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tribuna libre / OPINIÓN

Alicante no es la capital del español

13/07/2021 - 

Alicante no es la capital del español. Tampoco quiere serlo. Aunque vienen muchos estudiantes todos los años a aprender la lengua, a vivir una experiencia que en muchos casos cambia sus vidas. Aunque profesionales excelentes y entusiastas de su trabajo procuran que los estudios de ese alumnado internacional en Alicante sean, al menos, tan buenos como lo son en México DF, San José de Costa Rica, Madrid o Cáceres. Y es que, en el asunto del nombramiento de la semana pasada, aparte del hecho mismo, ha habido bochorno también después, en quienes de repente han saltado a reclamar su sitio como capillas sacrosantas del idioma.

No, no somos capital del español, porque no puede haber capital del español. Y si quien se dedica a esto reclama para sí esa capitalidad hace sospechar inmediatamente sobre la visión que tiene de la lengua, de su aprendizaje, y del modelo de comunidad al que cree que llegan los estudiantes internacionales. Intento explicarme un poco más. Perdonen la extensión: siempre será menos pesado y surrealista que el español desfilando el día de la Hispanidad, sea eso lo que vaya a ser.

1. El español en España. Pese a quien pese, una de las ciudades que más alumnado internacional recibe cada año es Barcelona. Y muchos aprenden español. Y no solo allí, sino en otras ciudades donde el español no es la única lengua oficial (en Santiago, en Vigo, en Valencia, en Bilbao, en San Sebastián, en Alicante…) personas de todo el mundo estudian, aprenden español, igual que hay quienes lo hacen en Cádiz, en Granada, en Oviedo, y, por supuesto, en Salamanca y Madrid. En todos esos lugares, y muchos más, los estudiantes se integran en comunidades diversas, vibrantes, en cambio permanente, no en una postal rancia donde hay no sé qué pureza de la cultura y la lengua o no sé qué esencia del castellano. No hay 'centro', eje, o núcleo del español. Hay quien tiene más historia detrás como receptor de estudiantes, claro, y hace bien en usar eso como reclamo. Y quien cuenta con otras virtudes, y hace lo propio. Cada uno, en la parte inevitable de “competencia” que la captación de estudiantes supone, hace valer sus puntos fuertes, sean los que sean. Pero esa parte no puede nublar lo esencial: lo que ofrecemos es educación, no banderas, resorts, ni productos con denominación de origen. Las lenguas no son mejores en ningún sitio, ni se aprenden mejor en ninguna parte, ni puede haber una 'ciudad de' ni una 'capital de'.

2. El español en el mundo. El español es una lengua pluricéntrica, viva. Tan dinámica y productiva en Cochabamba como en Ciudad Real, o, ya puestos, como en Arizona. Y todos esos destinos para aprenderla son excelentes. Todos los lugares donde se enseña y se habla lo son. No puedo sentir más orgullo y un cosquilleo más placentero que cuando alumnas y alumnos te cuentan que han estudiado en tal ciudad, o país, y ahora vienen aquí porque les encantó, o al revés: después de pasar meses estudiando español con nosotros, felices, deciden emprender un postgrado en otra ciudad española, o seguir estudiando español en Chile, o en Colombia.

3. La promoción del español. La participación de las instituciones públicas en la promoción de diferentes ciudades, provincias o comunidades como destino de aprendizaje de español no es nueva, y ha sido muy positiva (ya, ya sé que puede mejorar, que otros aspectos como el de los visados no ayudan, que falta coordinación, que con lo que se invierte en otras cosas… pero ha sido claramente positiva), con gobiernos autonómicos, provinciales y locales de diferente signo político. Es importante resaltar esto. Gobiernos distintos han seguido estrategias similares, apoyando a las escuelas y universidades. No es una cuestión de partidos. Si acaso, las diferencias han sido geográficas. Unos han tenido más recursos, otros menos; algunos empezaron hace mucho, otros solo hace unos años. Lo exótico, en este caso concreto que ha provocado tanto ruido, es el hecho de que no se hayan destinado los recursos a las acciones promocionales, apoyando al sector y usando las estructuras existentes, sino dedicarlos a un nombramiento que, si no va acompañado de otros muchos fondos que multiplicarán por mucho el gasto ya conocido, no tiene sino un propósito polémico, de comunicación política y tensionamiento, ajeno por completo al español, a su enseñanza o promoción y que, por lo tanto, no debería recibir mayor reacción del mundo ELE (Español como Lengua Extranjera) que ciertas chanzas en twitter o en las terrazas de los bares, y quizá, el recordatorio de que las lenguas no son espadas, ni piedras, y que quienes amamos el español también, evidentemente, lo hacemos con el gallego, el catalán, el euskera y, por descontado, todas las lenguas que hablan nuestros alumnos, y nuestros vecinos de calle, de barrio, de ciudad. Quizá habría bastado con que desde ELE recordáramos que usar la lengua para el desgaste y el ruido político resulta cansino y nada tiene que ver con nuestro mundo.

Sin embargo, ha habido una reacción, tal vez sobredimensionada por los medios y las redes, que es, en mi modesta opinión, señal más preocupante que el caso concreto de este nombramiento/recompensa por los servicios prestados. Una reacción, perdonen que me permita un poco de exageración yo también, de “el español es mío”, “que no que es mío”, “que aquí mejor”, “que aquí nació”, “que aquí no hay acento (sic)”, “que nosotros lo empezamos a vender antes”…, reacciones que provocarían rubor, estoy seguro, a cualquier estudiante de lingüística del primer curso de cualquier facultad del mundo. Y ni una mención a sus profesores (tantos de ellos en condiciones precarias, en medio de tanto cacareo sobre la importancia del español), a sus estudiantes (solo como números, cuántos son, cuánto dinero aportan), a ese aprendizaje que entre ambos se va a posibilitar y que, por definición, significa lo contrario de lo que están diciendo: la posibilidad de comunicarse y encontrarse en varias lenguas, sin centro, sin esencias. La construcción conjunta de significados e identidades. El español como lengua, no como producto de saldo, parapeto o mausoleo.

Foto: MOLINA/OLIVARES

4. El 'turismo idiomático'. La promoción con apoyo institucional a veces ha llegado por medio de oficinas de comercio exterior, o consejerías, o patronatos de turismo. La etiqueta 'turismo idiomático', por falta de una fórmula mejor para encajar ese apoyo institucional, ha sido útil, y debería poder seguir siéndolo. Permite colaboraciones de quienes necesariamente tienen intereses comunes: escuelas y universidades quieren, como las instituciones en cuestión, que más gente sepa que existimos, que estamos aquí, que es un buen destino al que venir. Los estudiantes, desde esa perspectiva, son grandes embajadores de un lugar. Tienen en una ciudad una experiencia que no olvidarán, establecen relaciones que les marcan. Hablan del lugar a sus amigos y familia. Reciben visitas. Vuelven. Algunos, muchas veces, o toda la vida. Ahora bien, es fundamental no olvidar alrededor de qué se establece ese lazo. Lo que se atrae: estudiantes. Lo que se ofrece: educación. El factor clave de esa oferta: los profesores (y también los trabajadores de administración de los centros), y la calidad de la formación que ofrecen. Y luego está todo lo demás, los rasgos de cada posible destino que cada uno quiera hacer visibles (cultura, calidad de vida, comunicaciones, historia, sol, gastronomía, diversidad…) e, incluso, los rasgos de cada escuela de español o de cada universidad. El problema es que la etiqueta lleve a confusión a algunos, que el altavoz sea más importante que el mensaje, y se acabe olvidando por completo cuál es el objetivo principal de quienes vendrán a estudiar.

Coda. Mi último párrafo es para subrayar lo bueno, un párrafo para el optimismo. Unas líneas para defender que si la lengua es más fuerte, más útil, más bella, más crítica, más viva, ganamos todos, aquí, allí, en todas partes. Unas líneas para defender, obviamente, no esa oficina medio ficticia, sino la colaboración entre nuestro sector (y hablo de escuelas y universidades a un tiempo) y las instituciones, una colaboración que, en mi experiencia, sea cual sea el partido político que gobierne en cada administración concreta, poco tiene que ver con lo que se ha visto estos días, una colaboración que necesitamos todos más que nunca después de este año y medio tan difícil. A lo mejor lo mío es candidez, por ver fortaleza y posibilidades en lugar de guerrillas y cortijos. Quizá mi experiencia personal no sea significativa, quizá he tenido suerte, pero yo he visto siempre respeto y apoyo por parte de las administraciones que decidían sumar esfuerzos para potenciar el aprendizaje de español en Alicante, y en ningún caso servía para atacar a otras lenguas o facciones políticas ni para malbaratar el mundo ELE. Quizá yo he tenido suerte, o quizá sea una ventaja de la periferia, o quizá sea más generalizado de lo que parece, y la excepción es ese intento de convertir al español en porra extensible, ponerle D.O. o hacerlo desfilar como la cabra de la Legión.

Julián López Medina es director del Centro Superior de Idiomas de la Universidad de Alicante

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