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Alcaldes que se sacrifican vacunándose por nosotros

16/01/2021 - 

Como era previsible, el proceso de vacunación, que arrancó vacilante, ha adquirido en pocas semanas velocidad de crucero. El sistema está funcionando razonablemente bien; se están inyectando la mayoría de las dosis que llegan semanalmente. El ritmo aún es bajo si de lo que se trata es de inmunizar a la mayoría de la población para el verano, pero este objetivo sólo puede lograrse si a las vacunas de Pfizer y Moderna se añaden otras en los próximos meses, de manera que el stock sea suficiente. De hecho, en breve es previsible que el problema ya no sea que se inyecten todas las vacunas disponibles, sino que no se distribuirán suficientes vacunas y no quedará más remedio que esperar a que vayan llegando para administrarlas.

Pero, en estos momentos iniciales, hay mucha incertidumbre con las vacunas, como ya dijo sabiamente, sin ápice de alarmismo, el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Incertidumbre y dudas no sólo con si funcionarán, sino con otros elementos: ¿servirán para que el virus deje de transmitirse, o sólo para impedir los síntomas de la enfermedad? ¿Es mejor inyectar dos dosis a un número determinado de personas o doblar ese número e inyectar una sola dosis, para ofrecer alguna protección a más gente? (El sentido común y las propias empresas lo han dejado ya claro: mejor dos dosis) Y, sobre todo: ¿son los alcaldes de los pueblos valencianos población de riesgo?

A juzgar por las fotografías que se han distribuido, en las que se les ve jóvenes y sonrientes, muy de riesgo no parecen. Así que la explicación de que se hayan vacunado varios alcaldes de la Comunitat Valenciana (todos ellos pertenecientes al PSPV) debe ser otra. La oficial es que los alcaldes, más o menos, pasaban por ahí y mira, se vacunaron. No porque tropezaran accidentalmente con una jeringa, sino porque sobraba una dosis, o varias (¡qué fatalidad!), y para que no se echase a perder pues a alguien había que administrársela. ¿Y qué mejor que al alcalde del pueblo? Y, a veces, de varios pueblos, marido alcalde y mujer alcaldesa, que tampoco vamos a hacer las cosas a medias.

Ya es casual que sobren vacunas y el agraciado sea el alcalde. Pero quizás haya que escarbar un poco en esta explicación. El caso es que hasta ahora hemos vacunado a personal sanitario y a ancianos de las residencias, dos grupos muy específicos. No sabemos muy bien cómo afectan las vacunas a un tercer grupo poblacional también muy específico: los alcaldes. ¿Estamos seguros de que las vacunas de ARN mensajero son totalmente fiables, al 100%, para toda la población, incluyendo a los alcaldes? Nadie puede asegurarlo; no tenemos suficientes datos de si en los ensayos clínicos hubo un número suficiente, representativo, de alcaldes que se inoculasen la vacuna y el placebo; y no está de más comprobarlo ahora. Y si hay que arriesgarse y participar en un ensayo clínico un tanto sui generis, pues nos arriesgamos, que aquí los alcaldes están para dar ejemplo.

No tenemos forma de saber tampoco si hay más alcaldes que se han sacrificado por todos nosotros y por la ciencia, como los de El Verger, Els Poblets y Rafelbunyol. Pero me gustaría pensar que así es, y que todos o casi todos forman parte de ese hermoso ensayo clínico al que altruísticamente se habrían sumado.

Mientras esta historia se produce, y en paralelo, las cifras de contagios siguen disparadas. Hace ahora nueve días desde que se implantaran las medidas decididas por Ximo Puig y la consellera de Sanitat, Ana Barceló, para las cuales nos pidieron tiempo, "siete a diez días", para ver si funcionaban. Pues bien, ha pasado ese tiempo y la Comunitat Valenciana tiene una incidencia acumulada en los últimos catorce días de 667 casos por 100.000 habitantes (casi el triple del nivel "extremo" de 250 casos), muy por encima del promedio nacional; pero lo verdaderamente preocupante es que un 30% de las camas de hospital y un 47% de las UCIs están ya ocupadas por pacientes del coronavirus. Porcentajes en los que la Comunitat Valenciana ofrece los peores resultados de España. Y todo ello sin cerrar aún la hostelería en interiores ni el comercio no esencial y sin fomentar el teletrabajo, por citar tres medidas que tendrían impacto en las cifras de contagiados y que no implican un confinamiento total (ni suponen cerrar los colegios, que debería ser la última línea roja, por múltiples motivos).

No hay ningún país de la Unión Europea que tenga cifras comparables a las de la Comunitat Valenciana y que no haya adoptado medidas mucho más drásticas que nosotros para contener el virus. De hecho, países en mucha mejor situación que la Comunitat Valenciana, como Alemania u Holanda, están confinados y con la hostelería cerrada desde hace semanas. Claro que allí han ofrecido una compensación económica a los comercios que cesan su actividad y a sus trabajadores, para que puedan subsistir mientras dure el confinamiento. Aquí, igual que nuestras autoridades no se plantean el confinamiento, tampoco parecen plantearse la posibilidad de conferir ayudas a los que salgan peor parados del confinamiento. La solución al problema consiste en añadir más y más camas de hospital (sin que tengamos claro quién se va a encargar de atender a esos pacientes, porque no es sólo, ni principalmente, cuestión de meterlos en una cama), a la espera de que la vacunación haga su efecto y el virus deje de ser un problema tan grave. Pero la vacunación tardará aún varios meses en llegar a la mayoría de la población. Salvo para los alcaldes, claro.

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