VALÈNCIA. Con una trayectoria de 32 años, este colegio británico de Puçol, Valencia, desarrolla un modelo educativo que le ha permitido ser uno de los pocos centros escolares en España que ostenta el certificado British School Overseas concedido por la inspección británica con la mejor nota posible: outstanding (excepcional).
A pocas semanas de haber recibido el Premio Rotary Valencia por su “Servicio a la Sociedad”, hablamos con su directora, Amparo Gil, para que arroje luz sobre la nueva realidad educativa y, a su vez, nos explique las claves que llevan a sus alumnos (alrededor de cien cada año), a alcanzar una media de ocho puntos sobre diez en sus pruebas de acceso universitario (A-Levels).
-La educación está viviendo una revolución en los últimos años que no ha hecho más que empezar. ¿Cómo están viviendo esta transformación de cara al futuro más inmediato?
-Hace más de una década fuimos conscientes de que las nuevas herramientas digitales iban a transformar la sociedad, y por ende, el modelo educativo. En aquel momento introdujimos cambios metodológicos y nuevas tecnologías en nuestro sistema para adaptarnos a la nueva realidad social y profesional. Pero más allá de asociarnos con las nuevas tecnologías nos centramos en identificar las nuevas habilidades y competencias que los alumnos iban a necesitar en el 2050. Desde ese momento, el aprendizaje teórico en las aulas está muy equilibrado con el aprendizaje emocional. En estos momentos la Inteligencia Artificial está llamando a nuestras puertas y debemos pensar cómo nos puede ayudar a que nuestros alumnos adquieran un aprendizaje cada vez más personalizado en el que las humanidades se apliquen con rigor para que el pensamiento clásico les ayude a comprender mejor todas las innovaciones tecnológicas que se avecinan.
-¿Y cuáles son esas nuevas destrezas que el alumno debe adquirir para desenvolverse en un futuro inmediato?
-Creo que es importante que los colegios se centren en potenciar lo que los expertos llaman en los últimos años las cuatro “ces”. Es decir, fomentar la creatividad, la cooperación, la comunicación y el pensamiento crítico. En nuestro caso lo ponemos en práctica desde hace tiempo y los resultados están siendo óptimos. Además, cada ciclo académico viene reforzado por un sistema de valores que se aplican permanentemente para que los alumnos crezcan desde la bondad y la ética. La evaluación de estos valores tiene que ser tan importante como la evaluación de los contenidos académicos. Si funcionan el respeto, la responsabilidad, el compromiso y la resiliencia, y si el conocimiento que dispensamos a nuestros alumnos es adecuado, estaremos formando a jóvenes bien preparados para afrontar los retos del futuro.
-Una de las dificultades a las que se enfrentan los estudiantes es la falta de orientación universitaria y profesional. ¿Es una asignatura pendiente que tienen los centros educativos?
-Es fundamental que los alumnos, desde edades tempranas, tengan una formación en ese terreno. Un alumno debe contar con la máxima información acerca de la carrera que quiere estudiar años antes de tomar la decisión. Debe conocer, por ejemplo, si sus cualidades son las más adecuadas, si la práctica profesional le gusta, entre otros muchos detalles que le ayudarán a tomar una decisión acertada. En nuestro caso tenemos un programa que desarrollamos desde primero de la ESO para fomentar el acercamiento hacia la realidad universitaria. Lo hacemos organizando ferias informativas con universidades, acudiendo a las facultades, impartiendo una asignatura sobre las habilidades que deben adquirir para labrarse un buen futuro académico, ofreciendo experiencias de trabajo en empresas para conocer de primera mano la realidad laboral de aquello que quieren estudiar o invitando a profesionales al colegio para que les expliquen con detalle cómo es el día a día en su profesión.
-¿Qué aporta un currículum británico a diferencia de otros sistemas educativos?
-Las diferencias pueden ser importantes. Creo que, entre otras cosas, lo fundamental es que debemos entender que los alumnos no necesitan clases donde se les proporcione información para memorizar. Precisamente en estos momentos los alumnos tienen un acceso infinito a información a través de la red. Por eso, los profesores debemos tener la capacidad de saber dar sentido a esa información. En ese aspecto, los sistemas educativos tienen que ser muy flexibles y adaptarse a las nuevas necesidades que exige el mercado laboral. El currículum británico tiene la peculiaridad de impulsar un aprendizaje muy pragmático que empuja a sus estudiantes a investigar, a adquirir hábitos de estudio y, lo más importante, a tener autonomía y a practicar un pensamiento crítico. Además desarrolla un método creativo que está muy sensibilizado por la cultura artística. A mi entender, ningún sistema educativo debiera obviar el aprendizaje de la filosofía, las artes o un segundo idioma.
-¿Cómo canalizan el talento de los jóvenes?
-En mi opinión todos los alumnos tienen un talento innato. La dificultad está en saber descubrirlo y potenciarlo. Por eso es importante que desde las aulas les ofrezcamos una gran variedad de recursos educativos que nos ayuden a detectar dónde tienen mayores competencias académicas. Pero no debemos olvidar que el talento no solo es intelectual. Hay talentos emocionales vinculados a ciertas habilidades como la constancia, el esfuerzo, la responsabilidad, la creatividad… que ayudan al alumno a superarse y a alcanzar grandes metas. Por ello, creo que si desde la escuela los dirigimos bien, y los motivamos de manera personalizada, podemos ver cómo crecen a todos los niveles. Particularmente pienso que es tan importante llevar a un niño hasta la matrícula de honor como rescatar a otro de la zona de suspenso e incorporarlo a la línea de flotación académica para que poco a poco vaya creciendo en actitud y en resultados.
-¿Qué papel juegan los profesores en esta nueva era digital?
-La mejor herramienta educativa para este siglo XXI es, sin duda, un profesorado adaptado a la nueva realidad, cercano a los padres y al alumnado, que fundamente su saber hacer en la excelencia, que promueva la perseverancia y que, como decía Sócrates, “trate de hacer pensar a la gente”. Entre otros atributos, deben tener conductas ejemplarizantes que sirvan de modelo a los alumnos y ser capaces de diseñar sus propios recursos didácticos organizando clases bidireccionales donde los alumnos, de manera colaborativa, interactúen y formen parte del proceso de formación.
-¿Si falla la educación, falla el sistema?
-Sin duda, la educación es uno de los pilares básicos que sostienen a una sociedad. Por eso, es muy importante que nos la tomemos muy en serio y entre todos trabajemos para homogeneizar una enseñanza que sea de provecho para todos por igual. Las decisiones que tomemos ahora moldearán la vida de las próximas generaciones y no podemos dejarlo al azar. Es importante que los líderes educativos centren criterios en torno a los sistemas educativos que llevan décadas demostrando su validez. Y entre ellos está el sistema británico, siempre a la cabeza de los rankings educativos mundiales.