VALÈNCIA. Tanto en la Guerra Civil española como en la II Guerra Mundial, la Historia académica primero resolvió todo lo que tuvo que ver con la alta política, las estrategias de guerra, etc… y después pasó al detalle de cada batalla. Una vez resueltas las tramas principales, se pasó a las secundarias, que aunque sean menos importantes para determinar el curso de los acontecimientos, son las que tienen mayor interés humano. Por ejemplo, la represión.
Con la II Guerra Mundial, antes de pasar a esta segunda fase de la atención investigadora y divulgadora, Rommel era uno de los personajes más carismáticos de ese capítulo histórico. Como cayó en desgracia, encajaba perfectamente en el papel en el que se ha insistido tanto de oficial alemán que no es nazi. Es más, en no pocas ocasiones se le ha presentado como una víctima del nazismo.
Sea como fuere, lo que circulaba en las obras que cubrían el conflicto y entre los aficionados a la Historia era el talento militar de Rommel. Yo, sin estar particularmente interesado nunca por la estrategia bélica, siempre he tenido presente que empleó carros de combate de cartón para engañar a los ingleses. No sé dónde lo leí, pero me pareció una genialidad. Luego en la Guerra de Kosovo de 1999 vi que los yugoslavos hacían lo mismo con la intención de que la OTAN despilfarrara sus arsenales lanzando caros misiles sobre vehículos de corchopán. Ahí hilé y pude decir cuñadamente: “Como Rommel”.
Sin embargo, la figura del mariscal ahora es más discutida. Hace unos años, la televisión pública alemana emitió un documental en el que le presentaba como un mero intermediario entre las idas de olla de su jefe, Adolf Hitler, y el campo de batalla. En resumen, que fue consciente de que enviaba a sus hombres a una muerte segura. Der Spiegel llevó estos nuevos puntos de vista a su portada y se organizó una tormenta importante. Hay que tener en cuenta que en Alemania muchas calles llevan el nombre de Rommel.
Es en él en quien se piensa cuando llega a manos de este lector el cómic Afrikakorps de Olivier Speltens, publicado en 2023 en España por Norma Editorial. El autor está interesado en la Wehrmacht y su anterior trabajo traducido al castellano era El Ejército de la sombra, sobre el frente oriental. En su CV, sus primeras referencias eran viñetas de fantasía y ciencia ficción, pero con estas dos series, de las que en España solo se han publicado dos números de cuatro de la campaña rusa y uno de tres de la africana, ha encontrado su sitio en el mercado.
Su estilo es academicista y destaca la minuciosidad en la reconstrucción de los escenarios y las armas y vehículos que aparecen. Pero lo más curioso es que ambas obras están contadas desde el punto de vista alemán. No son excesivamente sangrientas, como cabría esperar a estas alturas de unos conflictos que fueron verdaderas carnicerías, pero sí que hay detalles duros como cuando los soldados que fueron al Este acababan combatiendo en Alemania en retirada y se encontraban niñas alemanas ahorcadas. Pese a haber contado la campaña rusa, las escenas más duras eran los ajusticiamientos de civiles en los últimos compases de la guerra.
Con todo, lo mejor era poder sentir los dibujos. Tan buenos que llegas a notar los cambios climatológicos, el estado de los soldados bajo la lluvia, muertos de frío cuando nevaba, la calidez de la primavera en la retaguardia, etc… Y ahora, con Afrikakorps nos encontramos en una situación similar, solo que en el desierto. Speltens intenta que sintamos la arena en la garganta, el calor abrasador dentro de los carros de combate y todas las inclemencias y dificultades que muchas veces matan más que el enemigo en las guerras.
Al inicio de Afrikakorps también tiraba por la caballerosidad de la guerra entre británicos y alemanes. En las primeras páginas se toma prisionero a un piloto escocés y el encuentro con la columna que le intercepta parece una reunión diplomática dieciochesca. El resto es igualmente sobrio y centrado en los aspectos bélicos, sigue a la tripulación de un Panzer que combate durante todas las fases de la campaña: Battleaxe en este álbum y Crusader y El Alamein en los que están por publicar.
En todas las fases del conflicto, el autor subraya el respeto mutuo que había entre ambos contendientes. De hecho, Speltens ha insistido en sus entrevistas en que los historiadores coinciden en que a Rommel no se le pueden imputar crímenes de guerra.
Hay elementos históricos notables, como los intentos de Rommel de que sus fuerzas parecieran más numerosas, por ejemplo, haciéndolas desfilar el círculo cuando desembarcan con la intención de confundir a los espías aliados. O un aspecto muy frecuente en las guerras de esta época y supongo que en de todas, que era el fuego amigo, el pánico a que los aviones distinguiesen a quién eliminaban. También vemos que los italianos son presentados como cosechadores de derrotas que tienen un material militar muy pobre.
Si en El Ejército de la sombra se distinguía quién era un patriota alemán y quién un nazi, o aparecían reflexiones que admitían la culpa de lo que habían desatado cuando los soldados asistían a la devastación de su propio país, aquí el protagonista, el teniente Joschim Von Ricchter encarna el militar profesional que no tiene simpatías por los nazis.
Mientras los tomos que faltan de las dos colecciones se van publicando en castellano, Speltens ya está trabajando en otra serie que esta vez viaja al Pacífico. De nuevo, narra la guerra desde el punto de vista de las potencias del Eje. Los protagonistas serán pilotos japoneses con cuya experiencia quiere demostrar que no eran muy diferentes a nosotros. Se aprecia cierta inercia de compensación de la gran cantidad de material que hay contado desde el punto de vista de los aliados, que fueron los vencedores.
En cuanto a los aspectos artísticos, estas obras me parecen extraordinarias por la diversidad de los paisajes. De la naturaleza de Rusia y Europa Central al desierto en el que todos los escenarios se definen por una línea horizontal y nada más. Y ahora, una serie que va a ser contada prácticamente entera desde el aire con el mar de fondo. Es francamente bonito.
Desde el punto de vista histórico, son unas obras que pueden acompañar perfectamente una lectura sobre la II Guerra Mundial, como lo hacen también cientos de películas, para ayudar a contextualizar los sucesos y los episodios de la contienda. Hay un esfuerzo de documentación para dotar a la obra de un realismo militar solvente y eso siempre supone un contenido estimulante.
Desde mi punto de vista, si bien creo que tiene valor abordar estos conflictos desde la óptica de los malos, esto es, los que desencadenaron la guerra y por fortuna la perdieron, creo notar cierto exceso de consideración con sus protagonistas, cuando estos ejércitos eran un reflejo también del sistema político que los enviaba a la batalla por mucho que ahora se ponga la lupa o el microscopio para buscar militares nobles que “solo cumplían con su deber”.
Mostrar la deshumanización que la guerra produce en los militares, sobre todo si pertenecen a dictaduras criminales, admito que podría haber sido algo trillado. Efectivamente, en estos tiempos de efervescencia ideológica, puede que humanizar a los contendientes en el mismo sentido sea una iniciativa rompedora. Pese a todo, hay un hecho indiscutible: esta guerra está ya muy transitada y los enfoques originales brillan por su ausencia.