La demanda mundial de este tipo de discos maestros, imprescindibles para el proceso de estampación posterior, solo tiene actualmente un proveedor en Japón. Lacquersville iniciará su actividad el próximo otoño en una nave industrial de la población valenciana
VALÈNCIA. La fabricación de un disco analógico encierra más complejidad y misterio de lo que parece. Todos tenemos la imagen mental de una masa de resina termoplástica -un tipo de PVC que conocemos comúnmente como vinilo- prensada hidráulicamente hasta convertirse en una placa circular a la que se han transferido los surcos que hacen posible la reproducción de la música en nuestros tocadiscos. Sin embargo, esa no es la etapa más importante de este proceso. El paso más delicado, del que depende en mayor medida la calidad del sonido final, es el corte del disco maestro (master), que servirá de base para crear posteriormente el molde o disco estampador a partir del cual saldrán las copias que llegarán finalmente al público.
Muy a grosso modo, el proceso sería el siguiente: un grupo o un artista graba su disco, que deberá pasar por un productor y posteriormente a un ingeniero de masterización. La mezcla final concebida para vinilo (que es diferente de aquella que está destinada a escucharse en streaming o CD) queda registrada en un archivo digital -antiguamente eran bobinas de cinta magnética-, que se utilizará para transferir el sonido al disco master.
Tradicionalmente este disco maestro se “barniza” con un material de nitrocelulosa (lacquer) sobre el que las señales sonoras de un disco se codifican analógicamente en forma de surcos. Mientras la música se reproduce en un ordenador, una aguja de diamante va traduciendo las vibraciones del sonido mediante un trazo que erosiona el lacquer. Al hacerlo, va dibujando un entramado de surcos. Esta etapa del proceso -la del corte o cutting- es sumamente delicada y requiere higiene y silencio absolutos. Cualquier mota de polvo, gota de saliva o el más mínimo sonido ambiental quedaría reflejado en el surco, alterando el resultado final. El cutting es determinante para la calidad de sonido del vinilo resultante, que será mayor cuanto más se maximice el volumen y los matices de graves, bajos y agudos registrados en cada surco.
Los lacquers ya cortados se someten a continuación a un proceso de galvanización para crear el molde o disco estampador (estamper), que son los que se utilizarán para prensar las copias en vinilo.
Aunque parezca mentira, la fabricación de blank lacquers -es decir, discos master sobre los que no se han realizado todavía los surcos- depende en estos momentos de un solo proveedor en el mundo, que además está localizado en Japón. Un monopolio que está a punto de quebrarse, ya que a partir del próximo otoño la población valenciana de Algemesí albergará la primera fábrica de lacquer masters de Europa y la segunda a nivel mundial. Se llamará Lacquersville y será una subcompañía de Discosville.
Tras sufrir un gran incendio, en 2020 cerró en California la fábrica de lacquers Apollo, la única que competía con Japón. Esta situación ha puesto a la industria en una situación compleja de dependencia y escasez. Aunque actualmente existen máquinas de corte adaptadas para trabajar directamente sobre discos master de metal, aproximadamente la mitad de las máquinas que existen en el mundo trabajan exclusivamente con lacquers.
El impulsor de Discosville es un valenciano nómada llamado Alberto Camarasa, un viejo conocido del mundo del rock and roll y vinculado a la industria del disco desde hace más de 25 años. Empezó a vender discos y a trabajar en la promoción y contratación de bandas en Madrid. En 1999 fundó en Nueva York la tienda de discos Wowsville, que regentó hasta 2005. En 2006 abrió una tienda-bar del mismo nombre en Berlín, ciudad en la que en marzo de 2022 nació Lathesville, un estudio de masterización y corte de lacquers. La capital alemana es la ciudad europea con mayor número de estudios de corte (hay registrados 8 o 9).
“Aunque en los últimos cuatro años han aparecido en el mercado muchas nuevas fábricas de vinilos, solo las grandes integran todo el proceso; la mayoría de las pressing plants precisan de estudios como nosotros para hacer el corte -nos explica Oihane Contreras, socia de Alberto Camarasa-. Hay una diferencia muy grande entre un disco bien cortado y uno que no lo está. Nosotros tenemos la suerte de contar con ingenieros de muchísima experiencia, que hacen cortes personalizados y de muy alta calidad”.
El próximo proyecto de Alberto Camarasa es Discosville, la fábrica de lacquers vírgenes, que se situará en una nave industrial de Algemesí en la que trabajarán entre 15 y 20 personas. Tendrán distintos tipos de clientes, como fábricas de impresión, estudios de corte y distribuidores de material de producción y dubplates.
El proceso de lacado está presidido por una cinta transportadora en la que se colocan discos de aluminio a los que se les aplica una capa de nitrocelulosa mediante un sistema de velo o cortina. La laca se deja enfriar, se seca y se endurece hasta adquirir un acabado similar al de un esmalte de uñas. Posteriormente, los operarios deben examinar visualmente y con detenimiento cada uno de los lacquers. Cualquier mínima imperfección, ya sea una mota de polvo, una burbuja o un golpe, obligará a desechar la pieza. El ratio de discos vírgenes que pasan la inspección visual es solo del 50%. Los que sí pasan los estándares de calidad, se agujerean y se envían al estudio de corte. Es un proceso que no admite prisas.
Se trata de un negocio muy prometedor con respecto a la demanda, aunque su puesta en marcha entraña importantes dificultades técnicas. “Es muy complejo -reconoce Camarasa-. Necesitas una fórmula química con base de nitrocelulosa que es super secreta. Hay quien ofrece 800.000 dólares por ella. Nosotros tuvimos suerte porque encontramos a una gran empresa química valenciana, cuyo nombre no puedo darte, que accedió a desarrollarla para nosotros”.
A partir del año 2019, la industria de fabricación de vinilos empezó a dar muestras de saturación. La situación llegó al límite en 2020 cuando Sony Music ordenó la producción de medio millón de vinilos del nuevo disco de la cantante británica Adele, 30. Las plantas de impresión de vinilos, que no eran muchas, se vieron obligadas a paralizar la producción de los álbumes cuyas fechas de entrega estaban previstas para los siguientes meses. Los artistas independientes no podían sacar sus discos porque todas las pressing plants estaban hasta arriba de trabajo. Las listas de espera superaban los 12 meses, lo que extendió la idea de que las fábricas de vinilos eran una gran oportunidad de negocio.
Según nos explica Camarasa, su intención en un primer momento fue de hecho montar una fábrica de vinilos al estilo de Krakatoa en Castellón, Mad Vinyl Music en Madrid o Press Play Vinyl en Bizkaia. Pero cambió de idea después de que importantes expertos en el sector le advirtieran de que el futuro no estaba tanto en el prensado, sino en el corte y los lacquers.
“Lo tenía ya todo a punto. Tenía la nave en Algemesí y me disponía a montar una pressing plant grande con seis máquinas prensadoras para fabricar 4 o 5 millones de discos al año, pensando en aprovechar una escasez que ahora ya no existe”, apunta, contento de haberse retirado a tiempo.
“A raíz de aquella saturación, la industria se puso las pilas. Durante los últimos cuatro años, las grandes discográficas se han dedicado a abrir sus propias plantas para asegurarse el suministro. Incluso Metallica abrió una para prensar sus propios discos”. Por otra parte, han aparecido en el mercado muchas plantas de impresión independientes, de modo que ya no había que someterse a los designios de gigantes como GZ Media en República Checa, que tienden a priorizar a los grandes clientes. El paradigma ha cambiado radicalmente, y ahora mismo cualquier grupo puede tener su tirada de discos fabricada en tres o cuatro meses. “Otra cosa que no saben muchos grupos es que tienen la posibilidad de elegir también a su proveedor de corte. Existe todavía mucho desconocimiento acerca de lo importante que es este paso”, lamenta.
La pregunta del millón es, ¿qué pasará con el vinilo en el futuro? ¿Se mantendrá este crecimiento de la demanda, o estamos ante otra burbuja tardocapitalista? “La producción de discos va a llegar a una meseta total -opina Camarasa-. Dicen que el vinilo ha sobrepasado al CD, pero esto es solo porque este ha caído muchísimo. El disco se mantendrá, igual que lo hará el libro, como lo ha hecho siempre”.