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LA LIBRERÍA

‘Agua pasada’, una historia de heridas socioemocionales de Kopano Matlwa

La autora de Pretoria, exponente de las nuevas voces sudafricanas,  vuelve al catálogo de Alpha Decay con una novela que sucede en la herida de un país postapartheid

31/01/2022 - 

VALÈNCIA. Al final todo es cuestión de perspectiva: cuando uno es el epicentro de todos los privilegios, le cuesta mucho verse desde el otro lado de la acera. Solo se es el negro cuando el otro es el blanco, y ni siquiera hace falta una mayoría. Circula de nuevo por las redes una de las brillantes intervenciones de Muhammad Ali fuera de un ring: en el vídeo, siendo entrevistado, el gran boxeador de todos los tiempos —porque los iconos lo son por una sustancia especial que trasciende a los resultados, por muy de récord que sean— explica que desde pequeño fue muy consciente de que todos los referentes positivos a su alrededor eran blancos, y que negro solo era lo que acarreaba connotaciones negativas. Desde una óptica puramente blanca, a mucha gente le parece que este discurso es una exageración: ¿a santo de qué Blancanieves tiene que ser ahora interpretada ahora por una actriz latina de piel morena? Blancanieves es Blancanieves, respetemos las historias tal y como son, ¡ya basta de corrección política y de transformismo woke

Bueno, un momento: si uno pudiese quitarse la piel del privilegio y el crecimiento que conlleva vivir en ella, y lograse vestirse en la piel del otro, podría entender que hay quien madura sin sentirse identificado con los protagonistas de los productos culturales mainstream: hasta hace bien poco todas las princesas Disney eran bien blancas, sin embargo su público configuraba un espectro que abarcaba una mayor diversidad cromática. Hay quien dirá: bueno, y qué, así fueron escritas. Sí, pero por alguna razón. ¿Quiénes eran los dueños del relato? Y sobre todo: los personajes de un relato de ficción son solo eso, ficción: ¿por qué totemizarlos, por qué fijarlos para siempre cuando todo se encuentra sometido a una constante evolución? ¿Por qué ser tan conservadores? ¿Qué daño nos puede hacer un cambio en algo que solo existe porque así lo han querido unos narradores o unos guionistas?

Centrémonos un momento y asumamos la posición desde la que vemos las cosas quienes cumplimos con el perfil estadísticamente más probable de entre quienes estamos leyendo esto: la historia se ha escrito hasta ahora para nosotros. Ya hemos disfrutado mucho tiempo de la sobreabundancia de referentes. Planteémoslo así, como un juego de cultura general. A la de una, dos y tres, en treinta segundos: diga el nombre de una escritora africana. ¿Ya? ¿No? La doctora Kopano Matlwa, nacida en Pretoria en mil novecientos ochenta y cinco. Premio Literario de la Unión Europea y autora joven y brillante de novelas como Florescencia, de la que ya hemos escrito por estos lares, o de Agua pasada, historia que hoy nos atañe. La publica Alpha Decay con traducción de Aurora Echevarría. A grandes rasgos, la literatura africana es tan desconocida en Europa —y en casi todo el mundo— como lo es realidad la propia África, un continente enorme que de ninguna manera acepta, sin incurrir en sonrojantes imprecisiones, generalizaciones como la que implica la etiqueta “africana”. 

La historia de los dueños del relato ha dejado fuera de las páginas de los libros un conocimiento vastísimo. ¿Qué sabemos de los grandes imperios africanos? ¿No ocurría nada fuera de los límites de la Europa de los colonizadores? Y tanto que ocurría. En Valencia tenemos la suerte de contar con un enclave cultural con forma de librería especializada como es United Minds. Cuando uno entra en este espacio, lo primero que descubre es lo parcial que es su cultura mal llamada general. ¿Quiénes son todos esos autores y todas esas autoras que pueblan las estanterías de este local en la calle de la Democracia, antes Castán Tobeñas? ¿Por qué no sabemos prácticamente nada de ellos?

Conocemos el mundo a través de filtros muy básicos. Por suerte, editoriales como la citada Alpha Decay nos ofrecen la posibilidad de expandir nuestros límites y acercarnos a otras perspectivas. En Agua pasada, Mohumagadi y Bill se reencuentran en un país que busca construir su propia identidad: ella es la directora de un colegio para niños con altas capacidades, él es un sacerdote blanco itinerante, uno de esos representantes de Dios en la Tierra que ha tenido que cambiar de destino por culpa de las flaquezas que propician los pecados de la carne. Ella encarna la esperanza en un futuro libre de las cadenas coloniales, él es el pasado que se busca dejar atrás. Sin embargo, ambos comparten un ayer común: el recuerdo traumático de unos hechos prohibidos por la tiranía de unos pocos. Si el punto de vista resulta muy exótico, es porque habitamos un gran vacío: la literatura universal que conocemos es muy poco universal. Universal, de hecho, es una etiqueta tan absurda como lo es el concepto Miss o Míster Universo. Si se piensa, da vergüenza. ¿Universo? Uno, dos, tres: diga el nombre de la última novela escrita desde África que haya leído. Si no le viene ninguna a la cabeza no se fustigue: eso significa que se ha vuelto consciente de la gran ignorancia en la que nos movemos. 

Tenemos un territorio inmenso por descubrir. Matlwa es una voz literaria muy interesante, una autora que tiene por delante, sin duda, un recorrido tremendamente prometedor. Agua pasada se ubica en la herida socioemocional de la Sudáfrica postapartheid, un desgarro de consecuencias terribles para cuya sutura y reparación se precisa, además de tiempo y mucha voluntad, relatos como los de las nuevas voces sudafricanas, entre las cuales se integra Kopano Matlwa, que además de escribir su país, es doctora en Salud Pública por la Universidad de Oxford, y responsable de la campaña Grow Great, con la que busca paliar la malnutrición infantil en Sudáfrica. De la gran tragedia del apartheid, cuyos ecos todavía resuenan desde su final oficial hace tan solo unas pocas décadas, queda mucho por escribir y por leer. Antes de que la aberración que fue sea engullida por las mareas de la historia, habrá que contar, como cuenta Matlwa, cómo se recorren las cicatrices.

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