Días de insólita convulsión política. Vaya por delante que comprendo, y respeto, la tensión emocional, y el desconcierto, de los afiliados y cargos públicos de Ciudadanos, que se hayan visto sorprendidos por decisiones que no comparten.
Otra cosa es la dirección. O su ‘minicúpula’. Que además, en lugar de reconocer errores, ha ido elevando el tono de los improperios, disparando con gruesos calificativos, más cerca del desquicio que de la argumentación racional.
Comenzaré, antes, por los recibidos del ‘sanchismo’. Y del populismo incoherente o el soberanismo inconveniente con los que cohabita. Se contestan con dos palabras: dobles raseros. Porque sus varas de medir a otros son siempre bien distintas a las que se aplican a sí mismos. Aunque tengan a dos presidentes nacionales condenados por la macro-trama ERES con la que se saquearon 800 millones de euros.
Resulta elocuente que fuera el Ábalos del insulto bronco, de las maletas del Delcygate o del rescate por 53 millones a una aerolínea con conexiones venezolanas de 4 aviones, quien estuviera de madrugada muñiendo una moción prefabricada, como primera descarga del plan diseñado por la factoría Moncloa (con la cooperación necesaria de Cs) para abatir al Partido Popular en los territorios donde gobierna, afectando a la estabilidad institucional de 19 millones de españoles. Y más con el panorama que nos asola.
Una censura contra un gobierno autonómico donde no hay ningún investigado, cuando el secretario general de los socialistas allí sí que lo está. O hablando de vacunas, por lo que ya se asumió la responsabilidad política con la dimisión del Consejero de Sanidad, mientras casi 30.000 han “desaparecido” al Gobierno de España, presidido por el máximo responsable del partido que ha urdido la moción. Y muchos nos preguntamos qué hace el gobierno dedicándose a estas maquinaciones, en lugar de buscar las vacunas perdidas, distribuirlas mejor donde (como aquí) faltan porque lo urgente es salvar vidas o dejar de ser los últimos de la fila europea en ayudas directas a comercios y agentes económicos para evitar su cierre.
Inés Arrimadas ha manifestado con solemnidad, no hace tanto, que quien, en pleno efecto devastador de la pandemia, presentara una Moción de Censura, sería un “inmoral” y un “irresponsable”. Por eso se entiende menos cómo, con evidente incoherencia, ha encendido la mecha preparada por el laboratorio de un Pedro Sánchez acostumbrado a escalar con Mociones-trampa, haciéndolo además con un nivel ‘truco o trato’ que ha despertado bochorno en propios y extraños.
Una y otra vez, sin muestra alguna de autocrítica, insiste en haber hecho “lo correcto”. Pero no lo es presentar una Moción destructiva contra el mismo Gobierno del que se forma parte. Ni tampoco, hacerlo sin preavisar al socio de legislatura, tres horas después de pulsar el ‘botón rojo’ del detonador. Y, si hay que romper tras intentar solventar las diferencias, hacerlo con lealtad. Ni lo es, en fin, ante una decisión de tanto calado que supone un giro copernicano en la estrategia política y el programa electoral prometido a los votantes, no escuchar antes a la Ejecutiva Nacional. Máxime en una formación que estaba ya dividida en tantas instituciones, que es lo que ha precipitado su derrumbe tras el episodio.
El efecto-réplica en Madrid, auténtico objetivo del torpedo lanzado por Pedro Sánchez-Iván Redondo, tenían que haberlo calibrado los promotores, porque era previsible (y no verlo también evidencia un problema). Más con un Vicepresidente Aguado, reiteradamente infiel a Isabel Ayuso. Pero se han encontrado con una reacción más rápida que sus carreras por los pasillos, tomada por quien está en el poder, a pesar del riesgo de dejar de estarlo. Y que ha conseguido ya hacer salir a Pablo Iglesias de la Moncloa, temeroso de -salvo pacto con su íntimo enemigo Errejón- no entrar siquiera en la Asamblea al no alcanzar el 5%.
No es momento de intrigas y conspiraciones, sino de madurez política y responsabilidad. De ser autocríticos y contemplar que todos podemos hacerlo mejor. Pero es también claro que las reglas del juego las marcan quienes lo inician, que en esta partida ha sido la UTE Sánchez-Arrimadas. Porque, como bien enseña el aforismo, “la causa de la causa, es la causa del mal causado.”
Así que, en este caso, no busquen chivos expiatorios en los demás. Porque el despeñamiento de Ciudadanos no lo han provocado otros, por más que lo repitan, sino su propia dirección. O su ‘minicúpula’. Con un dislatado paso en falso. Pensaron que era solo el aleteo de una mariposa y han provocado un ‘terratrémol’. Pregunten si no, entre otros, a Toni Cantó. Y ahora, por favor, volvamos a la crisis sanitaria y económica. Sin más requiebros ni dilación.