Lleva una vida monacal que le da la tranquilidad necesaria para combinar sus dos pasiones: el arte y la literatura. Y tiene una tercera, el momento en el que nació la Ciencia
VALENCIA. Con la novela Les mans de la deixebla, la escritora y artista Anna Moner (Vila-real, 1967) irrumpió con fuerza en la literatura valenciana. En esta obra reconstruía con sorprendente habilidad un ambiente dominado por la alquimia y la ciencia, por las luces del conocimiento y las tenebrosas atmósferas de las salas de disección anatómica. A este título le siguió El retorn de l’hongarés, donde de nuevo conjugaba magistralmente la recreación de ambientes (el París del siglo XIX) y el cultivo de una ciencia inquietante, cuando no morbosa, como es la forense. «Bebo de la novela gótica», me confiesa, «aunque lo que realmente me interesa es viajar a los inicios de la ciencia.
Ahora, ya no se investiga con cuerpos muertos, sino con vivos. Pero buena parte de nuestro conocimiento anatómico proviene del estudio de los cadáveres, de esas salas de disección que tantas veces se han pintado, del comercio de cuerpos...». Y es bastante cierto: pienso en Laurence Sterne, el célebre autor de Tristram Shandy, cuyo cuerpo fue robado del cementerio y se sospecha que sirvió para ese escabroso propósito científico. Un final que, sin duda, parece salido de su gloriosa y heterodoxa novela.
Anna Moner nos recibe en su domicilio de Beneixida, una casa de pueblo, de nueva construcción. La pantanà de Tous asoló el antiguo municipio y ahora este nuevo pueblo, situado a dos kilómetros del antiguo, se parece más a un complejo residencial que a una villa de la Ribera Alta. Anna Moner es licenciada en Bellas Artes y forma equipo artístico con su marido, Sebastià Carratalà. En la planta baja tiene el estudio, donde desarrolla su obra plástica, y en el primer piso está su escritorio, enfrentado con el de Sebastià. En toda la casa reina un ambiente dedicado al cultivo de la cultura:
sus artículos, publicados en su mayor parte en el diario La Veu del País Valencià, son muy leídos y comentados, por la capacidad con la que reconstruye la intimidad de personajes claves de la historia cultural. Un texto suyo sobre Paganini o Artemisia Gentileschi nos introduce en sus vidas con una gran dosis de convicción y clarividencia. Recientemente ha recopilado una selección de artículos en un volumen de título Gabinet de curiositats, un nombre que muestra.
(Lea el artículo completo en el número de abril de Plaza)