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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

Al Consell se le abre un nuevo frente ambiental

En 2016 el fuego ha vuelto a golpear con fuerza el territorio valenciano, tras un 2015 con sobresaltos, pero sin una alarma social permanente como la actual

21/08/2016 - 

En los últimos meses hemos asistido a un enconado rifirrafe entre la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente y distintos actores (hosteleros, Ecoembes o empresarios) a cuenta de su proyecto estrella, la próxima implantación del sistema de retorno de envases, el conocido como SDDR. Se han sucedido las declaraciones poco amistosas, las reuniones tensas y los artículos e informes que respaldaban las respectivas opiniones. Incluso en foros supuestamente amistosos para la política ambiental del Consell, como aquellos destinados a la economía circular, se ha podido comprobar el trecho que separa ambas posturas y que, a día de hoy, parece insalvable. 

Y todo ello partiendo de una base que compartimos, creo, todos los valencianos: hemos de disminuir nuestra huella ecológica, usar menos recursos y evitar que el mayor número posible de residuos acaben en los vertederos. La “vuelta al casco” parecía una idea tan simple y tan evidente –y en gran parte lo es- que se dio por sentada desde el primer minuto. ¿Qué pasará con otros temas más controvertidos? Lo acabamos de averiguar.

En 2016 el fuego ha vuelto a golpear con fuerza el territorio valenciano, tras un 2015 con sobresaltos (como el incendio de la Vall d’Ebo) pero sin una alarma social permanente. Este verano, en  cambio, se ha disparado la preocupación y, a diferencia del año pasado, todas las miradas recaen sobre Conselleria.

"En 2016 el fuego ha vuelto a golpear con fuerza el territorio valenciano, tras un 2015 con ALGUNOS sobresaltos, pero sin una alarma social"

Culpar al departamento ambiental de un desastre en el mismo verano de tomar posesión hubiese sido visto como un ataque gratuito. Pero más de un año después es el momento de evaluar la gestión y, a la manera del SDDR, se le acaba de abrir un segundo frente “verde” al Consell.

Durante estas semanas hemos podido escuchar y leer distintas opiniones sobre la política forestal de la Conselleria de Medio Ambiente, y muy pocas han sido benevolentes. Desde la crítica meramente política, hasta la acusación de practicar una gestión de “ecologistas urbanitas”, pasando por la discrepancia total con los criterios técnicos, es muy difícil encontrar una opinión favorable. Incluso el Colegio de Biólogos, más próximo a las posiciones del Consell, acaba de hacer público un comunicado en el que reconoce el estado de abandono de nuestros bosques, y exige más medios, más medidas concretas y más ambición al departamento de Elena Cebrián

Cabe preguntarse, es cierto, dónde estaban algunos –no todos- de los opinólogos, técnicos e investigadores cuando el monte se olvidaba sistemáticamente por los gobiernos del Partido Popular. Por qué no escribían de los recortes en prevención, de la precarización de los trabajadores, del abandono de los planes forestales, de la falta de iniciativa y la ausencia de un modelo de desarrollo rural. El estado de nuestros bosques en 2016 no es fruto de la gestión del actual Consell, sino de los veinte años de dejadez, corrupción, y malas prácticas de gobiernos anteriores. 

Sin embargo, también es necesario cuestionar la aparentemente mínima capacidad de anticipación de la Conselleria, que debería haber previsto estas reacciones y haberse avanzado a ellas. En el único departamento controlado por la rama verde de Compromís, el medio natural parece destinado a una posición secundaria. ¿Acaso no hubiesen reivindicado su política forestal si se hubiesen realizado acciones de envergadura durante los últimos doce meses? Pero en vez de eso se ha lanzado una campaña coordinada con otros departamentos, #StopAlFoc (necesaria, aunque con problemas logísticos), que debería haber estado activa desde hace mucho.

El reto es enorme, eso es innegable. Los medios humanos y financieros, insuficientes, eso también está de sobra reconocido. Mención aparte merecen las condiciones laborales de las brigadas forestales, que están hartas de recibir la solidaridad en forma de hashtag, pero que tienen turnos extenuantes y un salario indecentemente bajo. Y a pesar de todos los condicionantes, o justamente pese a ellos, hay que definir ya un modelo con el que poder responder a las acusaciones de falta de rigor técnico que cada día se vierten. La percepción social respecto del abandono del monte está cada vez más extendida, y si la oposición al actual Consell –más ciudadana que parlamentaria, que no sabe / no contesta- cuaja, el gobierno de Ximo Puig tendrá un problema. Nada hay más dañino para un responsable político que provocar la sensación de abandono en la ciudadanía.

Afortunadamente, parece que desde Presidencia también se apuesta por visibilizar el problema e implicarse en la solución, lo que es muy buena noticia. Como apunta el comunicado del Colegio de Biólogos, el arraigo al medio rural es esencial: o construimos un futuro para el interior valenciano o nada de esto valdrá para nada. Los incendios y los bosques no son una cuestión sólo de madera quemada y animales que se quedan sin su hábitat: son un asunto crucial para el desarrollo humano, económico, cultural y ambiental del territorio valenciano. Son, en definitiva, los cimientos sobre los que debemos edificar la estrategia valenciana de desarrollo sostenible.

Y para construir hay que escuchar, aunque no estemos de acuerdo; el éxito de la reciente convocatoria de la mesa forestal marca el camino adecuado. Quien esto escribe no comparte la mayor parte de las críticas vertidas estos días contra la conselleria, ni el desprecio –teñido de arrogancia en demasiadas ocasiones- contra “los ecologistas”, personas y organizaciones sin las cuales, recordemos, no disfrutaríamos hoy en día de muchos de nuestros espacios naturales emblemáticos. Pretender que la solución al problema forestal valenciano es tan sencillo como “dejar hacer a los que saben” es de una miopía preocupante, de la misma forma que es arriesgado postergar demasiado la toma de decisiones –la legislatura sólo dura cuatro años-, o insistir en el mito de una naturaleza que se autorregula, cuando en realidad hemos socavado, y mucho, su resiliencia. No hay varita mágica, ni artículo de opinión, ni pizarra que lo solucione en dos tardes este problema. 

Si el Consell no quiere que el segundo frente ambiental se convierta en un desgarro permanente que lo aleje de los profesionales y ciudadanos, más aún con la ayuda cada vez más violenta del cambio climático, hay que empezar a actuar ya. El fuego forma parte del paisaje mediterráneo, pero los grandes incendios son un problema ambiental y humano de primera magnitud que podemos y debemos empezar a combatir. Pero no con mangueras e hidroaviones: con cultivos, poniendo en valor los servicios ecosistémicos, explicando el bosque y, lo más importante, cosiendo nuestro pequeño país mediterráneo a través del empleo verde y la preservación de la naturaleza.

* Andreu Escrivà es consultor ambiental y doctor en Biodiversidad

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