguantar la respiración. Como último recurso, queda toparte con un tebeo o una canción o un libro o una peli o incluso una persona que te devuelva a la superficie. Y volver a respirar es una onomatopeya que solo entiende alguien que ya se haya ahogado. Menos mal que tienes al 97% de la población para poder hablar de ello” (Adrián Bago)
VALÈNCIA. Adrián Bago se vacía en Sicofante, su primer cómic largo, que publicó a finales de otoño con Autsaider Comics. El ilustrador alicantino se pone a él mismo como protagonista para contar hacer lo que considera una “obra total” en la que habla de política, arte, pero sobre todo, de su vida atravesada por la precariedad. La palabra que da título al volumen significa impostor, calumniador. Un síndrome por el que las personas creadoras en situación precaria conviven inevitablemente.
A lo largo del cómic, Bago recopila una serie de anécdotas y episodios que no tejen una estructura presentación-nudo-desenlace como conjunto pero sí forman una unidad al poner en el centro las vicisitudes de una personas cuya humilde aspiración es simplemente vivir de los cómics. No es autobiografía, ni siquiera es autoficción, el autor confiesa que hay historias verdaderas, otras que le han llegado, otras inventadas y otras robadas. La idea ha sido la de construir un personaje con el que poder contar una vida en pocas páginas.
El cómic es fruto de un experimento, Achtung, una grapa que editó con su desaparecida editorial, Inefable, una obra que era un relato “casi en escritura automática” en la que ya plasmaba esas preocupaciones y vicisitudes que ha recorrido en Sicofante. Ahora buscaba darle un orden narrativo y dejar paso a una historia más clara y que acompañara más al lector. Y como carta de presentación, los propios miedos e inseguridades que le persiguen, una manera de conectar directamente con el lector: confesándole el conocimiento de sus propias limitaciones. Como mirar por encima del hombro, pero al revés.
Y más allá del contenido, historias rutinarias sobre un pobre diablo que se va dando cuenta de sus propias limitaciones y cómo estas amenazan la cuestión material a la que aspira, el contenedor. “Uno de mis objetivos era, sin llegar a ser pretencioso, que la voz fuera muy literaria. Jugar con el lenguaje y la literatura y tener referentes como Balzac, Gabriel Miró o Proust. Pero también Clowes y Lenin”. Un cajón desastre en el que poder ser canalla y, a la vez, complejizar el lenguaje de manera justificada. Una rara avis.
Según explica a este diario el propio Bago, “lo que me interesa del cómic es que estén superpuestas la propia realidad y el flotar del arte y la literatura. Lo bueno del formato cómic es que puedes jugar con muchos mensajes a la vez: tienes la voz del narrador, la de los personajes, y la que el propio lector de la viñeta se va dando que ocurre más allá de lo que le cuenten uno y otro. Esta manera tan amplia de poder contar las cosas la da una fuerza a la historia brutal”.
Sicofante empezó cuando Bago atravesaba por un momento laboral complicado, al haberse mudado a Alicante y no poder vivir de dibujar e ilustrar (“iba encadenando los curros que podía”), más tarde empezó a ilustrar cómic erótico (que también hay en este volumen) y decidió empezar a contar su historia a través de muchas otras. Han sido dos años y unos meses para poder darle forma a esta historia, aunque tiene final feliz: ahora ya vive autónomamente de su propia obra.
¿Qué hacer después de vaciarse tanto en un tebeo? “Aunque tengo varios guiones empezados, me apetece hacer historias más cortas y recopilarlas de una manera. Me apetece hacer grapas, que no tenga esa rigidez y entidad de una tapa dura, no se vayan a esperar nada de ellas”, adelanta.