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ENTREVISTA ANDREU M. CLIMENT, mejor innovador europeo del año 2020

Andreu M. Climent: "Innovar en España sale más barato, pero no por mucho tiempo"

2/01/2021 - 

VALÈNCIA. Uno de cada tres adultos sufrirá una arritmia cardíaca en su vida, un trastorno que todavía hoy resulta difícil de curar y que afecta a más de 10 millones de personas en Europa. El dispositivo médico Corify, de origen valenciano, está llamado a facilitar su diagnóstico y tratamiento. Uno de sus padres, Andreu Climent (Gandia, 1981), cierra 2020 como mejor innovador europeo del año. Investigador Ramón y Cajal del Instituto ITACA de la Universitat Politècnica de València (UPV, Climent acaba de ganar el primer premio de los EIT Awards del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología. Dotado con 50.000 euros, el galardón reconoce esta herramienta no invasiva capaz de ver el corazón como si se hubiera introducido catéteres, pero de forma segura y sencilla, que permite reconstruir el volumen y la actividad eléctrica del paciente.

En el hospital Universitätsklinikum de Magdeburg (Alemania), Climent se dio cuenta de por qué hacían falta ingenieros en un servicio de cardiología, cuando era un Eramus de Telecomunicaciones procedente de la UPV. Tras dejar Alemania en 2008, donde trabajara tres años, regresó a Valencia para doctorarse. En 2012 se incorporó al hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde ha coordinado en los últimos ocho años el Laboratorio de Investigación Traslacional del grupo del Dr. Fernández Avilés dentro del Servicio Madrileño de Salud. Especializado en cardiología, Climent ha trabajado desde terapia celular e investigación muy básica hasta avances en la práctica clínica. Si se le pregunta si se identifica más con el perfil de emprendedor que con el de investigador, recuerda que solo en España se hace esta falsa distinción, porque la investigación siempre implica innovación.

Corify, proyecto de 15 años en el que hoy trabajan siete personas, se centra en mejorar la identificación de los problemas en la zona de la aurícula. “Hay algunos equipos comerciales que intentan hacerlo de forma no invasiva, pero requiere resonancia magnética, y es muy difícil que pueda extenderse más allá de algunos centros muy selectos. El problema es que a muy pocas personas les podemos ofrecer el mejor tratamiento. Hay pacientes que requieren una segunda o tercera intervención, porque los clínicos no tienen herramientas para ver cuál es la zona del corazón que la causa”, lamenta este investigador.

- Cuando alguien lee que un valenciano se convierte en el mejor innovador europeo del año, lo primero que se pregunta es si eso de la innovación existe aquí.

- En España, por algún motivo, nos parece peor todo lo que hagamos aquí que en el extranjero. Aquí hay mucha calidad, mucha innovación, pero sin la financiación de otros países, pero tampoco tenemos los sueldos de otros países. Innovar en España es mucho más barato, por suerte o por desgracia. Barcelona y el resto de España está captando capital privado extranjero porque somos capaces de llegar a unas spin-off de nivel de desarrollo muy cerca de la clínica hasta un orden de magnitud de menor inversión que pueda costar en Estados Unidos o en Centroeuropa. 

- Eso también se llama dumping.

- Al igual que las personas muy formadas se van fuera porque les pagan más, somos capaces de que aquí la inversión sea rentable. Esto no nos va a durar mucho tiempo, porque a medida que el país innova más y se forma más gente, el ecosistema va creciendo. La UPV no tuvo ninguna empresa constituida como spin-off propia hasta 2009, y hoy creo que son más de 40, algunas ya están en el mercado. Nuestra primera Ley de Ciencia es de 1987, y ahora empezamos a tener frutos de la investigación que se empezó a diseñar entonces. Se necesita formar a investigadores, que hagan buenos artículos científicos, que la investigación se traduzca en patentes y empresas. Empezamos a tener un número de doctores per cápita similar a los países más ricos, y a asumir que la innovación nos va a dar rédito. Hay que aumentar la inversión pública y privada para que seamos un país orgulloso de nuestra innovación. La media de inversión de PIB, no solo pública, de Europa, está en 2,3%, en España no llegamos al 1,5%, los países más altos están en el 4%. Eso requiere mucho esfuerzo.

- Un ejemplo es Corify.

- Nos ha costado quince años pasar de una idea a un producto, y todavía nos quedan tres o cuatro años para llegar al mercado. Al acabar la carrera, en 2006 constituimos una empresa para intentar lo que hacemos ahora, pero fracasamos, no sabíamos cómo se hacía. En Alemania empezamos a desarrollar la tecnología, el primer artículo científico que publicamos tiene más de 10 años. En 2015 desarrollamos entre el Gregorio Marañón y la UPV la primera de las patentes. El programa Caixaimpulse en 2017 fue el pistoletazo. A los 20 grupos que nos eligieron, nos llevaron a Barcelona, nos formaron durante seis meses en transferir el conocimiento, valorizarlo, y conocimos a inversores, abogados, especialistas en regulación. El ecosistema catalán o el madrileño son muy maduros, hay mucha gente que ha montado empresas, que ha estado en el proceso regulatorio y que conoce todos los estándares de operación… Eso es importante, porque todos queremos que en el hospital nos pongan algo que esté certificado. Hay poca gente que esté formada en esto, pero todavía hay poca gente que lo necesite. En 2019 conseguimos inversión privada, fue cuando arrancó la empresa como tal, entonces dejé el Gregorio Marañón, y hemos arrancado con el sistema en el Hospital Clínic de Barcelona y en La Fe de Valencia.

“CUANTO MÁS DINERO PÚBLICO HAYA EN INVESTIGACIÓN, ES MÁS PROBABLE QUE EL CAPITAL PRIVADO SE FIJE EN ÉL”

- Su proyecto es fruto de un trabajo realizado entre Madrid y en Valencia. En 2018 arrancó Corify Care, la primera spin-off del Servicio Madrileño de Salud, conjunta con la UPV. ¿Tiene la receta de cómo sobrevivir al berenjenal burocrático entre Autonomías? 

- Cuando las cosas funcionan se debe a la buena voluntad de mucha gente. Se han desarrollado leyes por personas no especialistas en el desarrollo de la innovación, pero es por culpar a los legisladores. A veces se les ha pedido a las instituciones científicas que ayuden en su redacción y es difícil. En España, los límites dependen de las Comunidades Autónomas, de la interpretación de personas, y de cómo se hace. Es complejo. Nosotros lo estamos consiguiendo, porque nos hemos apoyado en gente que sabe hacerlo. Hemos trabajado con un bufete de abogados catalán, RCD, con mucha experiencia en Cataluña y con la UPV. Nos los llevamos a Madrid para explicarles qué se hace en Cataluña, y no era posible que en Madrid no se pudiera hacer. Eso ayudó mucho. La legislación es ambigua muchas veces, crea mucha inseguridad jurídica. Mi recomendación es buscar el ejemplo de alguien que lo haya conseguido, acercarse y preguntarle. Lo más difícil es abrir camino dentro del bosque.

- Ahora van a abrir una segunda ronda de inversión privada para llegar hasta el final. ¿Cuánto llevan recaudado hasta ahora?

- Entre público y privado, la empresa lleva invertido 1,5 millones de euros en diez años de trabajo. A una empresa equivalente en San Francisco --uno de sus asesores trabajó con nosotros-- le costó 30 millones de euros para llegar al mercado. Luego la incorporó Abbott por 250 millones de euros. En España con menos de 10 es muy difícil llegar hasta el final. Necesitas toda la investigación básica, que es cara, pero es lo más barato de todo. En los 10 años de investigación, ha salido a 100.000 euros el año. Esa parte es un 10% de lo que hace falta para llevar a un producto médico al mercado. La segunda inversión la tienen que hacer las instituciones y los agentes con recursos económicos privados. Necesitamos que la banca se implique también en las startups, que las pequeñas instituciones, como en Valencia, con capital apoyen programas como Lanzadera. Solo seremos una sociedad innovadora cuando el capital se dé cuenta de que la innovación será una aportación de riqueza. Pero el dinero público es básico. Cuanto más dinero público haya en investigación, es más probable que el capital privado se fije en él. El EIT Health no está en Barcelona por casualidad, hay un parque tecnológico con una inversión privada enorme. Donde están los fondos de inversión es donde está la innovación, o al revés.

- Tiene cerca de 40 años, sigue con un contrato temporal como investigador Ramón y Cajal, y como pronto se podrá estabilizar dentro de cuatro o cinco años. ¿Su generación está cambiando de mentalidad, busca la estabilidad o poder trabajar?

 “El 2% de toda la inversión en Sanidad se va en las arritmias cardíacas, más de 1.500 millones de euros solo en España”

- No acabo de comprender la figura del investigador funcionario. La investigación es algo competitivo, y eso pasa por tener que pelearlo. Para que en España tengamos un ecosistema en el que la gente se mueva, como en los países anglosajones, debe ser muy grande, rico, con disponibilidad. No tiene sentido estar en una institución y no tener más opciones si la situación va mal. A medida que se va formando más gente en ciencia, muchas de esas personas van a ir a las empresas. Y se van con una mentalidad innovadora, científica. En Reino Unido o Alemania, no solo en los primeros cargos del gobierno, en todos los equipos de asesoramiento, de gestión pública, hay mucha gente con tesis doctoral. En España, criticamos a las empresas por no tener doctores, pero si no hay doctores en el mercado, no pueden saber para qué sirve un doctor. Cada vez más empiezan a competir empresas constituidas por personas con formación científica, porque el competidor no está en Valencia, sino en Berlín, Boston o San Francisco.

- En esa línea, la necesidad de nutrirse de personas formadas en ciencia, se basa la iniciativa Ciencia en el Parlamento, de la que usted forma parte. ¿En qué consiste?

- Se trata de llegar a las personas que toman decisiones. En 2018, cuando empezamos, era investigador en el Gregorio Marañón y trabajé de adjunto en el CIBER cardiovascular dentro del Instituto de Salud Carlos III. Allí conocí la relación del Parlamento, de los legisladores, y la ciencia. Me dio la sensación de que no había el flujo de información de otros países. El Ejecutivo tiene una rama muy potente de asesoramiento científico para las crisis agudas, con todos los centros de investigación a su disposición, pero de forma reactiva, es decir, cuando surge un problema, busca una solución. La mayor parte de Parlamentos del mundo, hablo del poder legislativo, tienen, además, unos órganos que asesoran de forma prospectiva. Hace cuatro o cinco años, empezó la posibilidad de las vacunas con ARN. Hay países que ya están preparados legalmente para poder hacerlo y están fomentándolo. Si esa información la avanzas a los legisladores antes de que llegue, puedes prevenir riesgos. Otros equipos se dedican a saber cuáles van a ser los avances disruptivos que van a modificar la sociedad. Todo eso requiere que los legisladores estén informados.

“No acabo de comprender la figura del investigador funcionario. La investigación es algo competitivo"

- Para que los políticos tengan la mejor información científica posible, ustedes trabajan desde 2018 la posibilidad de importar a España modelos de oficinas de asesoramiento científico similares a las de países de nuestro entorno. ¿Cuál ha sido la respuesta?

- Los políticos lo ven como interesante y propio, pero siempre es difícil poner en marcha órganos nuevos. Además, hemos tenido dos elecciones en 2019 y una pandemia en 2020. En las últimas semanas hemos estado reunidos con la mesa del Congreso de los Disputados y ya en el presupuesto de 2021, si todo va bien, se aprobará en las próximas semanas una oficina de asesoramiento científico en el Congreso. Nosotros la promovemos, pero no vamos a ser la oficina, la tendrán que constituir. Desde la asociación seguimos trabajando para llevarlo a las CC.AA. Si todo va bien, durante 2021 tendremos una Ciència a les Corts. Hemos empezado a trabajar con los grupos parlamentarios y los letrados, y hay una unanimidad para lanzar la oficina. Es abrir mecanismos para que las personas que trabajan en la ciencia y en la política se conozcan y se ayuden, con la creencia de que aquellos que toman las decisiones, cuanto mejor informados estén, mejor nos irá a todos.

- Una cosa es abrir oficinas y otra que estén dotadas de contenido. ¿Qué hay que hacer para evitar caer en los organismos vacíos?

- Lo importante es asegurarnos de que lo que se les transmita a los políticos no tenga sesgos, ser imparciales y no dar recomendaciones. Los políticos deben tomar las decisiones, la ciencia solo da opciones. No esperemos que la ciencia lo solucione todo, pero puede ayudar a aumentar la probabilidad de acertar. Que se use o no, dependerá mucho de cómo se dinamiza. Si solo se trata de hacer un PDF, no va a funcionar. Pero si se hace como en el Parlamento británico, que organiza eventos periódicamente en todas las comisiones parlamentarias, y emparejamientos de diputados con científicos --un diputado viene a un centro de investigación y un investigador de un centro de investigación se va a trabajar una semana con el diputado--, se crea un entorno para transmitir información y dar confianza de que lo que se está haciendo desde la ciencia puede tener valor en política. Ahora estamos trabajando mucho para que la oficina tenga un proceso de auditoría constante y sea de potencial reforma. En otros países, hay oficinas con 35 personas, y si en España somos capaces de ponerlo en marcha con dos o tres personas será un logro, pero no puedes pretender que esas personas hagan lo que hacen 35 en Holanda. Hay que construirlo poco a poco.

- Tenemos una Conselleria que aúna desde hace año y medio Universidades e Innovación. ¿En qué lo han notado ustedes, los investigadores?

“Nos ha costado quince años pasar de una idea a un producto, y todavía nos quedan tres o cuatro años para llegar al mercado”

- Noto mucha proactividad de instituciones como el Instituto Valenciana de Finanzas. Me están intentado ayudar para que desde Corify podamos beneficiarnos de sus programas. Conozco la Comunidad de Madrid y la Comunitat Valenciana, tienen estrategias distintas, pero su financiación en ciencia está por debajo de la media europea. Hasta lo que conozco de los presupuestos de las universidades, si no están congelados desde 2008, han ido hacia abajo. Si hemos ganado el Premio Europeo de Innovación es porque saqué una FPI entre 2005 y 2009 en mi laboratorio en Madrid, cuando el presupuesto de ciencia era más alto que ahora. Si hubiera acabado la carrera en 2009, no hubiese conseguido la beca para la tesis. La inversión de hace 15 años ahora puede que empiece a retornar. Hay mucho margen de mejora, pero creo que hay interés.

- Corify se enmarca en la investigación de las arritmias cardíacas. El coronavirus ha desplazado la preocupación por las enfermedades cardiovasculares, aunque el cáncer ya lo había hecho antes.

- Las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte. Aunque la investigación ha mejorado mucho en los últimos 30 años, somos de las áreas en las que más personas están investigando, pero sin la dotación económica del cáncer. A veces se asumen como algo colateral, pero si somos capaces de curarlas bien, muchos de los otros problemas también desaparecen. Las arritmias cardíacas con fibrilación auricular hacen que el corazón pase al 70% de su función, eso significa que tus órganos reciben un 60-70% de la sangre que deberían. Todo el cuerpo se deteriora mucho. Más del 60% de los pacientes se quedan con la arritmia, y la esperanza de vida se divide hasta por tres, y la probabilidad de sufrir una hospitalización anual es del 40%. El 2% de toda la inversión en Sanidad se va en las arritmias cardíacas, más de 1.500 millones de euros solo en España. Es fundamental desarrollar una tecnología para que en consulta el clínico pueda ver de dónde viene la arritmia, si tiene solución o no, y cómo solucionarlo.

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