Culturplaza analiza los largometrajes de la Sección Oficial de Cinema Jove 2021
VALÈNCIA. Desde que Yorgos Lanthimos irrumpió en el panorama internacional gracias a Canino, cada vez que vemos una película del nuevo cine griego, sabemos que nos vamos a introducir en un universo retorcido en el que se ponen de manifiesto las miserias y las debilidades de la sociedad en la que vivimos a través de una serie de personajes que se convierten en metáfora del derrumbe moral.
Es precisamente lo que ocurre en All the Pretty Horses (Mikra omorfa aloga), la segunda película de Michalis Konstantatos tras Luton (2013). Accedemos a ella a través de la perspectiva de una familia -compuesta por Alike (Yota Argyropoulou), su marido Petros (Dimitris Lalos) y su hijo Panayiotis (Alexandros Karamouzis)- que vive en un chalet de lujo vacacional. Desde el principio observamos una atmósfera enrarecida. La pareja hace el amor en el coche, intentan no ensuciar nada y cuando es de noche se marchan. Un vecino los observa desde lejos y ellos se esconden. Esta dinámica se perpetuará a lo largo de la película mientras se van sucediendo situaciones que los sitúan cada vez más al límite y la tensión va progresivamente creciendo.
La máscara de las apariencias. ¿Qué hay detrás de ellas? Pues una familia que después de la crisis económica se ha quedado sin trabajo y no puede concebir no seguir perpetuando su alto nivel de vida. Mientras buscan ocupaciones temporales de forma desesperada, sueñan con recuperar el estatus social que tenían en Atenas. Pero lo cierto es que se han convertido en ocupas de alto standing. Ricos que ahora son pobres dentro de un sistema que los ha dejado al margen a la hora de mantener sus privilegios.
All the Pretty Horses es una de esas películas de factura impoluta y minimalista en la que siempre parece ocurrir algo más de lo que vemos debajo de las imágenes. Konstantanos sabe manejar con mucha elegancia los resortes de la narración al mismo tiempo que introduce una mirada incisiva que en ocasiones nos sumerge en pozos muy oscuros en los que se miran los personajes. Y después está la ansiedad, la angustia constante que todo lo impregna. Esa desazón imperceptible se materializará en cualquier pequeña reacción adquiriendo una dimensión diferente a la esperada, siempre más agresiva y violenta.
En esa batalla por mantener a toda costa la dignidad de clase, habrá una víctima colateral, el pequeño Panayiotis, que se encuentra a merced de la actitud un tanto psicópata de sus progenitores. Como también ocurre en las películas de Lanthimos, resulta imposible sentir ningún tipo de empatía hacia los personajes. Hay una frialdad extrema a la hora de acercarse a ellos. Son seres prácticamente despojados de sentimientos, incapaces de comunicarse entre ellos, que viven en una especie de burbuja de mentiras que se ha apoderado de ellos. En realidad, la mentira y el fingimiento, son uno de los pilares del ‘nuevo cine griego’. En casi todas las películas de los diferentes directores encontramos personajes encapsulados en un universo impostado que ellos mismos han creado. Realidades ficticias, paraísos artificiales que se encuentran llenos de trampas.
All the Pretty Horses se configura a modo de sátira sofisticada sobre el derrumbe de los privilegios en un mundo pre pandemia en el que la picaresca más macabra se convierte en un modo de supervivencia. Como ocurría en Parásitos, pero en este caso contado como si fuera un discípulo de Michel Haneke.