Culturplaza analiza los largometrajes de la Sección Oficial de Cinema Jove 2023
VALÈNCIA. Si Cinema Jove, por defecto, refleja algunas de las grandes preocupaciones de las nuevas generaciones, por supuesto que la sexualidad y el descubrimiento del amor está entre los temas más recurrentes, junto a la familia y al abandono de la infancia. Desde ahí, el cine LGTBIQ+ tiene mucho que contar y que romper, porque si los testimonios del colectivo desmontan, también por defecto, el sistema cisheteropatriarcal, no solo cuentan una historia de amor sino que también hablan del mundo.
Desde esta premisa, All the Colours of the World are Between Black and White, de Tunde Apalowo, tiene un interesante análisis, como paradigma del mismo cine LGTBIQ+. La cinta nigeriana que participa en la Sección Oficial del festival cuenta la historia de Bambino y Bawa, dos hombres que se encuentran en Lagos y construyen una amistad instantánea que desemboca en una atracción mutua que les pone contra las cuerdas en una sociedad como la del país africano.
Los tabús, el destino amoroso que los pilares de la sociedad prefijan, o el pudor corporal son algunos de los grandes temas que abordará el film de Apalowo. Sin duda, All the Colours of the World are Between Black and White es útil, precisamente, en dos frentes diferentes: primero, es una historia de descubrimiento, que puede servir a cualquier persona no-cishetero del mundo; segundo, es una denuncia a la sociedad nigeriana y su conservadurismo. Terapia y denuncia, dos caras de la misma moneda cuando hablamos del cine LGTBIQ+.
Dicho lo cual, y haciendo unos apuntes sobre esta etiqueta cinematográfica, también ocurre que estas historias suelen caer en ciertos lugares comunes. Las escenas de laación, del rechazo autoimpuesto, de las miradas furtivas, son una constante que en pocas ocasiones han encontrado maneras novedosas de contarse, cortando y pegando así planos y recursos cinematográficos. En este sentido, cabe destacar ese uso manido de los formatos de pantalla que hace Tunde Apalowo para simbolizar el encierro de los personajes en sus propias vidas.
¿No debe acaso un cine LGTBIQ+ suponer un desafío al sistema cinematográfico al igual que las vidas que cuentan suponen un desafío al orden de la familia y el amor actual? ¿Si el film es, en todo caso, terapéutico, no ha cumplido con su objetivo de cara al público? ¿Qué lugares comunes son inevitables y cuáles no? ¿Cómo se puede representar el gran tema del amor desde lugares novedosos?
Todas estas preguntas asaltan durante el visionado de esta película porque encierra en ella un dilema: su puesta en escena cuidada, su guion solvente, y unas interpretaciones muy pulidas no evitan la comparación con otras películas, principalmente Moonlight, ganadora del Óscar a Mejor Película en 2016. También cae sobre ella la losa de ser nigeriana, es decir, que también tiene que buscar alejarnos del imaginario audiovisual occidental, y que en este caso no resuelve. ¿La identidad de una película le impone unos retos más allá de la propia historia que quiere contar entonces?, surge también como pregunta.
También las cinematografías queer hay toda una genealogía de títulos que sí desafían el sistema-cine desde la imagen, proponiendo lecturas novedosas que parten de experimentos visuales. En todos los equilibrios imposibles, seguramente All the Colours of the World are Between Black and White sea un título memorable para parte del público y una fotocopia para otro. En las dos sensaciones hay verdad, y tal vez por eso, el cine LGTBIQ+ se tiene que seguir pensando.